Por Luis Bruschtein ***
“Yo no estoy preso, soy un rehén político”, reconoció el ex presidente Lula cuando el presidente del Tribunal Supremo de Justicia anuló el jueves el dictamen de su colega del TSP que lo ponía en libertad. La figura del rehén político fue muy utilizada durante las dictaduras. Ya no hay más dictaduras como las de antes. Los militares no toman el poder. Pero a falta de militares, se manipula la información y a jueces y fiscales.
El fallo de los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi de la sala 1 de
la Cámara Federal que confirmó esta semana la prisión preventiva de
Cristina Kirchner por el cargo de asociación ilícita, al mismo tiempo
que alivió a los empresarios involucrados, coincidió con el salto del riesgo país que traspasó los 800 puntos. Es una marca espeluznante. El riesgo país de la Argentina macrista es uno de los más altos del mundo en una escala que encabeza Venezuela.
En Venezuela los antichavistas le echan la culpa a Maduro.
En Argentina, la culpa es de Cristina Kirchner, a pesar de que dejó la
presidencia hace más de tres años y que gobierna un grupo de empresarios
que aplicó la receta neoliberal. Porque gobernó, o porque puede llegar a gobernar,
el gobierno le echa la culpa a la ex presidenta de la absoluta
desconfianza en la economía macrista que tienen los empresarios y los
organismos financieros.
La explicación oficial sobre esta
desconfianza del círculo rojo local e internacional en la política
económica del gobierno, –expresado en el altísimo riesgo país– no habla del desastre que fueron estos tres años ni en los augurios todavía más negros para el año próximo. Aseguran que la economía está bien, que hay menos desigualdad, pero que los “mercados” temen que Cristina Kirchner sea candidata con posibilidades de ganar las elecciones del año próximo.
Esta explicación aparece en Clarín y La Nación, a veces como versión, a veces en boca de algún ministro.
El hilo que los une puede cambiar. Pero la centralidad de Cristina
Kirchner se mantiene en todas, junto a la crisis económica y la ya
lanzada carrera electoral. Son los tres datos que gravitan sobre el
futuro inmediato. El oficialismo usa la figura de la ex presidenta para
pivotear sobre los otros dos temas. El uso judicial que practica para
presionar o perseguir a la oposición, convierte a la ex presidenta en
su rehén, al igual que Lula en Brasil, aunque ella no esté presa.
El
esfuerzo por tapar los datos de la economía con capítulos esporádicos
de las causas judiciales es visible. En estas fiestas de fin de año,
cuando se siente más lo que se perdió y fue arrebatado por Cambiemos, aparece
una Cámara Federal para poner otra vez en el centro a la ex presidenta y
desviar la atención de ese desastre notorio en la economía familiar. Clarín y La Nación vienen anunciando este fallo desde la semana pasada como expresión del concubinato mediático judicial.
Los
usos, o el hilo que relacionan a Cristina Kirchner con la crisis van
desde echarle la culpa, hasta usarla para tratar de taparla. Y con las
elecciones van desde una teoría que dice que el oficialismo quiere
posicionar a la ex presidenta porque, según las encuestas, Macri le
ganaría en segunda vuelta, hasta la opuesta: que Macri busca desacreditarla para impedirle que compita.
En todos los cuadros, con la explicación que se quiera, la centralidad
está puesta en la ex presidenta. El macrismo solamente busca usar a su
favor un dato de la realidad.
Es difícil constatar el miedo de
los grandes operadores financieros a Cristina Kirchner porque en todo
caso, en este momento, fue superado por el miedo que le tienen a las
decisiones de estrategia económica del macrismo. Ninguno de estos
operadores hablan de la “pesada herencia” y, en cambio, descuartizan con
profundo desprecio al “mejor equipo de los últimos 50 años”.
El titular de la UIA. Miguel Acevedo fue gráfico: la industria está trabajando al 60 por ciento. Antes, el vice tercero de esa entidad empresaria, Guillermo Moretti dijo que “si la sociedad quiere suicidarse, seguirá con este modelo”.Desde que empezó este gobierno, cerraron nueve mil Pymes.
Durante los ‘70, las
dictaduras militares se extendieron como una plaga por el continente,
estimuladas por Washington como parte de la Guerra Fría. La experiencia demuestra que cuando un método de asalto al poder se reproduce en el Continente, siempre está la mano de Washington detrás, a veces para estimular a actores locales, a veces para determinarlos. Es
lo que sucede en esta época con el lawfare o guerra judicial usada para
perseguir a dirigentes políticos reactivos al neoliberalismo.
