EL PERONAZO

 

Por Patricio Ese   ***

Fiesta popular. Euforia desde Jujuy a Tierra del Fuego. Hace tiempo que la Argentina no vivía un momento político de tanta intensidad como la noche del lunes 11 de agosto. Alberto Fernández y el Frente de Todos arrasaron en las PASO en una jornada memorable y con una contundencia que se escapó incluso de los pronósticos más osados y optimistas.

Con la casi totalidad de los votos escrutados, la unidad entre el peronismo y las numerosas fuerzas del campo popular que se revindicaban antimacristas conquistaron el 47,65% a nivel nacional. Esta cifra representa a más de 11 millones de voluntades que cachetearon al Presidente de la forma más dura. Muy atrás, Mauricio Macri y Juntos por el Cambio se quedaron con el 32,08%. En volumen de sufragios, implicó perder 800.000 votos, respecto de la primera vuelta de 2015.

Desde la ahora mítica frase “Hay 2019”, pronunciada por Alberto Rodríguez Saá, gobernador de San Luis, se empezó a proyectar la unidad peronista que triunfó el pasado domingo. Esas dos palabras repercutieron como un trueno en los oídos de la clase política opositora y como una maldición para todos los candidatos del gobierno nacional. Fue un largo y titánico camino que tuvo tres puntos decisivos.

El primero fue la confluencia de kirchneristas de la primera hora con ex massistas como Felipe Solá, Facundo Moyano y el propio Alberto, para articular una estrategia política conjunta. Se buscaba evitar la guerra fratricida de 2017 que sufrieron Massa, Cristina y el hoy desaparecido, Randazzo. Ese germen de unidad se condensó finalmente en la decisión de Cristina de ceder la candidatura por la presidencia para propiciar una fórmula competitiva que rompiera el techo del núcleo duro del peronismo kirchnerista.

El segundo punto fundamental fue la articulación de unidad en las diferencias provincias. La alianza entre los gobernadores peronistas y el beneplácito que todos ellos mostraron a la fórmula del Frente de Todos para potenciar triunfos locales sobresalientes como Córdoba, San Juan, La Pampa o Entre Ríos. Encolumnados tras una candidatura unificada, encontraban un proyecto que permitía soñar con consolidar la hegemonía en sus terruños. Se destaca allí el batacazo logrado en Santa Fe con Perotti, gobernador electo. También hay que mencionar la decisión de apoyarse en el cordobés Carlos Caserio, nuevo jefe del bloque peronista en la Cámara Alta, para reforzar los votos en esa provincia tan esquiva a proyectos colectivos cuyo anfitrión era el PJ Nacional

El tercer y más importante de todos los hitos fue la incorporación de Sergio Massa y el resto de su fuerza al Frente unificado
. Massa se dormía en 5 millones de votos logrados en 2015. Ofrecía intendencias, legisladores, figuras trascendentes que, en otros tiempos, habían sido gobernadores aliados, o funcionarios de primera línea de Néstor y de Cristina. Lograr incluirlo puso a prueba a dirigentes y militantes.

En política nada es lineal, ni 2 + 2 = 4. Nadie podía prever cómo se leería por parte de los votantes de Massa esta decisión. Evidentemente, el Frente de Todos logró sumar toda la fuerza electoral del massismo y cerrar la ruptura que, abierta en 2012, condenó al peronismo a perder sucesivamente elecciones.

Sin embargo, hace dos años, reinaba un sabor agridulce para las figuras del justicialismo debido a la diáspora en la que se encontraban. El macrismo parecía que había llegado a instalarse como la fuerza hegemónica de la política argentina, aunque finalmente los sueños de una gran mancha amarilla recorriendo el país se hicieron añicos.

No alcanzaron

No alcanzaron las causas judiciales armadas a medida contra ex funcionarios, empresarios díscolos y dueños de medios de comunicación opositores.

No alcanzaron los explícitos apoyos internacionales de Trump, Bolsonaro, el G20 ni el FMI.

No alcanzaron los votos de confianza de la Bolsa de Comercio y el empresariado más concentrado de este país.

No alcanzaron las promesas de eliminar
(nuevamente) las retenciones (repuestas por decisión del FMI) hechas a la Sociedad Rural Argentina al tiempo que les decía que volverían a tener Ministerio de Agroindustria mientras las vaquitas mugían en el Predio de Palermo.

No alcanzaron los conjuros de Durán Barba, la BigData de Marcos Peña o la gigante montaña de plata tirada en las redes.

