CUÑA PIRÚ, LA CIUDAD QUE NO FUE



Por Misiones Tiene Historia   ***

Siempre se hizo referencia a la colonia de Cuñá Pirú, como “al fondo”, señalando así su condición de aislamiento que la caracterizó desde sus comienzos, situación que se revierte en años recientes con la pavimentación de la Ruta Provincial nº 223, que conecta Ruiz de Montoya con la Ruta Provincial nº 7.

Sin embargo en los planes del colonizador Carlos Culmey habría sido imaginada como un centro urbano de central importancia, un cruce de fundamentales vías de comunicación, que enlazaría Campo Grande, Puerto Rico y la costa del río Paraná, garantizando así un futuro más que promisorio a todo el área que abarcaba su proyecto de colonización.

¿Por qué entonces el devenir histórico de Cuñapirú tuvo un desarrollo tan distinto al proyecto original?

Quedan grabados en la memoria colectiva de los descendientes de los pioneros de la zona, relatos recurrentes que con distintos matices describen, no sólo las dificultades propias de la época en el ambiente selvático, común a muchos otros lugares de la provincia, sino la tremenda desilusión y el sentimiento de haber sido engañados al comprar los lotes sobre un fantástico plano que mostraba un proyecto de ciudad muy bien organizada, con idílicas quintas entre ésta y el resto de la colonia.

El señor Roberto Jungblut, descendiente de una familia de los primeros tiempos, habitante desde siempre en Cuñá Pirú, plasmó por escrito cosas que investigó sobre el tema y lo que le fue transmitido y atesora en su memoria:

“Cuñá Pirú: comenzó a poblarse promediando el año 1920. Antes que llegaran los primeros inmigrantes ya estaba en la zona a poblar el Sr. Carlos F. Krumkamp, quien estaba a cargo de la mensura de los terrenos para futura venta. El mismo se quedó en Cuñá Pirú unos cuántos años más; cuando ya llegado Juan Christian Theler, éste recibió albergue en rústica y precaria “casilla” que servía de refugio y vivienda al agrimensor, quien tenía como ayudantes o peones a un grupo de nativos aborígenes. (Éstos vivían aparte, en los típicos ranchos de pindó)

Apenas asentado en la zona, y ya desmontado su terreno, Don Theler hizo venir a Cuñá Pirú a una de sus hijas que vivía en Esperanza, Santa Fe. Llegada la hija Crecencia, ésta se encargó de la tarea de cocinar, lavar la ropa, y se entiende por supuesto: “la limpieza y mantenimiento de orden en la casa” (La precaria casilla).

Pero… como suele suceder entre jóvenes, Carlos Krumkamp y Crececia Theler se enamoraron y los dos meses de llegada la misma, se casaron. Sí, se casaron por Iglesia, nada menos que con la bendición del Co Fundador (en realidad el principal fundador de Cuñá Pirú) el sacerdote y Jesuíta alemán Max Von Lassberg.

La pareja se casó recién por civil, unos años después, en 1926, según consta en el Registro Civil de Pto. Piray, lugar donde se anotaban legalmente por esos años los nacimientos, casamientos y fallecimientos de la época.

Bien, volviendo al Cuñá Pirú de 1920, se mencionan como primeros llegados a los hermanos Sinsen, Gabriel y José, pero hasta hoy no he llegado a averiguar el día y el mes de su arribo a la zona. También es considerado probable que junto a ambos pudo haber llegado don Juan Alfonso Vogt y su esposa Paulina Freiberger, ya que desembarcaron en el puerto de San Alberto, traídos por el mismo barco, el vapor “Iberá”.

Sé que Juan Vogt también llegó a radicarse en este lugar por 1922 cuando había nacido su hija Erika a la cual daban algunas versiones como la primera nacida en Cuñá Pirú, pero en el Registro Civil de Piray está anotada como nacida en Puerto Rico (15.07.1922), mientras el mencionado registro muestra como primera nacida en Cuñá Pirú a Andrea Krumkamp (18.01.1923).

Por 1920 ingresó a la futura colonia un grupo de parientes de la familia Fröhlich, de los cuales unos se quedaron y otros pronto regresaron al Brasil. Los mismos fueron: Juan Bernardo Fröhlich y señora (Malvina Winck), Juan Thomas y Juan Thiessen, ambos casados con hermanas de Juan Bernardo y un hermano menor, soltero, llamado Alfonso Fröhlich. Tras unos años llegaría también la viuda madre Christina Braunn de Fröhlich con su hija menor (hermana de los antes mencionados), que tras una breve permanencia en Cuñá Pirú se radicaron en Puerto Rico, donde pronto falleció la señora Christina. La hija se casó al tiempo con Reinaldo Lunkes. De los familiares nombrados, Alfonso y su cuñado Thomas con la familia regresaron a Brasil. Lo mismo se dice de Reinaldo Lunkes. Con lo relatado hasta aquí quiero ser cauto en dar prioridad de llegada a algunos, ya que no todos son mencionados con fechas de arribo.

