AVANCES PARAGUAYOS SOBRE EL PARANÁ DESPUÉS DE 1815



Por Oscar Daniel Cantero   ***

Al organizarse la Liga de los Pueblos Libres en 1815, el Protector José Artigas decidió por diferentes circunstancias que el río Paraná debería constituir la línea de separación entre Misiones y el Paraguay.

Esa decisión no fue aceptada por el dictador Gaspar Rodríguez de Francia, por lo que fueron las armas las que terminaron posibilitando la concreción de la idea: tras la batalla de Candelaria (12 de septiembre de 1815), las fuerzas misioneras de Andresito ocuparon la línea meridional del Paraná. Obviamente, Paraguay no reconoció la nueva frontera, por lo que durante cinco décadas se dieron diversos avances y retrocesos del límite.

En principio, tras la batalla de Candelaria el artiguismo buscó consolidar la ocupación de la zona a través de la creación de una guardia militar comandada por Ignacio Mbaibé. Pero a principios de 1817, el destacamento debió trasladarse al sur por la invasión de los portugueses. La oportunidad fue aprovechada por las fuerzas paraguayas, que cruzaron el Paraná y volvieron a ocupar Candelaria. No se trató, sin embargo, de un intento de ocupación permanente. Al recomponerse las fuerzas artiguistas, los invasores volvieron a trasponer el río, llevándose todas las familias y bienes materiales que pudieron trasladar. El resto fue pasto de las llamas. Según las fuentes portuguesas, muchos guaraníes acusados de simpatizar con el artiguismo fueron degollados a orillas del río. Al año siguiente, una nueva incursión paraguaya intentó ocupar la zona, pero fueron derrotados por las fuerzas misioneras encabezadas por Vicente Tiraparé en un poco conocido segundo combate de Candelaria (5 de abril de 1818).

En los años siguientes, pese a la derrota del artiguismo y la desorganización imperante en Misiones, algunos comandantes guaraníes seguían ocupando la zona del Paraná. El más importante fue Nicolás Aripí, que se instaló en la zona de San Ignacio, desde donde dirigía la redituable explotación de los yerbales silvestres ubicados en las cercanías de la Sierra Central. Aripí se autoproclamó “Comandante General de Misiones”, y, para resguardarse de un posible ataque correntino, buscó un acercamiento al Paraguay. Posiblemente aconsejado por Aimé Bonpland, por entonces colaborador suyo, le escribió a Francia afirmando que el Paraguay era una “provincia hermana” de Misiones. La respuesta paraguaya fue contundente: el 7 de diciembre de 1821 un destacamento comandado por el subcomandante de Itapúa, Norberto Ortellado, atacó el establecimiento de Bonpland en Santa Ana y poco después dispersó a las fuerzas de Aripí, quien huyó a territorios portugueses.

Después del ataque, las fuerzas de Ortellado volvieron a Itapúa. Pero en 1822 y 1823 se produjeron nuevos ataques, que destruyeron las comunidades que intentaban reorganizar los guaraníes, entre ellos el incipiente poblado de Caacarai, creado en las cercanías de San Carlos. A partir de entonces, la ocupación paraguaya se hizo permanente, aunque no se llevó adelante una política de repoblamiento efectiva.

La conflictividad fronteriza se mantuvo latente, incluso después de la desaparición institucional de la Provincia Guaranítica de Misiones. En 1832 los correntinos avanzaron hasta Candelaria, ocupando la zona de los antiguos pueblos. Sin embargo, la imposibilidad de sostener a largo plazo la ocupación hizo que debieran retirarse al poco tiempo. Nuevamente, los paraguayos ocuparon la zona que fue reforzada a partir de la organización del campamento de Rinconada de San José (hoy Posadas). El dictador Francia se limitó a impulsar una presencia militar. Al mencionado cuartel se le sumaban el de Tranquera de San Miguel (en las cercanías del actual Ituzaingó) y el de San Carlos. El objetivo era resguardar la ruta comercial que se estableció entre Itapúa y San Borja, que, a su vez, vinculaba los mercados de Asunción y Porto Alegre.

Tras la muerte de Francia, Carlos Antonio López tampoco intentó reimpulsar la economía misionera, que seguía basándose en la actividad extractiva de los yerbales silvestres. Todo parece indicar que la intención, en este caso, era usar a Misiones como prenda de negociación a cambio de dos objetivos fundamentales: el reconocimiento de la independencia del Paraguay y la libre navegación del Paraná. Esto se refleja en el Tratado de Límites firmado entre López y el flamante presidente argentino Justo José Urquiza el 17 de julio de 1852, que establecía al Paraná como límite internacional. Éste, sin embargo, no fue aprobado por el Congreso Nacional, por lo que la cuestión limítrofe terminó resolviéndose de la peor manera posible: a través de la Guerra del Paraguay.

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