CHAU, NEGRO


Sería bueno que, en éstos días, muchos de los que escriben sobre «el negro», su trayectoria y sus valores, se miren en ese espejo y pasen del elogio -legítimo o de circunstancia- a defender sus principios.
Porque lo que más importa en «el negro», más allá de su profesionalidad, su inteligencia y niveles de desarrollo cultural, de lo que todos hablan ahora, son sus ideas, su disposición a construir una nueva vida, su rechazo frontal a la propuesta de negociar con los mercaderes del templo que -en éstos días más que nunca- suelen disfrazarse de custodios de la libertad de expresión.
El querido negro José María Pasquini Durán, nacido en Salta, hijo de un trabajador ferroviario, era un periodista de nivel académico y, al mismo tiempo, popular en el sentido transgresor de la palabra, un militante proletario del periodismo aunque escribía sobre la «Concepción Morista del Historia», el terrorismo de estado o las condiciones de vida de los obreros de la construcción.
Fue un cronista de la vida, un relator responsable, fidedigno, siempre muy bien documentado de los hechos que investigaba. Con el querido «negro» navegamos juntos varias publicaciones, entre ellas, la revista «Imagen del País» que tenía columnistas emblemáticos, entre ellos dos obispos, el argentino Jerónimo Podestá y el brasileño Helder Cámara.
Cuando sus dos hijos empezaban a gatear se mudó a Caballito, frente al Parque Rivadavia. Imagen del País estaba en Belgrano y Entre Ríos, asi que con frecuencia veníamos caminando hasta su hogar en Guardia Nacional y Rivadavia, hablando de bueyes perdidos y de la necesidad imperiosa de construir otro mundo, su obsesión cotidiana por la cual luchó desde que, siendo un adolescente, empezó a colaborar en periódicos obreros.
Así quiero recordarlo, así lo llevo en mi memoria, no quiero asociarlo a la tristeza, mucho menos a la nostalgia. El negro está de pie vivito y coleando entre nosotros.

Luis Tino Sicilia.

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