No alcanzaron los encuestadores agoreros con pronósticos sombríos.

No alcanzaron los mimos y caricias significativas recibidas de numerosos periodistas en AméricaTV, Telefé, Canal 13, TN, A24 y Canal 26.

No alcanzaron las alianzas oportunistas con Lousteau, Roy Cortina u Olmedo.

No alcanzaron las piruetas para tapar la cara de Macri en las boletas.

No alcanzaron los cucos del comunismo soviético que traía Axel Kicillof en su Clío al recorrer la provincia de Buenos Aires.

No alcanzaron los lamentos de la injunable científica, Sandra Pitta, quien debe estar “muerta de miedo” por el resultado logrado.

No alcanzaron las solicitudes de apoyo de Juan Acosta, Campanela, Fernández Meijide, Lopérfido, Brandoni, Sebreli y actores de reparto.

No alcanzaron las horas y horas dedicadas a desprestigiar a Cristina, Máximo, Alberto, Axel, Alicia, Verónica, Sergio, De Vido, Moreno, Milani y siguen las firmas.

No alcanzó acallar la bocaza de Lilita Carrió quien se escabulló para, desde el búnker, cerrar la tragedia cambiemita apelando al Faraón, al pueblo judío y coso.

Ni el experimento político de Miguel Pichetto como vicepresidente y su peronismo fosilizado de la tercera edad.

Ni modificar el nombre de Cambiemos por el de Juntos por el Cambio.

Ni la empresa SmartMatic y su nefasta fama por maquillar resultados.

Ni el intento por boicotear la candidatura de José Luis Espert.

Ni las presiones para que los gobernadores afines en Jujuy, Corrientes, Neuquén, Mnedoza y Córdoba hicieran lo imposible para ayudar a apuntalar lo que ya no había forma de apuntalar.

Y finalmente, tampoco alcanzaron los kilómetros de ruta que nunca hicieron.

Tampoco los precios esenciales que son invisibles a los ojos, los bolsillos y la heladera.

O las zapatillas blancas que ahora Mabel en San Miguel se puede poner.

O los jóvenes que quieren estudiar para ser guardiacárceles.

O los indigentes pagos que les gusta morirse de frío para dejar mal parado al gobierno.

O las pistolas tasers que todos amamos.

Nada alcanzó para evitar la brutal dosis de realidad que noqueó al gobierno cuando los números de las mesas testigo de Juntos por el Cambio encendían las alarmas en los rostros de los macristas.

Azo azo azo

Entrada la medianoche, los guarismos eran notables. El peronazo se hacía visible a todas luces. Nada podía disimular la catástrofe en el búnker y los globos amarrillos debieron guardarse. Frigerio mostró signos de abatimiento, quizás producto de la presión que recibió de Marcos Peña para retacear los números que venían de las terminales del Correo. Larreta apareció brevemente, solo con su alma, para agradecer un triunfo en CABA que se fue diluyendo con las horas. Vidal no se animó a pronunciar palabra en toda la noche. Macri, sin felicitar al ganador, reconoció la derrota, balbuceó excusas de la mala elección y mandó a su electorado a dormir. Carrió hizo stand up en el escenario y auguró una victoria del 50% para octubre que sonó a chiste de gallegos.

El peronazo de las PASO se consolidó porque (a) se ampliaron las distancias en los distritos más favorables, aquellos donde el FPV en 2015 se alzó victorioso, y porque (b) se achicaron los márgenes en los distritos más esquivos al peronismo, lugares donde el FPV fue cómodamente derrotado aquel año.

En el primer caso (a), hablamos del NEA, NOA, Patagonia y el Conurbano Bonaerense.

