LA SUBLEVACIÓN DE LOS INDIOS PAMPAS EN EL INGENIO SAN JUAN



 por Julio Cantero

Un 23 de Junio de 1888 ocurrió un hecho trascendental para muchos pero desapercibido para la mayoría de nosotros, un grupo de más de 260 indios pampas y ranqueles escaparon de la esclavitud a la que eran sometidos en Misiones, no era la primera vez que se producían levantamientos de este tipo pero si la primera vez que lo lograban.
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Afortunadamente se sabe como ocurrió aquella rebelión y desde hace un tiempo se conoce mucho mejor la vida de quien la encabezó. Estamos hablando de la “Sublevación de indos Pampas en el Ingenio San Juan”.

Todo comenzó en 1876 (o antes). El Gral. Julio Argentino Roca estaba dispuesto a capitalizar los éxitos y avances logrados por su antecesor en el Ministerio de Guerra Valentín Alsina, fallecido recientemente en extrañas circunstancias. El plan era arremeter contra los indios de La Pampa (violando los tratados de paz firmados recientemente) y dividirlos, romper sus lazos de etnia y tribu y si fuese posible sus lazos familiares, asesinar a los más combativos y utilizar al resto como mano de obra barata. Todo ello para el fin máximo de apropiarse de sus tierras. En el marco de esa campaña que apuntaba a etnocidio, que se conoce como la Conquista al desierto, se rapto a cerca de 15000 habitantes pertenecientes a los pueblos originarios, se asesino entre 3000 y 5000 directa o indirectamente. La mayoría de ellos fueron sometidos a trabajos forzados o precarizados. Un grupo de cerca de 300 indios “pampas”, como eran llamados, llegó a Misiones en 1886 provenientes de aquel famoso campo de concentración que fue en ese entonces la Isla Martín García.

Rudecindo Roca, hermano del entonces presidente Julio A. Roca, era el gobernador. Una de las primeras cosas que hizo al llegar a Misiones fue construir un ingenio azucarero con tecnología de última generación adquirida en Francia gracias a un generoso préstamo que obtuvo del Banco de  la Nación. Para cubrir su necesidad de mano de propuso “civilizar a los indios a través del trabajo” y mandó traer contingentes de “prisioneros de guerras” apresados por el delito de defender sus tierras y sus modo de vida milenarios. Los primeros traídos fueron los Pueblos Tobas y Matacos del Chaco y Formosa. Con el tiempo, las condiciones de vida, las exigencias del trabajo y los malos tratos hicieron que estos trataran de huir en reiteradas oportunidades, pero fueron cruelmente reprimidos y aniquilados o murieron ahogados tratando de escapar en las caudalosas aguas del Paraná.  Su número se fue reduciendo y solo 4 años después de su fundación la mano de obra no era suficiente para la elevada producción que potencialmente produciría la tecnología a vapor del ingenio. Rudecindo Roca en persona solicitó y obtuvo más “personal”. Fueron traídos embarcados hasta el puerto de Corrientes y desde allí caminando hasta Posadas, alguien tuvo la gran idea de exponerlos para que el habitante posadeño común pudiera contemplar a la raza inferior de los pampas. Luego siguieron camino a Santa Ana, donde fueron instalados. Su vida allí seria simple, debían trabajar para el Ingenio y éste los alimentaria y les darían un rancho donde vivir, hay quienes dicen que este sistema de trabajo se llama esclavitud otros sostienen que son trabajadores rurales precarizados.

Eduardo L. Holmberg un viajero de los muchos que visitaron la exuberante Misiones de entonces visitó el ingenio San Juan y nos dejó su opinión al respecto de la escena que presenció:

“En aquel momento, el coronel [R. Roca] se preocupaba de instalar un grupo de indios cautivos que había llevado de Martín García, y dirigía penosamente sus primeros trabajos. No sé cuántos eran,  pero me pareció que había allí más de cien. Su tipo era Pampa ó Araucano, y procedían seguramente de las conquistas australes. Prisioneros en la isla nombrada con muchos otros centenares, el coronel los había solicitado, del Ministerio de Guerra, para su Ingenio, y, después de obtenerlos, los había instalado allí”

“el sentimiento de libertad nómada, incuestionablemente más íntimo, más hondo, más radicado, en los indios de La Pampa que en las turbas de gentes civilizadas de las ciudades […] el indio infantil, el niño del desierto puede adquirir el gusto por el trabajo […] Pero el guerrero, el cacique –jamás! […] el territorio de Misiones tiene un clima casi tropical, que no es propio para los rudos moradores de las comarcas australes […] si a estas causas fundamentales se agrega el trato que pueden recibir de los encargados de vigilarlos, bueno o malo […] pero que no haga deleite del salvaje cautivo, y los sentimientos de desgarro y sin sabor que se acumulan es su corazón, ya herido por la pérdida de su libertad, por el trabajo obligado y por el clima, se comprenderá bien que no se hará precisamente á la idea de conformarse que su espíritu se ha de entregar, sino, cuando menos, a la de recuperar la libertad perdida.

