ESCUELA DE COOPERATIVISMO EN CHILE SE BASA EN EXPERIENCIA URUGUAYA


por PROGRAMA FIDA- (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola) MERCOSUR

Ignacio Arboleya integra el Centro Cooperativista Uruguayo y participa de los programas de formación en cooperativismo que FIDA Mercosur CLAEH realiza en Chile. Un movimiento cooperativo que tiene cosas interesantes a seguir y la experiencia institucional del CCU hicieron que Uruguay pudiera participar en este proceso de cooperación sur-sur, destacó.

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El programa empezó el año pasado con dos cursos: uno para unos 30 directivos de cooperativas asociadas a la Unión Nacional de Agricultura Familiar de Chile (UNAF) y otro para 27 técnicos del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario de Chile (INDAP). Estos cursos dieron inicio a un proyecto conjunto que tienen UNAF, INDAP y el programa FIDA Mercosur CLAEH: el desarrollo de una escuela de cooperativismo con la finalidad de generar capacidades.

El CCU está involucrado con un equipo técnico que incluye agrónomos especializados en temas cooperativos y procesos asociativos; una asistente social dedicada a la gestión social de emprendimientos cooperativos y asociativos; una contadora especialista en la gestión económica, financiera y contable de organizaciones cooperativas.

—¿Esa escuela cooperativa cuándo se puso en marcha?


—Se puso en marcha el año pasado. Juntos con estas tres patas (UNAF, INDAP y el programa FIDA Mercosur), que son el origen del programa. Participa el CCU invitado por el FIDA Mercosur para ser el ejecutor de parte del programa. Y dado que tuvo muy buenos resultados el primer ciclo del año pasado, las tres partes del programa y el CCU decidieron hacer una segunda vuelta durante el 2015. Pero con algunos cambios, con el objetivo de generar capacidades para que estos cursos sean replicables con docentes y recursos humanos de Chile, para que la escuela de cooperativismo quede funcionando orgánicamente en Chile a través de la gestión de la UNAF.


—¿Por qué se va desde Uruguay a hablar de cooperativismo en Chile?


—Eso se da por una circunstancia particular que tiene Chile con respecto al cooperativismo. A diferencia de lo que ocurrió en otros países de América, el cooperativismo en Chile tuvo un desarrollo importante en los años 50 y 60, y luego, durante la época de la dictadura, fue bastante cortado o reprimido. Con la vuelta de la democracia hubo algunas experiencias de desarrollo cooperativo instrumentadas por el INDAP que no tuvieron mucho éxito. Esa realidad —que no habían quedado muchas cooperativas sobrevivientes del período de la dictadura y que las experiencias de asociativismo que se habían ensayado a través del INDAP no habían tenido mucho éxito— llevó, por un lado, a que el INDAP no priorizara la herramienta cooperativa como una herramienta de trabajo a nivel de programas de apoyo a la agricultura familiar de Chile, y, por otro lado, a que las cooperativas que estaban tuvieran un desarrollo relativo bajo, bastante menos fuerte que los que se dieron en países como Brasil, Argentina, Paraguay o Uruguay.

¿Qué cambió ahora? Se dio una conjunción de factores. Por un lado, la revalorización de la herramienta cooperativa como un instrumento de apoyo y fortalecimiento, y sobre todo de facilitación de la inserción de los mercados de la agricultura familiar. Por otro lado, la voluntad política del nuevo gobierno de Chile, en el segundo período de Bachelet, de impulsar las formas cooperativas, que se está traduciendo en algunos cambios en la institucionalidad pública de Chile. También, por parte del INDAP, la idea de acatar esta línea de política del gobierno de Bachelet y de tratar de ir instrumentando experiencias cooperativas. Y por otro lado, la acción de la UNAF, que es una federación relativamente reciente de cooperativas, que ha ido juntando o agrupando a un conjunto de cooperativas aisladas, mostrando que tienen cierta vigencia y que tienen una importancia económica en Chile.

—¿Y por qué se elige que sea Uruguay el ejemplo?


