Por Norberto Colominas
La situación de la UCR es muy incómoda, aunque no nueva. No es necesario ser historiador para comprender lo que hoy atribula a los descendientes de Leandro Alem es el producto de varios retrocesos y la consecuencia de unas cuantas agachadas. En política, con el tiempo, eso se paga.
Tener desarrollo territorial es una gran ventaja, pero no garantiza el triunfo. A lo sumo permite encabezar un frente sin aspiraciones de llegar a la Rosada. Eso hará la UCR en el FAUNEN, siempre y cuando ambas estructuras permanezcan.
Gorila con carnet, lo que Carrió les grita en la cara a sus ex correligionarios es que no tienen verdadera vocación de poder, al menos no la suficiente como para sacar a los peronistas del gobierno. Pero Balbín sí la tuvo, y tampoco pudo. Lo que la dama ignora es que los radicales no tienen cómo ni con qué. Bien mirado, FAUNEN es el producto de esa falta de cómo y de con qué.
Cuenta que Binner nunca imaginó a los radicales caminando junto a los liberales, pero eso es porque tiene mala memoria, ya que en 2011 Alfonsín llevó en su boleta a un político bonaerense de cabello colorado que no es radical y ni siquiera es argentino, precisamente en las elecciones en que el jefe del PS obtuvo el segundo puesto con el 16,5 por ciento de los votos, y sin ayuda de nadie. Claro, dirán algunos, fue cuando Cristina ganó por el 54 por ciento. Cierto, y también cuando los radicales y su aliado liberal entraron terceros revoleando la cola.
Tanto Macri como Massa quieren ponerle cerebro al elefante…radical. No les interesa su carne, sólo su esqueleto, esa presencia territorial en todo el país que habla tanto de su grandeza pasada como de su melancólico presente.
