UNA TARDE DE CINE CONTINUADO

Un niño de unos cinco años de edad juega entretenido con varios autitos de madera, muy cerca suyo está sentado en un sillón de mimbre, un hombre que lee con atención un libro. En un momento el niño suspende su actividad lúdica, levanta la cabeza, lo mira  y con voz fuerte y clara, exclama:
– ¡Papá!
El hombre abandona rápidamente la lectura y pregunta:
– ¿Qué deseas hijito?
– ¡Quiero ir al cine!

Entre sorprendido y divertido, por la firmeza del pedido formulado, el padre encuentra una nueva forma de entretenerse.
– ¡Querido, el cine no funciona en este horario!
– ¡Si Papá, funciona todos los días…a esta hora!

– Pero Hijo, en este horario nadie puede acompañarte, todos tienen sus ocupaciones que realizar.
– No importa, yo soy grande y puedo ir solito

El hombre escuchó la afirmación del niño y rió fuerte y con un tono de festejo por la inesperada salida, finalmente preguntó:
-¿Dónde está ubicada esa sala y cómo harías para llegar hasta ella?
-¡Papá, puedo ir solo. Salgo de casa para allá
(Señaló con su mano hacia el poniente) en la esquina de “La Religiosa” (Este era el negocio de don Antonio AZAR, situado en la confluencia de las calles Alvear y Buenos Aires); paso frente a la Agencia Ford (Hoy existe una Sucursal del Banco MACRO) cruzo la calle y paso frente al Colegio Nacional (Esquina de Buenos Aires y Santa Fe), allí doblo hacia la derecha y llego a la Inspección de Escuelas (Desapareció era la esquina de Santa Fe y F. de Azara, hoy existe una playa de estacionamiento en Santa Fe y F. de Azara), camino y paso frente al Sanatorio Posadas ( F. de Azara y Sarmiento. Hoy ese edificio es el Obispado de la ciudad), llego a la Plaza (9 de julio) la cruzo y estoy frente al SOROCABANA (CONFITERÍA que estaba en la esquina de Bolívar y Colón), paso frente a LA RUSA (Una cigarrería sobre calle Bolívar que estaba al lado de la Farmacia Argentina) paso al otro lado de la Agencia Chevrolet y la juguetería de Grabulosa, al lado del Teatro  Español; del otro lado de la calle está el lugar al que quiero ir; allí está el cine de Benchimol, donde dan variedades, dibujos animados y función continuada…!
-¡Pero muy bien hijo, conoces perfectamente el camino para llegar hasta allá; se que no te vas a perder, por que sos todo un hombrecito…Aquí tienes, dijo, mientras hurgaba en uno de sus bolsillos y sacaba una reluciente moneda de veinte centavos; con esto pagas la entrada y con el vuelto puedes comprar un paquete de caramelos. Puedes ir solo…!

El niño se levantó de un salto y lanzó al aire un fuerte grito que expresaba su enorme alegría:
-¡IUPI…Gracias papito querido!

Corrió a ver a su madre para pedirle la ropa adecuada al momento que viviría. Se bañó, se vistió y bajo la atenta mirada de toda la familia salió haciendo adiós con la mano…Llegó, pagó su entrada, compró un reluciente paquete de finos caramelos de leche OPHIR, y entró con paso firme a la oscuridad del templo de la diversión, donde pronto se desvaneció toda concepción del mundo real.

No interesaba que la pantalla fuera de tela y la máquina de proyección fuera tan vieja que a cada instante cortaba las viejas películas de Harold Lloyd, Charles Chaplin, Roy Rogers, Los tres chiflados, variedades vetustas y dibujos todo en blanco y negro, ya que todavía no se había inventado el cine a color. Era el mágico mundo de fantasía en el que se saben sumergir aquellos que adoran todas estas cuestiones.

De pronto alguien lo toma del hombro y lo saca violentamente de ese mundo irreal, era el dueño del local que le decía:
-Bulito, Bulito,…¿Con quién estás vos?
¡Yo vine solo…! Exclamó con un dejo de orgullo.
¿Solo? Mira que ya oscureció…

El niño se levantó de un salto y se dirigió a la puerta de salida, observó la vereda y la calle, mojadas por la lluvia, cuyo sonido no escuchó; las sombras de la noche cubrían la pequeña ciudad, el encapotado cielo impedía ver estrellas, a lo lejos en la esquina, se percibía el resplandor del pequeño foco de alumbrado público…aspiró el fresco aire, con reminiscencias de tierra mojada, se orientó y comenzó a caminar siguiendo el rumbo correcto…

Todavía no había recorrido una cuadra, cuando se percató que alguien lo seguía de forma disimulada; pretendió quitarse esa idea, sin despertar sospechas; miró a la vereda de enfrente, era un hombre que tenía puesto un piloto largo y cubría su cabeza con un sombrero de fieltro,…Si él andaba, el hombre también lo hacía…si se detenía, el sujeto también se detenía;… comenzó a asustarse, no obstante, trató de confirmar sus sospechas, se detuvo frente a la iluminada vidriera de la Librería A – B – C… Entonces pudo comprobar que sus temores y presentimientos eran ciertos, alguien lo estaba siguiendo… Lo invadió una gran ola de miedo, y el miedo es un mal consejero… corrió calle abajo y en la esquina, en lugar de seguir derecho, dobló hacia la derecha por la calle Sarmiento, donde para su sorpresa se encontró en un lugar que no podía reconocer. Titubeó…

La calle era oscura…los focos de luz de las esquinas eran pequeños, titilaban por la corriente eléctrica que entonces era de corriente continua… Corrió desesperado y dobló a la izquierda, recorrió varios metros hasta que reconoció la silueta inconfundible del viejo Colegio Nacional, entonces se sonrió, se dio cuenta que estaba en su barrio…

Entró a su casa corriendo, agitado y gritando terriblemente:
-¡Me sigue un hombre,…me sigue un hombre…!

Su corazoncito latía violentamente, por efectos del susto y de la alocada carrera de varias cuadras seguidas; sus familiares lo rodearon, le pidieron que se calmara y que relate tranquilo lo que había ocurrido. Sentado en una sillita de madera observó con detenimiento a cada uno de sus interlocutores y ya calmado comenzó su relato.  En aquel momento divisó a su padre y contó con detalles la causa del susto que tenía.

Entonces su padre salió del recinto un momento y al regresar traía puesto el piloto y el sombrero de fieltro y le expresó que fue él quien lo seguía, por que deseaba comprobar si era capaz de regresar solito en la oscuridad, hasta el seno del hogar.

Dotado de aquella santa paciencia que solo un padre tiene con su amado hijo, le explicó que había esperado largo tiempo frente al cine, con la secreta esperanza que lograra superar todos los contratiempos solo, sin ayuda externa, afianzando su confianza en si mismo y aumentando las posibilidades de desenvolverse sin otra ayuda en la vida futura.

Aún cuando todavía era tierna mi edad, el ejemplo de vida y de libertad que me brindara mi padre, me decían que él era un gran educador, en todo el sentido de lo que puede significar esa hermosa palabra.

Hasta la próxima vecinos.


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