PRIMEROS PASOS EN LA DOCENCIA

Al principio, Blas, Rubén y yo vivíamos allá en la Colonia, pero jóvenes veinteneros como nosotros, no podíamos continuar así después de estar en aquellas condiciones durante cinco meses, queríamos experimentar otras alternativas diferentes que respondieran más a nuestras inquietudes juveniles, en la Colonia, que además era nueva, no había chicas de nuestra edad, para ello debíamos ir al pueblo, pero este quedaba a siete kilómetros de distancia; de tal forma que, para tener un tete a tete con una niña y después de una jornada laboral de nueve horas y preparar las tareas para el día siguiente, no nos quedaba  tiempo para iniciar acercamiento cercano de ningún tipo con las damiselas y había que encontrar urgente salida al problema;. Averiguando con otros jóvenes de nuestra edad nos sugirieron que alquiláramos una vivienda en el pueblo y poco tiempo después logramos el objetivo y nos mudamos a nuestro nuevo domicilio.

A partir de ese momento, los días lindos, caminábamos los siete kilómetros hasta la escuela, de ida y de vuelta. En cambio, cuando llovía, un taxi nos llevaba hasta la escuela y nos buscaba a las 17,25 horas; esto solucionaba todos nuestros inconvenientes, dado que los tres teníamos doble turno (trabajábamos mañana y tarde) De esta manera, cuando las primeras sombras de la noche, comenzaban a volcar su negro manto sobre el poblado, los maestros de Arroyo Bonito, estábamos listos para entrar en acción.

Podría decirte que, en el pueblo teníamos popularidad ganada entre los estudiantes de la Escuela Secundaria y otros que no asistían a clases, pero que al igual que nosotros, eran laburantes. Claro con las madres de chicas en edad de merecer, ya era otra cosa, allí no teníamos tanta popularidad, al contrario, prácticamente nos consideraban como hijos de Satán y brindaban mil recomendaciones para que las niñas se protejan de los sinvergüenzas maestros citadinos. De cualquier forma te diría que había muchas tentaciones y muchos huertos con bellos y dulces frutos, a la espera de ser cosechados oportunamente Cualquier granjero de nuestra zona sabe que todo aquello que no se recoge dentro del término se pasa y luego se pudre; así que habría que agradecer a todos los zafreros y tarjeros que evitan que los frutos se pierdan inútilmente.

Volviendo a la Escuela, nosotros carecíamos de una campana, pero un vecino trajo un viejo carter de tractor y un martillo para que sirviera de badajo, lo colgó con una trenza de ocho tiras, de alambre San Martín,  en una esquina alta de la galería. El  argentino sonido que producía, era fuerte y claro y se escuchaba hasta en el mismo pueblo. Nuestros vecinos se jactaban por que según opinaban, era posible colocar en los relojes la hora oficial (la que transmitían las radios: Belgrano, Splendid y El Mundo de Bs As.) con el momento de inicio de la llamada. La entrada a clases, se producía media hora más tarde

En el curso de cada mañana, yo atendía todas las documentaciones escolares, la escuela era de segunda categoría, -eso significa que el Director en ese turno no atiende grado alguno- hasta las diez horas y luego preparaba algún guiso o sopa que sería nuestro almuerzo. Blas atendía 6º y 7º grados -acoplados- y Rubén llevaba 4º y 5º grados, también acoplados; eran los alumnos mayores, aquellos que en los crudos inviernos, salían muy temprano de sus casas, muchas veces antes de que amaneciera, para llegar a horario a clases. En aquella zona, durante el invierno, las heladas, pintaban de blanco el verde pasto y sus tiernas hojas quedaban duras y crujientes. Como el galpón que nos servía de escuela estaba dentro de un rozado nuevo, había muchos troncos de árboles que aquellos niños que llegaban primero encendían con fuego, para calmar el frío y calentar manos y cuerpos.

Fueron esos mismos colonos los que nos endilgaron la fama de buenos maestros, sus grandes elogios trascendieron y nos brindaron un prestigio amplio, con que nos reconocían en todas las colonias de los alrededores de aquel poblado.

Fueron los padres de nuestros alumnos, los que consideraron que bastaba con que contaran que los maestros del Bonito:
— “. . . esos si trabajan y no es joda. . .” y con eso consideraban que no era necesario dar  mayores explicaciones sobre el tema.
–“Todo lo` día nuestros hijos tienen trabajo coregido en lo` cuadernos”
En cada aula tiene palangana, agua, jabón y  toalla. Colgaron solos cortinas.
–“Ni en la casa vo` no va` a encontrar basura, por que pusieron tacho` pintados. En el baño de la escuela no hay un solo olorcito, siempre está bien limpito, hasta pode` comer allí dentro, si vo` queré”

Le enseñaron jugadas preparadas de fútbol, que ni los del equipo de Libertad  (Era el cuadro que representaba a la Colonia en el torneo local) conocían; juegan a las bolitas con los chicos, entonces ahora ya no pelean.

Con las guainas juegan a la ronda, enseñaron otras nuevas y cantan distintas canciones con ellas.

Pasen frente a la Escuela y van a ver, llevan meses tratando de sacar un tronco, no pueden, pero ellos no aflojan. . . Se sacan los guardapolvos y la camisa y baten con el hacha, el machete y la azada. Son bien guapos.

Sin que los maestros lo supiéramos, aquel tronco de árbol duro, desgraciado, que tanto trabajo nos dio y no pudimos sacarlo. . . Ese fue el que nos granjeó las simpatías de toda la Colonia, por el empeño que mostramos, por el tesón manifestado.

Una mañana después de varios días de lluvia, escuché voces en el frente y  salí a ver, toda la Colonia se había congregado en el patio de la escuela los hombres con rastras, yuntas de bueyes y arados y sus respectivas mujeres con azadas y enormes mudas de plantas florales, en una mañana nos dejaron en el frente dos hermosos jardines, que en los años siguientes ampliamos.

Para mejorar la tarea escolar, contactamos con colegas de otros establecimientos provinciales y efectuamos intercambios de ideas y trabajos, con lo que conseguimos superar problemas existentes en algunas materias.

Pero en realidad, esto ya es parte de otra historia.

Hasta la próxima vecinos

Coco Camaño
El Libertador en Línea


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