Cavilando sobre los medios de conquistarla, al fin se presenta una oportunidad favorable, y sería renegar de la naturaleza humana si no admitiera que aquellos cautivos, una vez en presencia de la oportunidad, no la aprovecharan”…

Las oportunidades favorables estuvieron presentes y los “pampas” organizaron su fuga y la pusieron en práctica el mediodía del 23 de junio de 1888.

Traemos aquí un compilado de testimonios de testigos de los hechos que nos ilustran muy verazmente cómo podrían haberse desenvuelto los hechos.

Reinaba entre los indios el descontento por el mal trato que les daba Jordán [Hummel el administrador o “mayordomo del Ingenio”]  “mui especialmete por haber puesto a  trabajar a las mujeres en el corte de caña”.

Yancamil [días antes] “cuando se encontraba embarrado el galpón” le dijo a Esteban Daneri que estaba esperando que llegara el general [Rudecindo Roca] para poner en su conocimiento todo este maltrato de parte de Jordán «como otros hechos que se cometían en el boliche con el peso y medida de los artículos que se compraban» desconocemos si creían que Rudecindo lo apoyaría o esperaba distraer y ganar tiempo sin levantar sospechas.

Patricio Salas sostiene en su testimonio que presume como causa de la sublevación «ha de ser la falta de algunos alimentos i sobre todo el hacer trabajar a las mujeres según manifestó al declarante el mismo Melideo».

El indio Juan Centeno «en las primeras horas del día» «tuvo aviso reservado del indio Huincá, que ese mismo día debían sublevarse todos los indios Pampas que trabajaban en el establecimiento»… «al darle la noticia lo hacía solamente por que tuviera cuidado», expresa Centeno quizás evadiendo que también él debía revelarse pero decidió no hacerlo.

Poco antes del mediodía también Juan centeno avisa a Secundina Achas, concubina de Jordán Hummel, el mayordomo del Ingenio. Que los indios pampas iban a sublevarse y que era necesario poner esto en conocimiento de Jordán. Ella va a buscar a Jordán por una parte mientras Centeno lo buscaba por otra.

Cuando encuentra y advierte a Jordán Hummel sobre la sublevación, éste venía del cañaveral en la locomotora, este le dijo «que estaba bueno»…

«como a eso de las diez a once de la mañana» el indio Centeno «por no haber encontrado a Jordán» avisó a Esteban Daneri (cocinero en el Ingenio) de la sublevación, éste le dijo que avisara a Jordán ya que no él podía hacer nada. En otras ocasiones quiso advertir de otras cosas a Jordán y este «lo echaba a pasear con palabras altamente ofensivas», a su vez Centeno dijo que ya había avisado a Jordan pero que este no le había hecho caso, «movió los hombros y le dio la espalda» entonces Daneri insistió en que fuera nuevamente como lo hizo.

Jordán hummel dice en su testimonio que solo “cerca de las una de la tarde” Juan Centeno lo advierte de la sublevación.

Daneri prosigue su testimonio diciendo que pasado un momento (de que enviara a Centeno a advertir nuevamente a Jordán) Jordán se presentó y le dijo que hicieran entrar unos cueros que estaban en el patio, Daneri le pidió entonces unos peones para que le ayudaran a hacer la tarea pero Jordán le contestó de mala manera «echándolo nuevamente a pasear» visto esto Daneri decidió ir después del medio día a Santa Ana a dar aviso al Juez.

Jordán Hummel advierte de la presunta sublevación a Guillermo Almeida encargado del negocio que se encontraba almorzando en la trastienda.

Daneri («después del medio día», ¿12:00 – 12:30 hs?) va a dar aviso al juez de Santa Ana y en el camino de la cabaña (iría en caballo?) se encuentra con un peón de la cabaña que le dice que el indio «[huincá]» con otros indios que había allí le habían quitado el Remington y balas que tenía, entonces Daneri regresa rápido al ingenio donde ya encontró sublevados a los indios. Dio su caballo al «empleado Roque Roa» para que fuera a dar conocimientos al Juez de Santa Ana.

