LA TENDENCIA DE CONSEGUIR FONDOS POR INTERNET PARA FINANCIAR PROYECTOS: VAQUITA.COM

Hacer una vaquita: una de las tradiciones comunitarias más antiguas, sino del mundo, de la argentinidad. Resulta que ya no es lo mismo. Porque puede armarse entre desconocidos, con gente que vio luz y colaboró porque sí. Podría resultar en regalitos temáticos y bastante exclusivos. Y ese bien hasta podría hacerse sin tocar un solo billete en todo el proceso de concretar la gauchada y apoyar, de buenas a primeras, algún proyecto que por lindo, bien pensado, novedoso, o por qué no, caprichoso, podría no resultar real y palpable de no mediar el aporte ajeno. Hay sumas muy pequeñas, ideas muy arriesgadas para un banco; también apuestas que exceden los bolsillos de amigos y familiares. Para todo eso, créase o no, lo mejor es conectarse a Internet.

Desde el living
Puede sonar bohemio, pero nada que ver con el romanticismo: es un nuevo modelo de negocios. Descentralizar, salir de la institucionalidad financiera más previsible, generar otros caminos para promover mecenazgos posibles a mecenas del montón que tal vez estén navegando desde el sillón de a ratitos. En inglés, una palabra alcanza para describir toda la idea: crowdfunding, que implica el montón (crowd) y el financiamiento (funding); en español, suele referirse como “financiamiento colectivo”: un dulce montón que aporta dinero y financia.

El apoyo se gestiona en sitios de Internet, con su posibilidad innata de unir puntos distanciados que aparentemente no tienen nada en común, y lograr que lo que sucede en la web trascienda la virtualidad. Para conjurar la sospecha de neófitos y descreídos, que siempre son legión ante algo nuevo, los involucrados no sólo hacen gala de transparencia en los sitios. Le sumaron una decisión a prueba de tiempos difíciles y la paciencia de los fundadores. Empezaron, literalmente, desde lo básico.

“Evangelizamos.”
Así de simple lo explica Pía Giudice, del equipo de Idea.me, un sitio que está por cumplir un año en Argentina pero que nació “como plataforma o herramienta de financiamiento colectivo” con vocación regional, y que, para despuntar el vicio, ya se despliega en los mercados de México, Uruguay y Chile. A poco de pisar territorio virtual de Colombia y Brasil, Giudice explica que la plataforma de crowdfunding es, ante todo, el primer paso de una tarea educativa.

“Una de las barreras más fuertes que encontramos es la falta de acceso al capital, digamos. La segunda es la educación: ¿cómo hacer para vender mi proyecto? ¿Cómo hago un proyecto en el cual la gente quiera participar, poner dinero en mi idea? Trabajamos mucho con el creador en este sentido: preparar el proyecto, qué comunicar y cómo, es fundamental. En nuestra plataforma, los videos que suben para explicar los proyectos son las herramientas más importantes de difusión.” Contar desde cero qué se quiere hacer, imprimirle entusiasmo y, lo más difícil, lograr el efecto dominó del contagio, es lo más arduo para novatos. En eso coinciden también los responsables de Banana Cash y tumecenas.com , otras dos plataformas del mapa local de financiamiento colectivo.

¿En qué consiste exactamente? Alguien, por ejemplo, quiere filmar una película. Cuenta con parte de los fondos, pero no encuentra cómo reunir otro tanto; no quiere o no puede pedir un préstamo ni un subsidio; renuncia a esa posibilidad. En uno de los sitios de financiamiento colectivo cuenta su idea: qué historia quiere rodar, con qué actores, cuánto durará el film, cuánto dinero precisa. Señalará un plazo para conseguir la suma necesaria. En la presentación de su proyecto, el sitio indicará cuántos aportantes y qué suma lleva recaudada la idea, además de cuánto tiempo falta para que sea posible llegar a la meta. Pero, como la filantropía suele ser difícil de encontrar, la persona detrás del proyecto promete algo a cambio de la bondad por adelantado: cualquiera sea el monto con que colaboren, tendrán a cambio una recompensa cuando la idea se vuelva real. El qué, por lo general, depende del proyecto:merchandising, entradas para el film o la obra de teatro a financiar, alguna pieza única de memorabilia, quizá algún servicio relacionado. Con los films, por caso, no son infrecuentes los dvd más o menos personalizados, pero también puede presenciarse una jornada de rodaje. El ejemplo del cine no es casual: son varios los films en producción, anche rodaje, que se sirvieron o aún se sirven de este procedimiento.

Pero también en esto talla lo que Giudice llama “educación”. Básicamente, porque “uno se enamora de su proyecto, pero la recompensa también hay que estudiarla, hay que ponerla en su lugar”. No siempre están “buenísimas” per se, explica, por eso media “un trabajo para que los proyectos sean de buena calidad, las recompensas también, y puedan atrapar a la gente”.

–¿Qué busca alguien que se prende en el financiamiento colectivo?


–Algo nuevo. Es gente que quiere comprar producto, pero también una experiencia. Suele ser un público de entre 25 y 45 años, activo socialmente. Muchos aportes entran por redes sociales.

