PARAGUAY: RÉQUIEM REPUBLICANO



por José Antonio Vera 

El almanaque está degollando un nuevo año y las cabezas más visibles, aunque no siempre las más poderosas en las instituciones, leen saludos, generalmente escritos por otro, augurando lo mejor para cada pueblo y para cada ser humano, coincidiendo todos en que el 2014 será mucho mejor que el actual porque profundizarán acciones y planes, buscando los objetivos deseados y prometidos desde que asumieron el cargo. Paraguay no es excepción.eeuu

Observado el orador desde el sector que representa, sin duda que sólo merece aplausos y agradecimiento, pero esa aparente coherencia habilita otras interpretaciones debido a que la sociedad humana, en el actual modelo de coexistencia, se asienta en una estructura que tiene cimientos resquebrajados desde su origen, con una pequeña parte gozando de abundancia material y el grueso dividido entre conformismos, desprolijas carencias y bolsones dramáticamente repletos de hambre.

Frente a esa realidad social, a la mayoría de los terrícolas les resulta difícil sentirse consustanciados con los discursos de los responsables de los aparatos del poder, porque cualquiera sea su naturaleza están muy lejos de representarlos, desde el momento que su palabrerío de ocasión y su fidelidad con la concentración de los privilegios, llámese posesión de la tierra y el agua, del salario o del conocimiento científico, excluye obscenamente del uso de los recursos naturales a vastas mayorías, mucho más humilladas cuanto más miserablemente sobreviven.

Por todo ello, los augurios oficiales de fin de año, cada vez tienen menos crédito entre las mujeres y los hombres del pueblo, cansados desde décadas y siglos de escuchar mentiras, y comprobar la inconsciencia, el cinismo, la hipocresía y la desfachatez, que arropa los aparatos del poder oligárquico y de las corporaciones gansteriles de la banca transnacional, y sus mercenarios locales.

El Presidente Horacio Cartes, con la endulzada voz que utiliza en la lectura de sus mensajes a la ciudadanía, ha despedido el año con un saludo light, prometiendo construir un país ejemplar, tal como se le anticipó 24 horas antes el Embajador de Estados Unidos, James Tessin, quien lo visitó para reafirmarle el contento y apoyo de Washington a su administración, recordando la ayuda que presta su gobierno a Paraguay, formando a la policía y el ejército, en la lucha contra la subversión y el narcotráfico.

El diplomático, habilitado por la postración del colonizado, no ha hecho más que reiterar el estilo oficial de hombre fuerte, con poder, activo y autoritario, que acostumbran exhibir en su presentación en sociedad todo funcionario norteamericano, obedeciendo a la estrategia de mostrar siempre una nación pujante, cuasi deportiva, sin reparar en el ridículo intelectual y desvarío sicológico que puedan cometer los Reagan o los Bush.

Al igual que sus colegas que han operado en este país sureño en los últimos 80 años, Tessin recorre las oficinas de los tres poderes del Estado y de cuanta otra institución pública o privada se le antoje, ostentando los abusos de que hace gala todo procónsul en tierra dominada, con similar arrogancia y descaro de fiscalizador de la vida ciudadana, sin necesidad de utilizar drones ni invertir mucho capital en sistemas de espionaje, dado que entre los 300 mil funcionarios públicos, tiene un buen porcentaje de fieles colaboradores.

A diferencia de Honduras, cuando planificó y ordenó el Golpe de Estado de junio del 2009, y de inmediato incrementó su presencia militar, convirtiendo Tegucigalpa en otra base bélica en el subcontinente, a tres años justo Washington encabezó en Paraguay otro quiebre institucional, pero valiéndose de una estratagema diferente, aunque semejante en el objetivo de cortar de raíz un segundo proceso de cambios sociales en la región.

La táctica empleada, con la complicidad de la derecha empresarial empotrada en particular en el agronegocio, y de las cúpulas de los dos viejos partidos, el Colorado y el Liberal, ayudados por varios tránsfugas de las fuerzas populares, fue aplicar el Juicio Político, un recurso constitucional, contra el Presidente Fernando Lugo, acusándolo por mal desempeño de sus funciones.

Por encima de impericias, desprolijidades y la altanería de algunos altos funcionarios, la única autoridad moral que podía sancionar al gobierno luguista, sólo podía emanar de la ciudadanía más consciente, pero jamás de los nichos de la imparable corrupción, del entreguismo patrio al gansterismo transnacional, y de la traición política.

En cambio, eso fue lo que ocurrió y a 18 meses del golpe, Paraguay aparece hoy a la cabeza de los países más atractivos para los inversionistas de capitales especulativos, estimulados por la reciente Ley de Alianza Pública-Privada que, en los hechos no es pública porque no hubo ninguna consulta al pueblo y ni siquiera estatal, pues el Estado ha quedado relegado por las facultades otorgadas por el Parlamento al Presidente Cartes.

En el texto de la ley, ninguna mención aparece como resguardo a la participación del Estado en los futuros tratados con firmas de capital privado que pueda suscribir el mandatario sin necesidad de pasar por el Senado ni Diputados, los cuales podrían cubrir períodos de 30 a 40 años para la explotación de vastos sectores del patrimonio nacional.

Ese estímulo provoca el arribo a Asunción de grupos de inversionistas extranjeros todas las semanas, generando un inocultable malestar en buena parte del empresariado local que ha comenzado a enviarle mensajes enojosos a su colega y amigo Cartes, quien saluda eufórico el ingreso de empresas maquiladoras. Hasta ahora las únicas que han llegado entre las que ha prometido, dado que las mayores explotadoras, tales Monsanto, Cargill y otras, están asentadas en el país desde hace tiempo.

La venta de soja y carne superaría este año los 10 mil millones de dólares, según el Banco Central, pero ambos sectores pagan un ridículo 2.0 % del total nacional recaudado por impuestos. La oleaginosa exportará casi 300 mil toneladas y la carne más de 200 mil, pero la FAO y la OCDE, coinciden en que hay 25 por ciento de habitantes con hambre entre la población de poco más de seis millones, registrando un millón y cuarto de pobres extremos, mayoría niños con alto grado de desnutrición comprobada.

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