LA PRISIÓN DE ANDRÉS ARTIGAS



Por Oscar Daniel Cantero   ***

Andresito,una vez tomado prisionero, fue trasladado directamente a Rio de Janeiro y fue recluido en la Fortaleza de Santa Cruz.

A principios del año 1819 Andrés Artigas culminaba los últimos preparativos de la que sería su última campaña, que tenía como objetivo nuevamente recuperar los pueblos misioneros ubicados al este del Uruguay, ocupados por los portugueses desde 1801. A diferencia de la campaña de 1816, por entonces la perspectiva del futuro del artiguismo se mostraba mucho más sombría: los portugueses ocupaban Montevideo y gran parte de la Banda Oriental al tiempo que las fuerzas de Chagas Santos habían destruido y saqueado los pueblos misioneros. Santa Fe permanecía amenazada por las fuerzas centralistas. En Buenos Aires, a su vez, los directoriales se disponían a consolidar un proyecto de organización centralizado a través de la sanción de una Constitución que se sabía inminente y que se preveía que no reconocería ningún tipo de autonomía a las provincias. De hecho, el Congreso se había trasladado de Tucumán a Buenos Aires, y entró en abiertas negociaciones con los portugueses a fin de neutralizar de manera conjunta al enemigo común: el confederacionismo artiguista.

El 26 de abril de 1819 las fuerzas misioneras ingresaron a territorio enemigo por el Alto Uruguay, ocupando con facilidad los pueblos del norte de las Misiones Orientales tras obtener una victoria en San Nicolás. Inmediatamente, Andrés Artigas dejó una guardia en el norte al mando de Vicente Tiraparé y partió hacia el sur buscando establecer contacto con el resto de las fuerzas artiguistas. No logró hacerlo y finalmente fue derrotado en Itacurubí por una partida al mando del comandante riograndense José de Abreu, el mismo que había frustrado sus planes de ocupar San Borja tres años antes. Las tropas guaraníes se dispersaron y regresaron a la orilla occidental a través de diferentes pasos. Andrés Guacurarí, quien había sido herido en combate, tuvo la mala suerte de ser sorprendido en el momento en que intentaba cruzar el río. Tras una breve escaramuza, fue apresado y trasladado al San Borja.

Desde allí fue trasladado a Porto Alegre y finalmente fue remitido por mar a Río de Janeiro junto a otros prisioneros, entre los cuales se encontraba su secretario fray José Acevedo. Aunque la tradición popular refiere los malos tratos que sufriera el Comandante, que habría sido llevado a pie y atado con cuero crudo según se suele afirmar, lo cierto es que esas aseveraciones carecen de todo sustento documental. Según los escritos conservados, muchos de los cuales se encuentran en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, los portugueses respetaron la condición de oficial de Andresito y no lo sometieron a los maltratos físicos que sí sufrieron otros indígenas y criollos de menor rango. Existe evidencia de que éstos trabajaron en obras públicas bajo condiciones muy duras de explotación, y otros incluso fueron utilizados como tripulación forzada en barcos que viajaban a África.

Andresito, en cambio, fue trasladado directamente a Rio de Janeiro y fue recluido en la Fortaleza de Santa Cruz. Numerosos prisioneros artiguistas fueron a parar a las celdas cariocas a medida que se iban sucediendo las derrotas artiguistas, incluyendo a figuras importantes como Juan Antonio Lavalleja y Fernando Otorgués, entre otros. Muchos de los prisioneros rioplatenses fueron recluidos en dos prisiones: Santa Cruz y la Ilha das Cobras. Ambas son todavía hoy propiedad militar; la primera está abierta incluso al turismo y constituye uno de los sitios de interés histórico de la ciudad de Niteroi, frente a Rio de Janeiro, al otro lado de la bahía de Guanabara.

Aunque Andresito fue inicialmente recluido en Santa Cruz, fue luego trasladado a un lugar mucho más sórdido: la isla de la Lage (ver ilustraciones). No se conocen las razones del traslado a ese lugar. Tal vez se trató de mantenerlo en un lugar seguro, del que no pudiera escapar. La Lage podría considerarse como una cárcel “de alta seguridad”, ya que se encuentra ubicada en un islote el medio de la Bahía de Guanabara, entre las fortaleza de Santa Cruz y São João donde la violenta rompiente de las olas hacía imposible cualquier intento de evasión. Hoy es un lugar abandonado y de difícil acceso, en el que conviven las ruinas de la antigua prisión colonial con fortificaciones y cañones instalados a principios del siglo XX. En las fotos de muchos turistas misioneros que posan en los miradores del Pão de Açucar aparece sin que lo sepan el pequeño islote en el que permaneció encerrado el Comandante Guacurarí durante un año y medio.

 

Por Oscar Daniel Cantero, especial para MTH.

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