El máximo tribunal francés rechazó la pretensión de un fondo buitre de embargar fondos por impuestos que empresas galas deben al Estado argentino. La terquedad de Cristina de no aflojar en el proceso de desendeudamiento recogió un nuevo éxito.
Mientras se esperan los resultados del proceso en un alto tribunal de Nueva York en relación con las pretensiones de un fondo buitre para cobrar la totalidad del valor nominal de bonos basura, la Corte Suprema de Francia rechazó la demanda para embargar fondos por impuestos que empresas francesas le deben a la Argentina que fuera impuesta por el fondo buitre NML Capital, liderado por el multimillonario Paul Singer, que también encabeza el proceso en la corte neoyorquina y que bloqueó a la Fragata Libertad en Ghana.
La sentencia implica un revés definitivo para las pretensiones del buitre Singer, de cobrar sus papeles basura mediante el embargo del dinero que empresas francesas le deben al Estado argentino, sienta un precedente de invalorable consideración ya que la Corte neoyorquina podría tomar esta sentencia como jurisprudencia y sentar un límite a las apetencias del mercado financiero internacional, que jaquea con su voracidad la soberanía de los Estados.
A esta altura de la historia nacional, cuando todavía se evidencia un juego perverso –por lo sucio, interesado, mentiroso, que manipula información y datos, con declaraciones interesadas de gurúes y opositores que se repiten hasta el cansancio-, es imprescindible traer a la memoria la conducta firme, incorruptible y de inconmensurable terquedad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando sintetizó la posición soberana de la argentina: “Podrán quedarse con la Fragata, pero jamás se quedarán con la dignidad de los argentinos”.
Muchos, millones, aplaudieron y acordaron con esta declaración de la Presidenta, pero, de inmediato, también se levantaron en contra las voces de los cipayos de hoy y de siempre: ¡Horror! ¡Lo que dice esta mujer! ¡Entregar fragata a cambio de dignidad! ¿Dónde se habrá visto? Es más, fragata se ve, se toca, es la historia de nuestros marineritos trepados a sus palos… Pero, ¿la dignidad? Una simple palabreja. Un sustantivo abstracto.
La sentencia del tribunal francés es una acabada demostración de que la férrea posición del gobierno argentino tiene sustento en la ley, la democracia y la soberanía de los pueblos –que también podrán ser sustantivos abstractos para muchos-. Que resistir a las pretensiones de los impúdicos y avarientos poderes financieros significa defender la dignidad de una nación y que esa dignidad no es otra cosa que el derecho al trabajo, a la inclusión, al bienestar, a la educación, a la salud, al consumo responsable de todos y para todos.
Esa posición firme sin claudicaciones de ningún tipo es lo que no le perdonan a Cristina, conductora de un Estado que supo ser dócil a las apetencias de los poderes fácticos y que, como si este desplante fuera poco, además ¡es mujer!
Todos –incluidos los colegas presidenciales, como el de Uruguay, por ejemplo-, tienen que convencerse que el ser mujer no es un impedimento para tener convicciones y actuar en consecuencia; que es cierto que muchas mujeres tienen un manejo distinto que los hombres, del poder; que, si bien los hombres mayoritariamente manejan la cosa pública en el mundo y crearon las reglas de juego de la política, la intervención de las mujeres agregará nuevos estilos y maneras que ya no debieran sorprender a nadie.
José Mujica, el presidente uruguayo que hizo el comentario que hizo, debiera saber que su colega Cristina no está donde está porque a él le viene bien o mal su estilo, sino por decisión soberana de un pueblo que la eligió en dos oportunidades. Pero, sobre todo y muy especialmente, lo que debe tener en cuenta Mujica es que su comentario fue aplaudido por toda la oligarquía y el cipayaje argentino y, quizá, también latinoamericano y mundial. ¡Y guarda con quién aplaude y quién acompaña tus posturas, sean o no públicas!