En Jujuy, con Milagro Sala presa política, se logró el 46,09% contra el 29,09%.
En la Salta de Urtubey, 48,84% contra el 20,72%.
En la imbatible Formosa, 65,90% contra el 24,25%.
En Chaco, Coqui Capitanich le ganó la interna al gobernador Domingo Peppo. Se logró 55,96% contra 25,52%.
En Catamarca, hubo primarias para gobernador también. Allí, se ganó comodidad: 57,36% a 25,63%.
En Misiones, gobernada por el Frente Renovador de la Concordia, 56,10% contra 26,26%.
En Corrientes, tierras del radical Valdés, el Frente de Todos sacó 53,00% contra 33,14%.
En Tucumán, provincia de Juan Manzur quien viajó especialmente para festejar con los Fernández, el Frente de Todos consolidó 59,54% contra 24,93%.
En Santiago del Estero, la tierra más peronista del Universo, sólo se logró el 75,66% contra el importante 13,85%.
En Río Negro, donde Pichetto perdió hasta en su propia mesa, el Frente de Todos 54,10% a 22,50% de Juntos por el Cambio.
En Chubut, zona donde el peronismo le cuesta mucho ir unido sin destruirse en el camino, sacó 50,98% contra 22,74%.
En la golpeada Tierra del Fuego con su industria desnuda ante el desamparo macrista, Todos 55,42% a 20,08%.
En La Pampa, 50,08% contra 32,33%.
En Neuquén donde gobierna el Movimiento Popular Neuquino, el Frente de Todos 44,28% contra 27,44%. La boleta corta del MPN, aliado al macrismo en la coyuntura y que llevaba solo candidatos a diputados, salió en un triste tercer lugar.
En Santa Cruz, vale hacer varias aclaraciones. Allí se votaba gobernador siendo la ganadora Alicia Kirchner quien fue reelegida para administrar la provincia hasta el 2023. Es decir, las PASO nos regalaron un Kirchner ganando una primera magistratura (una vez más). En cuanto a las fuerzas nacionales, el Frente de Todos logró 46,97% contra 19,21%.
En el Conurbano Bonaerense agrupado en la Tercera Sección Electoral, los números hablan de un peronazo rotundo. El Frente de Todos consiguió el 58,05% contra el 23,36% de Juntos por el Cambio. El justicialismo recuperó Lanús, Tres de Febrero, Morón, General Rodríguez, Quilmes, por mencionar algunos distritos de esa Sección. Juntos por el Cambio fue confinado a la República de Chetos de San Isidro y a Vicente López, la quintita de Jorge Macri.

Colateralmente incluimos la zona de Cuyo dónde también arrasó la ola de los Fernández. Se ganó cómodo en lugares favorables y hubo sorpresa en la fortaleza radical de Mendoza.

En San Juan, conquistamos 54,95% a 26,38%. Allí fue el primer triunfo electoral de la unidad peronista por lo que no podía ser de otra manera.
En La Rioja, 50,45% a 31,64%.
En San Luis, provincia históricamente refractaria a Cristina, se consiguió 44,23% a 34,09% demostrando que Alberto Rodríguez Saá logró apagar cualquier rebelión fogoneada por su hermano alineado junto a Pichetto a la Casa Rosada.
En Mendoza, se hundió la última gran fortaleza radical, partido que vive sus horas más oscuras desde el 2003.
Allí, la joven kirchnerista, Anabel Fernández Sagasti logró lo impensable: vencer al poderoso radicalismo que gobierna la provincia desde hace muchos años. El Frente de Todos venció con el 40,48% a Juntos por el Cambio que se quedó con el 37,33%.

Respecto al segundo caso (b), a los distritos más esquivos al peronismo, nos centramos especialmente en Córdoba y CABA.

En Córdoba, el esfuerzo de Alberto Fernández y parte del PJ cordobés dio frutos. Juntos por el Cambio logró una buena elección ganando con el 48,18% de los sufragios, pero los casi un millón de votos no le sirvieron a Macri para dar vuelta lo que el país le estaba diciendo. Allí, el Frente de Todos consolidó un 30,39% ganando distritos del norte de la provincia como Cruz del Eje.
En CABA, la joya y nido del macrismo, el festejo cambiemita se debió moderar. Juntos por el Cambio ganó con el 44,71%. Horacio Rodríguez Larreta no consiguió llegar al 50% para evitar el posible ballotage. Incluir a Martín Lousteau en su armado político no le trajo votos, si pensamos que en 2017 Cambiemos llegaba al 49%. Para colmo de males, el peronismo rompió su techo histórico en el distrito consecuentemente más gorila del país. A la luz de los resultados, la candidatura de Matías Lammens, un outsider de la política, fue un acierto porque recogió muchos apoyos del progresismo porteño (destacable la alianza articulada con los espacios de Pino Solanas, Victoria Donda y Claudio Lozano) que rechaza al macrismo y del cierto sector del peronismo por igual.

El Frente de Todos consiguió la interesante cifra del 33,04%, número que lo deja en un lugar muy optimista para boicotear la reelección de Larreta. Por otra parte, se quebró el amarillo en la ciudad-puerto. El peronismo ganó el sur, esto es, las Comunas 4, 8 y 9 (La Boca, Nueva Pompeya, Barracas, Parque Patricios, Villa Lugano, Villa Soldati, Villa Riachuelo, Liniers, Mataderos, Parque Avellaneda). Y quedó a las puertas de arrebatarle las Comunas 3 y 7 (San Cristóbal, Flores).