Patricio Salas el herrero estaba en su casa almorzando cuando vienen los indios Santos, Simón y Yancamil y le preguntan por el mecánico Guillermo Gouchard, Salas le dijo que no se hallaba allí y estos sin creerle revisaron toda la casa sin encontrarlo, le preguntaron si tenía armas, respondió que no y se fueron. Luego regresó Santos preguntándole nuevamente por G. Gouchard, revisó la habitación y se marchó… Luego volvió a pasar por ahí Santos y le dijo que huyera sin darle más detalles del porqué… Don Patricio Salas se refugió en la fábrica (vio pasar indios de un lado para otro sin intervenir hasta que se fugaron y llego la policía).

Guillermo Almeida (encargado de la Tienda de ramos generales del ingenio) manda a un peón a la fábrica a buscar un Remington que le había prestado al ingeniero mecánico Guillermo Gouchard.

Guillermo Gouchard recibe al peón, pero éste le pide el Remington en nombre de Jordán, Gouchard lo envía a su casa donde le entregaron el arma, desde donde estaba Gouchard «en el conductor de caña» ve pasar a Jordán y le expresa «que puede llevar el arma que él no la precisaba», poco después escucha griterío y ve un grupo de indios pelearse con alguien en el depósito de la locomotora, «no sabe con quién», entiende que se trata de una sublevación y se dirige a su casa pero allí en la puerta dos indios armados con bolas no lo dejan entrar. Volvió a la fábrica y regresó con dos peones, pero los indios ya no estaban. Buscó el revólver y no estaba en donde lo guardaba, buscó entonces su salvación en los cañaverales allí fue atacado por indios que intentaron lastimarlo pero logró evadirse y encontró al peón Juan García. Le dijo que lo llevara a Santa Ana para avisar al juez,  García le dijo que ya estaba avisado. Entonces Gouchard pidió que lo llevara a lo del Puck (vecino del ingenio), allí fueron para regresar sólo al día siguiente.

Anastasio Valdez se encontraba con Guillermo Gouchard en la fábrica «componiendo una llave de maquinaria». Valdez afirma que eran las «doce i media» «cuando oyó unos gritos y decir a los peones que había pelea», mandó un peón a buscar el revólver que tenía en su casa pero este volvió diciendo que unos indios no se los permitieron, fue él mismo y se encerró junto a su familia, pasó por entre «un grupo de indios armados con palos bolas i machetes» pero no le hicieron nada. Desde su casa vio pasar a Cirilo Ríos, preso por un grupo de indios dirigidos por Yancamil.

El Agrimensor Arthur K. a las una de la tarde se encontraba en la habitación que ocupa «junto a la estación de la locomotora» cuando sintió «gran ruido», salió y vio a un numeroso grupo de indios armados con palos, machetes, hondas, boleadoras y lanzas. Entonces se encerró en su habitación y observó desde la otra puerta como saqueaban el negocio y las habitaciones de Daneri y del Gral. Rudecindo Roca.

Francisco Estrada (empleado del Ingenio) se encontraba trabajando junto a los Indios Matacos en la fábrica a las una del medio día cuando sintió el griterío salió y vio a Jordán con un grupo de peones en el depósito de la locomotora, tomó una carabina que no recuerda a quien se la quitó y disparó a la cabeza del grupo de indios que conducía prisionero al capataz Cirilo Ríos, quiso repetir el disparo pero la carabina no funcionaba, reunió entonces al grupo de matacos y les quitó sus machetes de trabajo y se los dio a los «cristianos». Los matacos asustados trataban de huir, entonces Estrada los condujo al cañaveral, donde permaneció a resguardo con ellos hasta que terminó el tumulto «y volvió con ellos al trabajo».

Cuando Guillermo Almeida abre las puertas del negocio que hasta entonces permanecía cerrada como de costumbre, es invadido inmediatamente por un numeroso grupo de indios armados capitaneados por “Simón, hermano de Yancamil”, quienes con empujones y amenazas de muerte lo obligaron a salir afuera. Se dirigió entonces a la fábrica.

A eso de las una de la tarde Juan Chavanne (ingeniero) sintió un gran griterío, salió de la habitación  que ocupaba en la administración que da a la barranca del río y vio un grupo de indios armados con machete que se dirigían por la bajada que da al río donde se apoderaban de la canoa y los vaporcitos anclados frente al embarcadero. Viendo el peligro inminente huyó al cañaveral, invitando a hacer lo mismo a la mujer de Esteban Daneri y sus tres hijos y a otra mujer y criaturas que se hallaban con él. Chavanne permaneció escondido 2 horas.