Sin embargo, no es lo único que pareciera animar este movimiento centrípeto de billeteras virtuales que confluyen en el mundo real.

Un cambio cultural
“Nadie tenía incorporado el concepto”
del crowdfunding, evalúa Juan Ozcoidi, socio de Javier La Banca y alma pater, con él, de Banana Cash. Emprendedores de Internet, acostumbrados a moverse en el universo de las start up y pequeñas grandes ideas que pululan en los alrededores de la web hasta conseguir quién crea en ellas. Animadores del circuito de Palermo Valley, Ozcoidi y La Banca montaron hace dos años su plataforma de financiamiento colectivo con un criterio, si puede decirse así tratándose de algo relativamente novedoso, tradicional. De hecho, todavía hoy en bananacash.com.ar pueden encontrarse proyectos relacionados con cine, fotografía, literatura, música, moda, tecnología, aunque el perfil, explica Ozcoidi, se encuentra en plena transformación.

En un inicio, importaron el modelo de crowdfunding de kickstarter.com, la plataforma más popular de Estados Unidos, porque “creíamos que acá había oportunidad por la idiosincrasia de la región, y porque hay un entorno creativo que necesita fondos para proyectos”. Sin embargo, como también lo había notado Idea.me, lo complejo era “dar a conocer el concepto, porque nadie lo tenía incorporado, salvo en el teatro, donde es común que empresas y fundaciones donen dinero para impulsar proyectos”. Para convencer, mostraron “casos de éxito”; costó, porque al principio, quienes parecían público natural para ofrecer proyectos desconfiaban. Con el correr de los meses, fueron arrimándose.

Entonces, también en Banana Cash educaron y siguieron de cerca los proyectos, porque “muchos creen que por el solo hecho de subir la idea y empezar la campaña van a recaudar fondos”. “Eso no pasa ni en kickstarter –dice Ozcoidi–. El éxito de una campaña depende de la actividad del dueño del proyecto: de cómo la difunde entre sus contactos, de cómo la publicita en redes sociales. Básicamente, nadie colabora con aquello que ni sabe que existe. Por algo Giudice explica que en Idea.me siguen de cerca cuáles son las puertas de ingreso de quienes financian: “Muchos llegan desde links de Twitter, de Facebook, de blogs. Publicitar así funciona”.

Pero de la tradición de servicios, proyectos culturales y algún que otro emprendimiento de amigos o amateurs con ganas de devenir profesionales, Banana Cash se está convirtiendo hacia el financiamiento colectivo de start ups. Dice Ozcoidi que el cambio es porque notan“una oportunidad para aprovechar el ecosistema emprendedor que hay en Buenos Aires en particular y en Argentina en general”. Aunque la idea está, y es firme, todavía falta: hay detalles legales. “En Argentina no podés subir tu idea de start up y decir ‘necesito tanto dinero y a cambio voy a dar tal porcentaje de acciones’. Para hacer ofertas públicas de acciones tenés que estar registrado como entidad reconocida. Pero ya va a llegar”.

Un proyecto ciento por ciento independiente
Hace algunas semanas empezó el rodaje de La noche del chihuahua. La preproducción estaba en marcha, la decisión de que se trataría de un film independiente de instituciones capaces de financiarla y la certeza de que pedir un crédito no estaba en los planes también. Guillermo Grillo, director, guionista y coproductor, dice que desde el vamos fue pensado como un film para realizar en cooperativa. “Me llevo mejor con el público que con los productores”, explica, y con eso termina de redondear por qué este proyecto era ideal para probar si en Argentina podía funcionar lo que era realidad en Estados Unidos.

“Ahora, con la comunicación que hay entre público y artistas, me llegan mensajes por Facebook, por mi canal de YouTube, donde también se puede ver online lo que ya hay”,
explica Grillo, que ya había dirigido Fantasma de Buenos Aires, con producción de la FUC. Los números le dan la razón: en Idea.me, de 13.650 pesos que explicó que precisaba para solventar “el alquiler de equipos y otros gastos, como compras de vestuario, maquillaje y FX”, recaudó 14.105 gracias al aporte de 69 personas. “El guión lo empecé en octubre del año pasado; es un largo de presupuesto muy bajo porque lo escribí así, pensando en lo que tengo, empezando por mi casa, que es donde se rueda el 98 por ciento de las escenas. Se juntaron las dos cosas: es un largo de presupuesto tan bajo que el crowdfunding podía ser importante.” Los actores, como Benjamín Rojas, el equipo técnico y toda persona que se involucra personalmente en el rodaje lo hace a sabiendas de que esas son las condiciones reales del film: una apuesta a un proyecto independiente ciento por ciento.

“Hoy día, este tipo de financiamiento es algo que está empezando. Pero para que sea una realidad, tiene que ser un proyecto chico. Por lo menos acá, por ahora, es así”,
dice Grillo.

–Por eso decidieron probar sólo con una parte de los fondos que necesitaban.