—Por dos cosas. Por un lado está la trayectoria del CCU, que tiene más de 50 años de trabajo en los temas cooperativos y que ya ha proyectado su trabajo en la región, entonces era una institución confiable para el programa FIDA Mercosur para transmitir el bagaje y la experiencia del cooperativismo uruguayo pero también de la región, porque nosotros ya hemos trabajado en otros lugares. Por otro lado porque el fenómeno cooperativo uruguayo es interesante en la medida en que ha tenido un desarrollo relativamente autónomo del Estado, más allá de que las políticas del Estado, como en todos lados, han influido positiva o negativamente en su desarrollo, pero tiene una política de desarrollo autónoma que es bien interesante para proponer y trabajar.


Esas dos circunstancias, un movimiento cooperativo que tiene cosas interesantes a seguir y la experiencia institucional del CCU, hicieron que Uruguay pudiera participar en un proceso de cooperación sur-sur, por decirlo así.

—¿En qué etapa está la
formación?

—Este año hay algunos cambios. En vez de un curso nacional de la UNAF, se van a hacer dos cursos regionales que van a abarcar una mayor cantidad de directivos o de integrantes de las cooperativas socias de la UNAF. La idea además es empezar a adaptar esos cursos a una dimensión más replicable. El objetivo es que se puedan dar módulos de cursos con un funcionamiento con mayores posibilidades de repetir. Este año la meta es llegar a unos 50 directivos e integrantes de cooperativas.

Se busca también que haya un mayor involucramiento de técnicos o docentes chilenos en el dictado de los cursos. La idea es que, trabajando en una especie de curso de formación y de acción con los equipos nuestros, estos docentes vayan generando experiencias y prácticas relativas al curso, los enfoques, las metodologías y los contenidos.

Está también la idea de hacer un curso de formadores o de animadores para la formación, con la finalidad de generar un conjunto de personas, de técnicos o de directivos que sean capaces de replicar parte de estos cursos o de los módulos de estos cursos.


—¿Qué temas se estudian?

—El enfoque es abordar una buena parte de las temáticas y de los desafíos que se encuentran cuando uno quiere desarrollar o apoyar, en el caso de un técnico, un emprendimiento asociativo o cooperativo. Un componente importante es el marco político-económico en el que funcionan las cooperativas. De hecho, una de las situaciones que se están dando es que el gobierno chileno está generando o ha generado instrumentos de trabajo que pueden ser útiles para el desarrollo de las cooperativas y muchas veces los técnicos del INDAP o las propias cooperativas no los conocen. Entonces una parte importante del curso se destina a ilustrar sobre las nuevas políticas o los nuevos instrumentos de política o los instrumentos que ya existen y a los que las cooperativas pueden acceder […].

Otro componente tiene que ver con la gestión propiamente dicha, sobre todo para los directivos o integrantes de las cooperativas. La gestión económica de las cooperativas es una demanda importante, a la que le habíamos dado cierta presencia en el primer curso, pero después de la evaluación los participantes pidieron que este componente de gestión económica tuviera más presencia.

Otro componente que ocupa una buena parte del curso es la gestión social organizativa. Un emprendimiento asociativo o cooperativo supone, entre otras cosas, tomar decisiones colectivas, lo cual normalmente tiene su complejidad, porque uno tiene que saber escuchar, saber acordar, saber tomar decisiones en conjunto, en tiempos y plazos razonables.

También se trabaja bastante en el aspecto de los diferentes órganos que tiene una cooperativa: la asamblea, la comisión directiva, la comisión fiscal, la presencia o no de comisiones de trabajo, la motivación de la participación ya sea de género o de juventud, todos aspectos que hacen a la cooperativa como emprendimiento económico-social.
Y la última parte, que es muy importante, es la centrada en lo que podrían ser los planes de negocio o los proyectos de servicio que desarrolle esa cooperativa, es decir, cómo administrar planes de negocio cooperativos, cómo desarrollarlos, cómo analizar su viabilidad, etcétera.


—¿Cómo hacen para
elegir los casos?