Ignacio Borja (peón del cuarto de la bomba) cuenta que a las una de la tarde estaba en dicho cuarto cuando oyó un tiro y al salir a la puerta se encontró con un grupo de indios armados capitaneados por Yancamil, quien ayudado por otro indio, le ató las mano atrás de la espalda. Y lo llevaron junto a Juana la mujer de Daneri y su hijo que ya tenían apresados a la pieza que acostumbra habitar el Sr. Gral Roca. Desde allí lo tomarían  cautivo hasta la noche.

Momentos después de haberle avisado «ya producida la sublevación», Juan centeno buscó y encontró a Jordán y le manifestó que era su amigo y que como tal pelearía a su lado. Después de haber manifestado su apoyo a Jordán lo acompañó, y a los que venían con él, al depósito de la locomotora de donde fueron repelidos hasta la fábrica nuevamente.

Saturnina Achas, concubina de Jordán Hummel, narra que momentos después que éste saliera para la fábrica ya advertido, se presentó en su casa un grupo numeroso de indios encabezados por Yancamil, armados de machetes y hachas, pidiéndole a gritos y con amenaza que les entregara las balas que habían allí, entrando todos los indios a la casa. La mujer de Jordán entonces abrió todos y cada uno de los baúles para que vieran que no había balas. Un indio habría intentado agredirla con un hacha en esta ocasión pero ella logró evitar los golpes que hubieran resultado fatales. Desde allí fue raptada con sus hijos, trasladada y encerrada en el cuarto de la bomba. Desde donde vio como los indios con Yancamil a la cabeza sacaba y se distribuían los Remington y machetes.

Saturnina Achas presenció cuando los primeros indios se embarcaban en la canoa y vaporcitos “Huascar y Fénix”, en ellos partieron todas las mujeres y niños y solo algunos hombres. Como media hora después de haber zarpado aguas abajo los vaporcitos, los indios emprendieron marcha en la misma dirección llevándola presionara junto a su hijo y el peón Ignacio Borja.

Juana Fernández, la pareja de Esteban Daneri, con quien convivía en el establecimiento, afirma en su testimonio que éste fue a Santa Ana “en busca de algunas cosas que necesitaba para la familia i de paso á poner el hecho en conocimiento del Juez”. Juana ve por la ventana pasar corriendo al Sr. Jordán Hummel, en ese momento se asoma y ve que, de los galpones ocupados por los «Indios Pampas», «salían todos éstos en grupo numeroso armados de palos, cuchillos i machetes, dando espantosos gritos dirigiéndose a las poblaciones ocupadas por el negocio y el mayordomo Jordán Hummel»; llegaron a la casa de Jordán, donde estaba su mujer e hijos y además se encontraba el peón Gabriel Florentín, entraron y tomaron al peón. En ese momento a Juana se le acercó el indio llamado Juan Rosa y le dijo que se escondiera.

Guillermo Almeida encuentra en la fábrica a Jordán y los peones, observaban desde ahí el saqueo del negocio y las otras poblaciones, presenció también como Yancamil llevaba preso a Cirilo Ríos y luego a la mujer e hijo de Jordán, al ver esto desde la fábrica súbitamente desapareció Jordán, se había escapado huyendo por entre los cañaverales junto con Guillermo Almeida.

Esteban Daneri llega a la fábrica y encuentra allí al azucarero Anastasio Valdes (sic) y Manuel [Villareo] que momentos antes había sido herido, entre otros peones, allí le dijeron que Jordán se había escapado por entre los cañaverales. Daneri pidió al indio toba Marincho que trajera a los demás tobas con los machetes de trabajo con el fin de prestar alguna protección

Juana Fernández se había encerrado en las piezas del Gral. Roca junto a sus tres hijos y la mujer de Ignacio Flores, llamada Josefa Villa[boa]. Minutos después Juana Fernández les abre la puerta a los indios que golpeaban violentamente y exigían a gritos que se les abra. Una vez abierto entraron con Yancamil a la cabeza quien les exigió que les entregara las balas que ellos sabían se guardaban en el altillo. El testimonio de Juana en el sumario dice «asegurándole Yancamil a la declarante que a ella personalmente no le sucedería nada porque no era a ella sino a Jordán y a Esteban a quien querían encontrar» (folio 31). Los indios comenzaron a apoderarse de las ropas y elementos que encontraban a mano «mientras Yancamil con su machete levantaba la puerta del altillo» entonces bajo amenazas hizo entrar a un hijo de Juana llamado Anselmo, al altillo para que le pasase todas las balas que había, luego son sacados a los empujones por el mismo Yancamil al patio, allí se encontró con la mujer de Jordán a quien también llevarían prisionera, y «al peón de la Bomba» Ignacio Borja que estaba atado con las manos en la espalda. Mientras tanto los indios culminaban el saqueo.