Pero, también apuntamos que:

En Santa Fe, se veló al Partido Socialista y su aventura de pegarse a la boleta de Roberto Lavagna. El Frente de Todos consiguió 43,66% contra 33,83% reafirmando su opción por el peronismo tanto en las elecciones locales como nacionales.
En Entre Ríos, otra zona esquiva en 2015 que se redimió este año en la elección a gobernador, el Frente de Todos sacó 45,12% a 35,97%.
En el Interior Bonaerense, también se quebró la hegemonía amarilla. Axel Kicillof venció en un Clío con una campaña épica a la lacrimógena gobernadora María Eugenia Vidal por una diferencia asombrosa que se escaparon de todos los cálculos. Como un David contra Goliat, Kicillof cosechó 49,34% contra 32,56%. Potenciado por el festival de votos conseguidos en el Conurbano, los sufragios que venían del Interior fueron muchísimos, tanto del núcleo sojero como de la costa atlántica. Se ganó en La Plata, Mar Chiquita, Mar del Plata, Laprida, Carlos Tejedor, Chivilcoy, Chacabuco, Baradero, Zárate, Olavarría y Bolívar, solo por mencionar la variedad de distritos.

Como nota de color y para ilustrar el marasmo del gobierno, el mejor resultado de Juntos por el Cambio fue en la Antártida donde unos 123 militares eligieron a Juntos por el Cambio con el 77,35% de los votos.

El ultimátum

En estos días de triunfo popular, volverán los mercados y sus personeros a sembrar el desánimo y el miedo. Los voceros de los medios alineados al gobierno intentarán reeditar el mensaje de Claudio Escribano, editor de La Nación, en mayo de 2003 a Néstor Kirchner, cuando profetizó que “la sociedad argentina ha resuelto darse gobierno por un año”. Hoy, los medios y el gobierno de Macri dirán que los mercados nos avisan que la sociedad argentina ha votado darse gobierno por un año. Por suerte, tras estas PASO, estamos mucho mejor parados que Néstor en 2003 cuando sólo tenía el 22% de los votos.

Pero no hay que confundirse. El ultimátum de los mercados, la corrida cambiaria, el torbellino del riesgo país, la destrucción de los títulos públicos y las acciones de las empresas argentinas en la bolsa de Estados Unidos no buscan asustar al electorado para revertir este resultado. La sociedad argentina no es Suiza, es una comunidad muy acostumbrada a situaciones bruscas, inestabilidad económica y desconcierto político.

Las corridas cambiarias son el reflejo de que los factores de poder quieren, más que nadie, que Macri se vaya lo antes posible
. Al costo que sea. El caos económico sólo impactará más en un cadáver político que empezará a pudrirse con el correr de los días.

Pero, lo más notable es que el gobierno se empecine en negar la realidad de lo que dijo el pueblo y, ahora también, lo que muestran los operadores financieros locales e internacionales.

Desde el mismo día que asumió, este gobierno nos quitó todo lo que pudo para favorecer a sus amigos y sus empresas. Con el dólar, hoy quiere concretar el más bestial y último robo: quitarles a los argentinos la alegría de haberlo destruido en las elecciones y barrido de casi todos los distritos del país. Es responsabilidad de los ganadores de las PASO retener los votos conseguidos, repetir estos números en octubre y sostener este cadáver político que nos gobierna para transitar estos meses de duelo macrista.

Alguien diría que nos dejará tierra arrasada, que acusará al kirchnerismo de ser el responsable de la suba del dólar y que nos lanza al vacío sin paracaídas. Con un descalabro fenomenal, hasta el mismo status quo del establishment se pone en juego. ¿Podrán los supermercados trasladar aumentos exorbitantes sin que implique un estallido social? ¿Podrán las empresas de servicios trasladar tarifas con valores triplicados a los actuales? ¿Pondrán las empresas no comprometer sus cadenas de pagos con tasas de interés en cifras de tres dígitos? ¿Podrá el FMI cobrarse una deuda equivalente a la mitad de todos sus préstamos? ¿Podrán los bancos actualizar los créditos UVAs a valores demenciales y pretender cobrarlos? Estos interrogantes solo el gobierno puede respondernos.

Lo sustancial es que empezamos a volver, porque ellos se empezaron a ir.

*** Patricio Ese – Licenciado en Letras (UBA)

https://primerageneracion.net/2019/08/13/peronazo/

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2019/08/15/el-peronazo/