EL APORTE DE SAMARANCH AL OLIMPISMO MODERNO

Bajo su mandato del cual el movimiento olímpico adquiere una transcendencia global, se comercializa por completo y donde se admite por primera vez al deporte profesional.

El lema «lo importante es participar» ya es historia y se transforma en el competitivo postulado que domina los juegos actuales «lo importante no es participar, sino vencer».

Con Samaranch los aros olímpicos se transforman en un artículo de consumo, y los campeones olímpicos comienzan a recibir suculentos honorarios por sus victorias. Sus medallas se convierten en verdaderos salvoconductos al paraíso publicitario.

Sin embargo, Samaranch tuvo con enfrentarse adversarios, personas que no estaban de acuerdo en que los Juegos sagrados se transformaran en una empresa. Partidarios de unos Juegos, por así decirlo, limpios, libres de la influencia del dinero y, por ende, de la pomposidad, los escándalos del doping y de la corrupción arbitral. Estas tendencias olímpicas, increíblemente todavía siguen vivas incluso hoy, nueve años después de que Samaranch cediese la vara de mando al belga Jacques Rogge. No obstante, con cada nueva olimpiada estos idealistas van menguando, mientras que la dimensión comercial del evento deportivo universal por excelencia, por el contrario, medra, transformándose en un espectáculo con la participación de los mejores deportistas del mundo.

Hasta la aparición del marqués de Samaranch en la jefatura, las actividades del Comité Olímpico Internacional eran relativamente modestas, llegando incluso a tener problemas para encontrar ciudades-anfitrionas para los Juegos. Estas ciudades después se veían obligadas a buscar, a inventar fuentes de ingresos para financiar, para garantizar la celebración del evento. Por supuesto, la palabra beneficio no estaba en la mente de nadie en la sede del COI.

Con Samaranch el COI no sólo se transforma en una organización absolutamente independiente en el aspecto financiero, sino que pasa a ser una ente muy a tener en cuenta incluso por las más grandes multinacionales. Y no en vano, ya que pertenecer al selecto club de los patrocinadores de los JJOO pasa a ser un verdadero privilegio, que se convierte en exclusivo por adquirir los carísimos derechos de transmisión televisiva. Estas transacciones siempre han llevado la sombra de la corrupción, que nunca ha abandonado ni al COI y ni al propio Juan Antonio Samaranch.  

Noble español, que apoyó a los falangistas de los círculos del dictador Franco,
también fue tildado de mantener unas relaciones demasiado íntimas con Moscú. Le acusaron, sin pruebas, solamente en base a suposiciones, de ser un agente reclutado por la KGB.

Es conocido que la Unión Soviética le prestó un gran apoyo en las elecciones celebradas en Moscú al puesto de presidente del COI. El marqués entonces disfrutaba de su puesto de embajador de España en Moscú y mantenía estrechos contactos con los dirigentes del deporte soviético, representados en la figura del vicesecretario del comité organizador de la Olimpiada Moscú-80, Vitali Smirnov. El vicesecretario fue uno de los principales negociadores de votos entre el bloque socialista para el marqués de Samaranch.

La epopeya de Samaranch al timón del movimiento olímpico, que comenzó en Moscú, terminó también en la capital rusa veintiún años después con la elección de Jacques Rogge. El español dejaba de ser presidente del COI, pero su época continuaba. Una época que, definitivamente, termina ahora con su muerte.

Probablemente, se lo ganó por su forma de ser y su talante, así que, a veces, en las reuniones informales sin corbatas de Moscú, los tertulianos se dirigían a él, a un representante de la alta sociedad europea, a una persona respetable y adinerada con el nombre de Iván Antonovich, a lo que Samaranch respondía con una sonrisa.

A Samaranch le recordaron constantemente su pasado falangista, algo que él nunca intentó ocultar, pero siempre olvidaron su sensibilidad política al captar la corriente de modernidad y cambios en la sociedad española. Una gran flexibilidad que se vio claramente reflejada en el episodio de su designación como embajador de España en la Unión Soviética. Corría el año 1977.

Este episodio fue comentado en más de una ocasión por el marqués (posteriormente, fue descrito en su totalidad en el libro del entonces portavoz de prensa del Comité Olímpico de la URSS e intérprete de Samaranch, Alexander Ratner): «Solo unos días después de mi llegada a Moscú, a la capital de la URSS, se celebraba un gran foro internacional. En calidad de invitada había llegado una delegación de los comunistas españoles encabezada por Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo. Yo me dirigí al Palacio de los Congresos del Kremlin, los busqué y les dije que, como embajador de España estaría encantado de recibirles en mi residencia oficial. Vinieron, y con ello quedó demostrado que los problemas políticos en España habían quedado en el pasado. Había comenzado una nueva era…»

Vitali Smirnov le volvió a echar un cable en 1992 cuando, tras la disolución de la Unión Soviética, su potente equipo olímpico, en aquel momento principal rival de la selección de los Estados Unidos, pudo no haber asistido a los JJOO de Barcelona. Esa ausencia podría haber sido un tremendo golpe para Samaranch, que con grandes dificultades había conseguido la elección de la candidatura de su ciudad. Barcelona se hubiera quedado sin el espectáculo de la largamente esperada pugna de los dos colosos olímpicos. Con ello hubieran descendido sensiblemente los ingresos por publicidad, basados en una lucha deportiva URSS-USA que, en los estertores de la guerra fría, continuaba siendo todo un caramelo televisivo. Smirnov movió Roma con Santiago para que la selección de la Comunidad de Estados Independientes estuviera presente en Barcelona. El público lo percibía como el equipo soviético.

Siendo ya presidente de honor del COI, Juan Antonio Samaranch devolvió el favor a Rusia en las elecciones de los JJOO de invierno del 2014, celebradas en Guatemala. La opinión de Samaranch nunca fue obviada: era una persona con una gran experiencia y con una febril actividad para asistir a los eventos deportivos más importantes, desde finales de la Liga de Campeones de fútbol a las olimpiadas… mientras tuvo fuerzas, hasta los últimos días.

Alexander Gorbunov
RIA Novosti

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