«Una hora después» de iniciada la sublevación «a eso de las dos, dos y media de la tarde», los indios sublevados se fueron embarcados en los vaporcitos «Huascar y fe[nix]» y en canoa y llevándose a los capataces «Cirilo Ríos [y] Gabriel Florentín»; los indios que no lograron embarcarse fueron por tierra caminando por la costa en dirección a lo que es «conocido por puerto Alves» aguas abajo, llevándose prisioneros a la mujer e hijo de E. Daneri, a la mujer e hijo de Jordán, a la mujer del peón Antonio Barbosa y al peón de la bomba Ignacio Borja.

“Los pampas” con los cautivos blancos, dos mujeres y sus hijos y un peón emprendieron camino a un monte espeso distante “20 cuadras del establecimiento”, donde se detuvieron por primera vez. Juana Fernández «pudo observar á pesar de estar separada i con centinela, que los indios que tenían armas fueron colocados por Yancamil en varios puestos á manera de centinelas, mientras que la canoa embarcaba indios para pasarlos al frente, a la costa paraguaya» donde ya habían arribado las dos embarcaciones, una de ellas un pequeño barco a vapor, que transportaron la mayor parte de los fugados.

En esta primera parada del contingente en fuga por la costa argentina, al regresar la canoa se embarcan aproximadamente 20 indios. Separada la canoa de la costa, Yancamil ordena ponerse de nuevo en marcha hasta otro monte más espeso y enmarañado distante a una diez cuadras sobre la costa. Volviendo hacer alto allí y una vez más embarcando otros «veinte i tantos indios» en la canoa que ya había regresado.

Juana Fernández, llevada cautiva, cuenta que cuando se terminaba de embarcar la cantidad de indios que la canoa podía llevar y ésta emprendía el cruce, «los que quedaba a este lado siempre con Yancamil a la cabeza como jefe (sic), emprendían de nuevo la marcha por la misma costa, hasta dar tiempo a que regresara dicha canoa». Así los indios hicieron tres paradas «observando en todas ellas las mismas precauciones».

Cuando los indios sublevados se habían ido, vino a las poblaciones Esteban Danerí junto a los demás que estaban en la fábrica encontrándose las puertas rotas y todo en el más completo desorden, «momentos después» llegó el sargento de policía del distrito Don Nemesio Cepeda.

El sargento Cepeda y el peón Remigio Silva se dirigieron al lugar donde se suponía debían estar los indios para rescatar a los prisioneros.

Otros dos soldados (instantes después que partiera el sargento Cepeda) se incorporan a él, eran Fortunato García y Tiburcio Collado.

En la segunda parada del contingente fugado, aproximadamente a las tres y media de la tarde, fueron alcanzados por el sargento Cepeda, y dos soldados «a quienes inmediatamente de ver ordenó Yancamil a los suyos que se les hiciera fuego siendo él, el primero en hacerlo»; recibiendo respuesta en disparos de Cepeda. «Ha resultas de ésto murió un indio de los sublevados y que hacía fuego, llamado Lincon (o Luncon), siendo también herido por una bala el maquinista del vaporcito ‘Huascar’ Teófilo López que iba acompañando al sargento Cepeda». Acto continuo [testimonia Juana Fernández] Cepeda y los soldados que lo acompañaban se retiraban de allí en dirección a lo más espeso del monte, llegando un instante después el indio Juan Rosa que dijo a Yancamil que el Juez de Paz de Santa Ana reunía gente con el fin de atacarlos (este Juez de Paz, José Mujica, es quien toma las declaraciones a los testigos y levanta el sumario, tenía tierras plantadas con caña que vendía a Rudecindo y por lo tanto intereses en el funcionamiento del Ingenio).

A las nueve de la noche aproximadamente pasaron los últimos, habiendo hecho cuatro o cinco viajes la canoa en la tercera y última parada del contingente en la costa argentina. Ahí entonces dejaron en libertad a los blancos cautivos.

Ignacio Borja el peón de la bomba declara que solo entonces es desatado de manos, «le dijeron que estaba en libertad  como igualmente sus compañeros de prisión».

Los Indios Fugados fuero cerca de 260, desde entonces vivieron en Paraguay y sus decendientes hoy día forman parte de la nación hermana, se solicitó a las autoridades paraguayas la extradición de los mismos pero los trámites nunca prosperaron. José Gregorio Yancamil, el dirigente principal de la sublevación, con el tiempo volvió a La Pampa donde falleció en 1921. Sus restos fueron trasladados, en el año 2006, desde el cementerio de Victorica a la plaza central de dicho pueblo, donde se le erigió un monumento.

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