–Sí. De todos modos hay cosas que se pagan igual, por más que trabajemos en cooperativa y la gente ayude. Confieso que mucha familia y amigos participaron en ese financiamiento, pero también gente que no conocemos.

–¿La expectativa era poca?

–No sé. Traté de ser modesto con la suma porque es algo nuevo. Lo que sí sé es que no existe la persona que va navegando alegremente, se encuentra con un sitio y pone plata en algo que no conoce. Los que ayudan lo hacen porque te conocen o conocen tu obra. Por lo menos ahora es así. No creo que en Estados Unidos sea muy diferente todavía. Para una idea como la de esta película, funcionó. Para mí salió con este tipo de proyecto alternativo, que filmo de manera hogareña. En ese contexto, era un buen financiamiento. Tengo otros proyectos más industriales, más grandes, que no tendría sentido hacer de este modo. Creo.


–¿Conoce colegas que recurran al crowdfunding?


–Hasta ahora, me consultó gente que hace historieta y música. Por ahí resulta más apto para esas dos cosas que para el cine. Ponele: si vos lo que querés es grabar un disco, como recompensa podés ofrecer el mismo disco, por una suma menor a la que sería el precio de mercado.


Hay quienes promueven el financiamiento a microemprendimientos productivos (objetos de decoración, algún servicio especializado en pastelería), también quienes se animan con ensayos fotográficos, algún libro. Pero películas, corto o largometraje, parecieran ser especialidad de los públicos argentinos que algún contacto tuvieron con el crowdfunding. Cuando terminaba marzo, Alfredo Casero lograba recaudar 20.156 pesos más de los 100.100 que se había propuesto conseguir para Cha3DMubi, un “proyecto de película autogestionado”. Como, según explicó en Idea.me, la plataforma que eligió, la propuesta era llevar al cine el espíritu del programa televisivo Cha Cha Cha, la recompensa a cambio de la colaboración podía consistir en alguna entrada para la película una vez estrenada.

Y hay más, porque el crowdfunding puede no conocer fronteras, como en el caso de Durazno. Film de ficción, un “documental creativo” con algo de road movie y la participación de Nahuel Pérez Biscayart, que empezó como proyecto para ser rodado en Bolivia y Argentina. Es, además, el primero en su tipo “hecho con crowdfunding, transmedia y producción ecológica”, advierten sus realizadores. Pero Durazno comenzó como proyecto en el sitio más popular de financiamiento colectivo, el norteamericano kickstarter. Hace varios meses. El hallazgo fue proponer recaudaciones por etapas: renovaban las campañas, para cubrir distintas necesidades. En un momento, se regionalizaron en Latinoamérica y pasaron a Banana Cash. Hace unas semanas, empezaronr en la provincia de Buenos Aires.

Para no quedarse a mitad del camino
Lo dicen los referentes de las distintas plataformas: no alcanza con publicar una idea, tampoco que la idea sea novedosa y despampanante. Para que un proyecto sea más que una campaña subida a Internet, es preciso seguir algunas reglas. El crowdfunding es“la manera de concretar proyectos que de otro modo no serían posibles”, señala Giselle Lalo, de tumecenas.com, una plataforma local, con vocación regional, lanzada a principios de este año. La experiencia, principalmente de lo experimentado por el mercado norteamericano, pero también sobre la base de lo que hasta ahora ha demostrado el mercado latinoamericano, dice que sí hay reglas, o al menos algunas pautas para favorecer el financiamiento colectivo.

Siete son los puntos, según el socio de Lalo, Guido Tenenbaum, que podrían convertir a la campaña para financiar una idea en una recaudación exitosa. Los mensajes de la campaña deben ser “accesibles y atractivos, para que el aportando no sólo se fascine con los secretos del proyecto, sino que también se dé cuenta de la importancia de su aplicación en la vida cotidiana”, algo importante en asuntos vinculados a “la salud, la ecología, la robótica o la biología (que) son los que mayor cantidad de aportes han recibido hasta el momento”, al menos en esa web. La presentación debe ser “atractiva” e involucrar “a los potenciales aportantes”, pero también suma contar previamente con “una red de contactos”, a quienes activar cuando comience la campaña, que “es un trabajo de tiempo completo”. Redes sociales y blogs no pueden descansar durante ese tiempo.

Mientras tanto, los especialistas recomiendan involucrar “a familiares, amigos y conocidos” desde el inicio del proceso, de modo de terminar construyendo “una tribu de seguidores que ayudarán a difundir tu proyecto una vez en campaña”. Pero además los efectos colaterales del proceso de busca de aportes económicos pueden ir bastante más allá. “Muchos de los proyectos exitosos implementan el sourcefunding. Es decir, involucran al público no sólo como aportantes de dinero, sino también como partícipes” que dan consejos o ayudas extra en momentos clave.

Y un detalle nada menor: los montos de dinero deben ser accesibles. Así, para quienes aporten será “más cercana la posibilidad de recompensas y les parecerá tentador. Además, si el proyecto alcanza el monto mínimo, es muy probable que atraiga a nuevos inversores”. Y el círculo recomenzará.

 

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