Por Daniel Pizarro ***
No me interesa escribir en caliente el análisis más sesudo o certero. Me urge escribir.
En estos momentos en que nada se decide aún, pero la memoria de lucha popular despierta del letargo a la par del fascismo, sería una decepción muy honda ver que todo esto se diluye en nada. En más represión y castigo cotidiano y en invitarnos a seguir comiendo mierda con cara de contentos o huevones (siempre hay drogas, fútbol, alcohol y otras válvulas para salir del paso).
El capitalismo neoliberal, como vemos, funciona de maravillas con los milicos en la calle. Es su condición fluctuante, aflora y subyace, permanentemente renovada, en danza con el miedo de muchos a perder el trabajo: nuestra normalidad vasalla y reflejo condicionado.
Poner la violencia por sobre la desigualdad que la genera es y será la estrategia de la clase dominante. Poner al pueblo contra el pueblo para que los que creen que hay algo que perder pidan a gritos a los milicos. Ya conocemos la historia.
¿Habrá algún político para decir la verdad ahora ya, con fuerza y sin rodeos? Uno que se juegue el pellejo por dar expresión política a esta explosión de justo malestar, a riesgo de perder la apuesta.
Palabras de un delincuente y vándalo.
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