—Uno de los desafíos con los cuales nos encontramos y que todavía tenemos es que nosotros tenemos un bagaje de situaciones y casos de la experiencia uruguaya, mientras que para que […] el curso fuera mejor era importante que se pudieran analizar casos chilenos. El criterio es que el caso tiene que habilitar una discusión interesante y tener más de un resultado posible. Porque uno de los elementos que uno tiene que tratar de transmitir cuando trabaja en temas de gestión cooperativa o de toma de decisiones cooperativas es que puede haber más de una solución. No hay una solución única, siempre es una combinación óptima de acuerdo a las características de cada organización.

Entonces elegimos dos casos que elaboramos con información que nos suministraron las cooperativas y UNAF. Fueron dos casos de decisión en los que simulábamos, a partir de un ejemplo real de dos cooperativas chilenas, situaciones en las cuales los participantes del curso tenían que tomar decisiones como si fueran directivos de esas cooperativas. Se les suministra un conjunto de información, y también un conjunto de dudas y preguntas —porque uno siempre tiene un margen de incertidumbre cuando toma una decisión— para que los participantes pudieran desarrollar en forma colectiva una alternativa de respuesta a los planteos que se les hacían.

Dado que hacer un caso según la metodología de estudios de casos supone contar con mucha información, y el año pasado no lo pudimos hacer correctamente, este año cambiamos la metodología. En vez de trabajar sobre estudios de casos elaborados a partir de situaciones reales pero simulando cooperativas que no existen, vamos a analizar tres situaciones problema de cooperativas reales.

—¿Cómo han recibido los participantes el tema?

La metodología que aplicamos implica hacer evaluaciones parciales después de cada módulo, de los participantes de los cursos, y después una evaluación global. Tanto las evaluaciones de los módulos parciales como las evaluaciones globales fueron muy buenas, y además percibimos un interés muy importante de los participantes, de los cooperativistas. De hecho están en pleno desafío de consolidar sus cooperativas, de ganar espacios, de aprovechar este marco de políticas que empieza a ser favorable para ellas, y también de enfrentar los problemas que tiene cualquier organización cooperativa de agricultura familiar, que tienen que ver con la escala, problemas de recursos, de financiamiento. Sin duda hay mucho entusiasmo.

Lo mismo entre los técnicos del INDAP. El primer curso estaba previsto para 25 y terminó siendo para un poco más porque no hubo forma de limitar la participación. A partir de ese curso exitoso ya hay un grupo de interesados muy importante para hacer este segundo curso. Por lo mismo, porque los técnicos trabajan en territorio, tienen demandas de organizaciones cooperativas, tienen inquietudes para poder resolver algunos temas en forma asociativa, entonces entienden que tener más elementos o instrumentos de trabajo para poder trabajar con este tipo de emprendimientos es importante para su desarrollo profesional y su tarea.

Y entendemos que hay un marco de política en Chile muy proclive hoy a favorecer los emprendimientos cooperativos. Eso hace que estos cursos hagan sinergia con otras líneas de trabajo que está instrumentando el gobierno chileno, por ejemplo con la División de Asociativismo y Economía Social del Ministerio de Economía, una nueva área que se creó en este gobierno para atender todos los aspectos de desarrollo y promoción de la economía social en Chile. Ellos están encarando una tarea de formación de profesionales y de técnicos gubernamentales para tener una mayor sensibilización con respecto a los temas cooperativos y de economía social. Entonces de hecho este movimiento que se hizo de forma piloto entre INDAP, el programa FIDA Mercosur y UNAF guarda total coherencia con la política que está instrumentando el gobierno chileno.

—¿Hay algo que quiera destacar de esta experiencia?

​ —Me parece importante decir que este proceso de trabajo de la escuela de formación cooperativa tiene antecedentes de apuestas importantes que hizo el programa FIDA Mercosur antes del 2014. FIDA Mercosur apoyó la consolidación de la propia UNAF, hizo un primer diagnóstico de las cooperativas agrarias chilenas que permitió tener una cuantificación de las cooperativas tanto en el número de socios que integraban, en la actividad económica. Eso también permitió sensibilizar al INDAP en la temática. Esas apuestas hoy están teniendo un producto concreto que es la formación de la escuela de cooperativismo.​

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