CELAC COMO SUPERACIÓN DE LA OEA

 

Así lo decía “…la Unión Latinoamericana que fue la superación de la OEA. Trasladó su sede a Asunción del Paraguay. Allí funcionó el Parlamento Latinoamericano. Sus facultades eran amplias, respetando siempre la autodeterminación de cada pueblo. Todas las cuestiones que involucraban a más de un estado podían ser legisladas y tratadas por una Ley Latinoamericana, en adelante…”

Para incorporarse al tratado, el Congreso Argentino tuvo que votar favorablemente. Aquí un discurso del protagonista del libro, erigido en Diputado Nacional: “(…) Estamos cumpliendo el sueño de nuestros 30.000 desaparecidos, que hoy están presentes en este Congreso. Estamos realizando la esperanza de Artigas, quien tuvo que enfrentarse con las miserias del gobierno central de Buenos Aires, y deseó una patria grande. Fue la añoranza de San Martín y Bolívar, del mariscal Sucre, de O´Higgins, de José Martí. Desde esta butaca le quiero mandar un abrazo histórico a Ernesto Guevara, A Fidel y Raúl Castro, a Celia Sánchez, a Camilo Cienfuegos y todos los hermosos cubanos que hicieron posible este sueño. Entre los nuestros, Bernardo de Monteagudo, Manuel Belgrano y Mariano Moreno se deben estar envolviendo de orgullo en algún confín con el glorioso Salvador Allende, quien prefirió morir antes que esclavo vivir.
Éstas lágrimas que se suceden al parpadeo de mis ojos, son las que derramaron de bronca quienes se sintieron frustrados e insultados en su lucha por este ideal americanista, pero es también las lágrimas que no fueron sufridas en vano.
Benito Juárez y el cura Hidalgo, de la mano del tiempo de Emiliano Zapata y también de Marcos, y de Jacobo Arbenz y Augusto Cesar Sandino consuelan al Mariscal Solano López, quien resistió hasta donde pudo el embate de la cipaya triple alianza, no siendo derrotado por sus hermanos brasileros, uruguayos y argentinos, sino por el imperio de turno que no se bancó que a alguien se le ocurriera ser pujante sin su ayuda, y vaya que el Paraguay lo era.
Por eso es un acto de absoluta justicia que este parlamento que se ha creado y del cual deseamos ser parte, esté instalado en tierra guaraní. Es un acto de absoluto perdón histórico, y aunque tarde, es bienvenido (…)”

Finalmente, conformado el Parlamento Latinoamericano con miembros de todos los países de América Latina y el Caribe, una de sus leyes quedó redactada en los siguientes términos:
“Artículo 1: A partir de la entrada en vigencia de la presente ley, el territorio continental comprendido Desde el Río Bravo, en México, al estrecho de Magallanes al sur, el océano Pacífico al Oeste y el océano Atlántico al Este, incluyendo las islas que se ubiquen en el radio comprendido por las plataformas continentales, se denominará “Tupacamaria” o “Continente Tupacamariano”, en forma indistinta.
Artículo 2: Todas las denominaciones de cargos regionales, como de organismos o instituciones que llevaban el nombre de Latinoamérica o América Latina, adquirirán la conjugación respectiva de la nueva denominación continental.
Artículo 3: Se invita a Canadá y a los Estados Unidos de América a que ratifiquen la presente, en él término perentorio de ciento ochenta días. Para el caso que ello ocurra, la denominación continental también alcanzará los límites geográficos de esos dos países.”

Resulta conmovedor, como esta América Latina, con componentes diversos, comienza a sacudirse el yugo del imperialismo.
Estamos viviendo un momento histórico, imposible de dimensionar. La CELAC era impensada años ha. Al menos era de imposible realización.
Los próximos años nos marcarán sus primeros pasos. Es sensato advertir que nuestros pueblos han acertado a despertar de un extenso letargo. No, por ello, debemos descansar en el descubrimiento de la piedra fundamental.
A construir todos los días esta CELAC, esta Tupacamaria. A escribirla. A filosofarla. A militarla. A hacerla.

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