Ya no se los acusa de antidemocráticos como antes, sino de corruptos. Pero
igual que antes, cuando los verdaderos antidemocráticos eran los
acusadores que instalaban dictaduras, ahora los verdaderos corruptos son
los acusadores que han usado el ejercicio del poder para beneficiar a
sus empresas, las únicas favorecidas en el desmadre que provocaron.
La causa del Correo donde se quiso borrar la deuda de más de 70 mil
millones de pesos del Grupo Macri con el Estado es su mejor retrato.
Con este argumento está preso Lula en Brasil, Rafael Correa
perseguido en Ecuador y Cristina Kirchner procesada en seis causas en
Argentina. Hay una interferencia que excede a los jugadores locales,
interesada en obturar los procesos populares que se produjeron en la
primera década de este milenio en la región. Se trata en primer lugar de destruir a través de la difamación a los principales referentes de esos movimientos.
Si el respaldo popular se mantiene pese a estos ataques mediáticos masivos, comienza a intervenir un sector de la justicia asociado a los periodistas que se prestan a estas estrategias de manipulación y difamación. Así se han visto detenciones irregulares con la presencia de cámaras y periodistas, allanamientos intempestivos e innecesarios o puestas en escena espectaculares como las excavadores buscando tesoros en el desierto patagónico o la demolición de paredes para buscar escondites que nunca encuentran.
Y si finalmente, se mantiene la competitividad electoral del referente, se lo encarcela, como sucedió en Brasil. El objetivo es que estos movimientos no vuelvan a gobernar. En Argentina hay contrapeso. De un lado esta poderosa campaña de desprestigio y destrucción. Del otro lado la desastrosa situación económica provocada por el macrismo. Y hay que sumarle el desagrado de un sector importante del círculo rojo con el oficialismo. En las crónicas sobre el fallo de la Cámara, se dice que fue usado por los operadores del gobierno para calmar a algunos empresarios disgustados por decisiones en la causa de los cuadernos: “tengan paciencia, va a salir una novedad judicial que los favorecerá”.
Con la oposición todavía sin candidato, el gobierno hace circular versiones sobre la preocupación del FMI por el posible regreso del peronismo y de Cristina Kirchner. No lo dice para posicionar a la ex presidenta, sino para descargar su responsabilidad por la caída de la economía. Desde la óptica del macrismo, esa preocupación del FMI iría en desmedro de la ex presidenta. Nadie que gane las elecciones del 2019 podrá gobernar con los voluminosos vencimientos de deuda que quedaron programados por este gobierno.
El Fondo, que colaboró con el macrismo para poner al país en esta situación, teme un nuevo default. Aunque fue claro en responsabilizar al gobierno por desatarla y no poder frenar la inflación, ya convertida en híper, y mantener tasas altísimas que paralizan la actividad, también teme la derrota de Macri sin que aparezca un sucesor claro. Como sucedió con Néstor Kirchner, la deuda será el principal tema de la próxima gestión y su resolución se comerá el primer mandato. El candidato para resolver esta encrucijada de fuertes intereses tendrá que ser el mejor negociador y el más fuerte.
El país se ha complejizado. Se convirtió en el deudor del FMI más importante en el mundo. Nunca habían prestado una suma tan alta. Y además se instala un mecanismo de asalto o defensa del poder, con Washington entre bambalinas, como la guerra judicial, usado a nivel continental contra referentes de movimientos populares. Son dos factores de poder externos al país que el macrismo introdujo a la Argentina, y que le imponen políticas y estrategias. La campaña judicial contra Cristina Kirchner se da en ese marco y con la perspectiva de las elecciones.
La permanencia de Macri implicará el ajuste permanente que le exigirá un Fondo que lo controla después de haberlo salvado.
Y será también la continuidad de esta manipulación de los medios y del
poder judicial para reprimir a los opositores y la protesta. No habrá
Cambio. Alguien dijo que Macri no era la dictadura. Es cierto, nada es
como fue. Pero la manipulación de las fuerzas armadas y la manipulación
mediática y judicial para tomar el poder por asalto son igual de
antidemocráticas. Esta no es una derecha democrática.
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