EL CAMBIO

 


 

Miles de actos de toda índole se desarrollaron en el país para conmemorar el 60° aniversario de la muerte de Eva Perón, ocurrida el 26 de julio de 1952 luego de una penosa enfermedad. Contaba apenas treinta y tres años y, a partir de su vinculación sentimental con el coronel Juan Perón, quien se perfilaba como uno de los líderes del golpe militar nacionalista de 1943, transitó con él todo el proceso revolucionario que tuvo al pueblo argentino como protagonista y a la pareja como conductores.

Sabido es que luego del golpe militar que derrotó a Perón en 1955, el peronismo fue vilipendiado por el establishment ganadero-militar guiado por la embajada de los EEUU, que dictó la línea ideológica que escribió la historia oficial, en cuyas páginas no había lugar para recuperar la magnitud histórica del peronismo ni el análisis y la consideración de sus dos líderes.

Dentro de esa línea ideológica se inscribe la historia “oficial” referida al Siglo XIX, en la que se entronizó como grandes “próceres” a figuras como Mitre, Sarmiento o Roca, presentados ante los ojos de la sociedad como las figuras señeras porque, en realidad,sirvieron, fueron obedientes y parte de los sectores que amasaron fortuna y poder sobre el despojo y el sometimiento de los sectores populares, es decir, gauchos e indios.

En el caso específico de Roca, fue el hombre que le puso el broche de oro a la conquista de los territorios ubicados al sureste de la provincia de Buenos Aires y de la Patagonia, habitada por cientos de pueblos originarios cuya radicación en la zona se remontaba a 10 mil años de antigüedad.

La tarea no fue fácil y demandó años alcanzar el exterminio. Entre 1881 y 1884, la conducción de la guerra estuvo en manos de Roca: “Fueron verdaderas campañas de exterminio y mucho se asemejaron, por su metodología y su basamento teórico, a la represión de Mitre y Sarmiento contra los gauchos de una década atrás”*, dice Pablo Camogli en su reveladora obra “Batallas entre hermanos”.

El exterminio fue producto de la mortandad en el campo de batalla, pero también por lasterribles torturas aplicadas en la campaña de Roca a la población sobreviviente, mediante el uso del cepo, el desgarronamiento, las violaciones y la castración; el traslado compulsivo de sus lugares de origen a mujeres, ancianos y niños, el encierro en campos de concentración en lugares inhóspitos, o arriados desde los Andes hasta Carmen de Patagones y Bahía Blanca, embarcados y llevados a Buenos Aires. “Una vez en la capital, los caciques eran remitidos presos al campo de detención de Martín García, mientras que miles de mujeres y niños (la mayoría, separados de sus madres) fueron repartidos por la Sociedad de Beneficencia entre las familias ricas de Buenos Aires”**, relata Camogli, en tanto que los hombres eran destinados al trabajo rural en condiciones de esclavitud o debían enrolarse en el ejército como carne de cañón. Muchos fueron “depositados” en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, como el gran cacique Inacayal, expuestos al público como parte de su colección de rarezas.

Dicen, quienes justifican la consideración de Roca como prócer nacional, que gracias a su accionar la Patagonia se mantuvo como parte del territorio argentino. Teoría que a criterio de otros carece de sustento histórico serio ya que, en honor a la verdad, los pueblos originarios de la región acostumbraban a trasladarse de un territorio a otro, a través de la Cordillera. Por lo tanto, también pudiera afirmarse que, a la inversa, la Argentina podría apropiarse de la Patagonia chilena.

Lo cierto es que la figura que se reemplaza, la del sanguinario Roca por Eva Perón -una mujer que reunió muchos apodos, entre ellos el de ser La Abanderada de los Humildes-, es un símbolo de los nuevos tiempos que corren, de los valores morales que se pretenden imponer en el ideario y la idiosincrasia de una Nación, que no es otra cosa que definir cuál es la medida para calificar al heroísmo, al procerato, como modelos, como paradigmas a seguir.

Roca fue un hombre que sirvió a sangre y fuego los intereses de la élite porteña y su accionar apuntó a hacerla más rica y más poderosa. Eva Perón es su antítesis, dio jirones de su vida y hasta su vida misma luchando por justicia y dignidad para su pueblo, para sus grasitas y descamisados entre los que, seguramente, estarían muchos de los descendientes de los pueblos exterminados por Roca.

¡Es justicia!

*Camogli, Pablo, Batallas entre hermanos – Todos los combates de las guerras civiles argentinas, Bs. As., Aguilar, 2009, p. 300.

** Idem, ps. 302 y 303.

La obra de Camogli reúne una completa bibliografía sobre las campañas militares para el exterminio de gauchos y pueblos originarios.

 

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