ESTACIÓN JUANCHO


Por Juan Ignacio Provéndola   ***

La historia del primer tren a Ostende y Villa Gesell.

Después de parar en el centro del poblado, el ramal acababa entre campos, animales y aves. El lugar no estaba habitado más que por el personal de la nueva estación; gente que no lo conocía ni por fotos. Había sido inaugurada en febrero de 1908, a 20 kilómetros del casco del viejo Tuyú, y a otros tantos del mar. Antes de que aparecieron las rutas, Juancho fue la conexión de los primeros experimentos balnearios del siglo XX con el más allá: en ese tren iban y venían los compradores de lotes, sus primeros empleados, los materiales, las herramientas, los insumos, el alimento y, recién después, algunos turistas.

El nuevo ramal se producía con un desvío que el Ferrocarril del Sud (hoy, Roca) hacía a partir de General Guido: en vez de seguir rumbo a Mar del Plata —para terminar la conexión desde Constitución—, la formación entraba de lleno en el distrito que un año después sería reconocido como tal, aunque con nombre distinto al deseado: General Madariaga reemplazó para siempre al Partido del Tuyú como forma de distinguirse de Monsalvo (hoy Maipú), ordenamiento que venía de la época de Rosas.

Hasta la aparición de Juancho, el tren salía de Constitución hacia Mar del Plata vía Chascomús, Dolores y Maipú como paradas más importantes. Así se estableció inicialmente en 1904. La insistencia de los estancieros y ganaderos tuyuseros, cansados de hacer largos caminos con sus productos, fue más efectiva con el tren que con la autonomía: lograron tener estaciones casi en la entrada de tranquera antes que el reconocimiento como partido independiente del de Monsalvo.

Pero sucedió que el nuevo ramal Constitución – Guido – Juancho se estrenaba el mismo año que dos ingenieros de una compañía belga compraban una lonja de arena a precio de remate. Sacando Mar del Plata, Juancho tenía la estación más próxima a la playa de toda la red ferroviaria argentina: estaba a exactamente 24 kilómetros. Solo que, en ese entonces, no existía aún el turismo balneario. Al menos no de manera popular: apenas en Mar del Plata, y para unos privilegiados. En ese contexto, “comprar playa” en el granero del mundo parecía un negocio perdido. O una apuesta a explorar.

Los primeros usuarios del tren de Constitución a Juancho fueron quienes, por diversos motivos, viajaban a aquello que se dio en llamar Ostende: sus creadores, los inversores, obreros varios, buena cantidad de turistas, jefes y empleados. Su inauguración oficial se produjo recién cuatro años después, el 6 de abril de 1912.

La travesía Buenos Aires-Ostende no terminaba después de varias horas en el ferrocarril hasta Juancho: luego había que seguir en carreta por montes que se convertían en dunas. Y, en algunos casos, transbordar al Decauville, un tren sobre arena de ocho pasajeros y rieles desmontables para ir avanzando paso a paso entre los médanos.

Aquella experiencia Ostende, como muchos saben, duró poco. Sin embargo, la estación Juancho sostuvo su actividad justamente gracias a la reconexión —vía Macedo y sucedáneos— con Mar del Plata. Además, comenzaban a establecerse personas en aquel inhóspito paraje. Muestra de ese pequeño pero sostenido crecimiento es la inauguración en 1924 de una escuela rural a metros de la parada del tren.

Pero no sería hasta dos décadas después de inaugurada que la estación tomaría su importancia definitiva. Al igual que aquellos ingenieros, un día apareció por Juancho un tipo que había comprado a pecio de ganga un lote de pura arena frente al mar, 20 kilómetros al sur del fallido (primer) intento de Ostende. En diciembre de 1931, Carlos Gesell lleva a su familia a vivir en una casita de cuatro puertas rodeada de médanos.

En esa nueva intentona por domar las dunas, Gesell encontró —como los ingenieros de Ostende— a Juancho como principal aliado. Aunque, al igual que en aquel entonces, el tren no era todo: llegar a los dominios de Carlos implicaba vadear una huella de tierra (que podía ser pantano en dos segundos de lluvia) y continuar sobre la arena, entre los bajos de los médanos. Con el tiempo, ese camino logró “dominarse” y hasta aparecieron servicios que conectaban a la estación de tren con el pueblo. “Señores pasajeros: a su derecha lo espera el ómnibus que lo conducirá a Villa Gesell”, indicaba un cartel al costado del andén de Juancho.

Si bien toda esa franja de localidades balnearias que van desde San Clemente del Tuyú hasta Villa Gesell empezaron a profundizar su perfil turístico a partir de la década del 60’, la estación Juancho fue fundamental para los primeros asentamientos porque durante décadas era de las más cercanas a la playa. Recién en 1949 apareció el ramal hacia Divisadero de Pinamar. Fue uno de los estrenos de la flamante nacionalización de los ferrocarriles y funcionó hasta 1967. A mediados de los ’90 fue reinaugurada, aunque en otro lado: ya no dentro del pueblo, sino al otro lado de la Ruta 11, el límite del Partido. Juancho, en cambio, dejó de operar en la última Dictadura, aunque aún conserva su estructura y la operatividad original. La actual Divisadero de Pinamar está cerca de la ciudad, aunque técnicamente en territorio de General Madariaga. El epicentro del viejo pago del Tuyú.

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