LA PATRIA LOS ABRAZA

La lucha de hombres y mujeres por alcanzar mayores y mejores derechos no estuvo exenta de avatares diversos, de grandes discusiones y enfrentamientos y hasta de guerras y violencias de toda índole. El largo trayecto que ha recorrido la Humanidad registró inclusive muchos mártires que se inmolaron en esas luchas, cuyo éxito o fracaso estuvo siempre vinculado a un cierto grado de madurez, de equilibrio y de sensatez social y política, especialmente de la clase dirigente sobre cuyas espaldas recae tomar las decisiones hacia uno u otro lado.

Es improbable que esta reforma –vanguardista, por cierto-, hubiera sido posible en otros momentos del pasado reciente de la Argentina, cuando la desazón, los altos niveles de intranquilidad producto de desigualdades sociales inaceptables y el aislamiento y la carencia de prestigio de la clase gobernante eran la tónica de la deficitaria democracia argentina.


Los derechos civiles, como la posibilidad de contraer matrimonio y adoptar hijos por parte de parejas homosexuales, tienen una fuerte connotación de inclusión, de igualar en el uso de derechos, en definitiva de seguir distribuyendo la equidad en una sociedad que, como la argentina, padeció todo tipo de abusos que cercenaron sus derechos más elementales, como los humanos.

Es una nueva reparación para un sector que, aunque minoritario, tenía una fuerte presencia social por su actitud militante en búsqueda de superar la marginación y el sectarismo. En definitiva, la ley no hizo otra cosa más que reconocer una situación de hecho como la existencia de cientos de familias con padres o madres del mismo sexo, que no podían ejercer el derecho pleno de la patria potestad, generándose una manifiesta situación de injusticia.

Es cierto que la ley erizó una vez más la piel social de los argentinos con un debate que fue sacando a luz resabios de una comunidad diversa, con prejuicios y/o creencias culturales y religiosas arraigados en ciertos compartimentos políticos y sociales, tal como se develó en las manifestaciones públicas, en los debates televisivos y aún en el propio recinto del Parlamento. Nada de eso debe llamarnos demasiado la atención. Todas las sociedades en proceso de crecimiento deben confrontar. La Argentina también y por lo tanto, debe acostumbrarse a que ésta y no otra es la manera de incluir a los excluidos y de igualar a los desiguales.

Como decía el general Perón, “para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos”, de allí que la exhortación a “dejar de lado la confrontación entre diferentes sectores de la sociedad” expresada por el arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, rodeado de las principales figuras de la oposición, más bien esconde la intención de eliminar de la agenda política los asuntos que comprometen los intereses y valores que sustentan ciertos sectores de la sociedad, caracterizados por su poder económico.

En la madrugada del jueves culminó un nuevo proceso institucional, republicano y profundamente democrático, cuando los legisladores, en representación del pueblo de la Nación, cumplieron con el deber de equiparar derechos. Walter Bogado, integrante de la comunidad homosexual misionera, sintetizó la trascendencia de la nueva ley diciendo: “Es un momento para entender que la Patria te abraza”. ¿Y quién puede pensar que no es bueno que la Patria abrace a todos sus miembros?

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2010/07/26/la-patria-los-abraza/