Consta en un libro en idioma portugués escrito por Claudio Carlos Fröhlich (Brasil), que el grupo de los Fröhlich, con Juan Bernardo a la cabeza, partió de los alrededores de Santa Cruz do Sul, RGS, Brasil, con destino “Cuñapirú” de Argentina por “Setembro” de 1920. También Juan Bernardo, entre otros apuntes manuscritos en papeles dentro de su libro de cantos y oraciones en alemán, menciona al año 1920 como el de su llegada y sus comienzos en Cuñá Pirú, Argentina.

Otros de los inmigrantes de los años siguientes 1921-1922, fueron los ya mencionados Juan C. Theler, hermanos Sinsen, Juan Alfonso Vogt, más, Albino Müller, Heinrich (Enrique) Graef, José Reis, Jacobo Nobs, Felipe Franzen, Osvaldo Vogt, Theofil Werlen, “Fritz” Federico Theler, Franz Bohnenberger, Leopoldo Wagner, Reinaldo Vogel, Richard Pauli, Alois Lang, Wilhelm (Guillermo) Scwehr (algunos lo confundían o anotaban como “Schwelm”, el fundador de Eldorado, de nombre Adolfo), Meinrado Theler (hijo mayor de Cristian), Vitus Jaggy, Alfred Ruppen, Albert Salzmann, Anton Nanzer (éstos cuatro últimos todos provenientes de Suiza, solteros). Otro soltero suizo José Belwald, se ahogó en el arroyo Cuñá Pirú.
Desde 1923 a 1926 llegaron: Mateo o Mathías Jungblut (en Alemania Mathías, en Brasil y Argentina, Mateo), Leonhard Hack, Quirino Zeiter, Federico Pfeifer y Jose Mang. (Hermanastros entre sí).

Entre 1926 y 1931 han venido: José Germano Krein, José Bernardy, entre otros. De los mencionados pronto, muchos, solteros casi todos, emigraron a otros lugares, tras haberse desilusionado.

El poblado quedaba en plena selva, sin más acceso que una sola picada de unos 12 a 15 km, por puro monte, casi intransitable, desde la vecina Capioví.. Se ingresaba a la misma un poco más allá del arroyo San Alberto (Actual granja Aleluya) y se salía al primer predio desmontado (de Theófilo Werlen) frente al actual mercado “Autoservicio Dilkin”, en Cuñá Pirú.

A monta de caballo, en carro o de última, a pie (quienes quisieran arriesgarse), era la única manera de llegar. A los suizos les hicieron el verso de que el arroyo Cuñá Pirú era navegable hasta el lugar.

Todos los primeros pobladores eran atraídos con muy buena propaganda. A los de Suiza con el gran futuro que sería la yerba mate, “das grüne Gold” (el oro verde). A los del Brasil, habitantes de zonas pedregosas, poco fértiles y serranías, con la gran fertilidad del suelo, lo fácil que se obtenían los productos cultivados y el “futuro” de la ciudad a poblar. Les mostraban el plano diseñado de la misma con sus 4 avenidas y sus quintas aledañas. En alguna que otra casa del lugar, aun hoy existen algunos de esos planos que eran de color azul.

Las tierras se las vendían en Brasil por lotes según el mencionado plano.
Cuando llegaban al lugar que no era más que monte, si desilusionados querían volver, ya no quedaba dinero suficiente para hacerlo.

Los de Europa y uno que otro de Brasil, en muchos casos eran profesionales, como Meinrado Theler, ingeniero ferroviario, sus cuñados Nobs y Werlen también ferroviarios, José Mang, cerrajero, su hermanastro Federico Pfeifer, de profesión zapatero, Juan Vogt, hojalatero y herrero. Sinsen y Franzen expertos carpinteros en construcción, los Reis, carpinteros en muebles, aberturas y construcción, en tanto Mathías Jungblut fue el primer maestro en alemán.

Entre todos fueron buenos vecinos, con apoyo mutuo, lo que en gran parte mitigó la tristeza y nostalgia por la patria lejana. Cada cual, con su profesión u oficio, estuvo para servir a los demás.”
Hasta aquí el relato del Sr. Roberto Jungblut, a quien agradecemos el habernos permitido la reproducción del texto, su cordialidad y muy buena predisposición para responder nuestras preguntas.

Haciendo volar la imaginación, retrocediendo en el tiempo a la década de 1920, podríamos ver un hermoso poblado en medio de la selva misionera, prolijamente diseñado rodeado de cuatro avenidas, calles interiores, casitas de madera con su jardín y huerta, todo el conjunto rodeado de quintas con la bella serranía recortada en el horizonte. Almacenes, aserraderos, talleres diversos. A su vez, sendos caminos hacia Capioví, Campo Grande (importante centro de procesamiento de yerba mate y proveedor de tropas vacunas para carne) y un puerto seguro, en la ribera del Paraná, bases perfectas para el desarrollo de un exitoso centro urbano.

Flota en el aire la pregunta ¿cuáles fueron las circunstancias que transformaron esa ilusión en promesa incumplida?

Hoy nos movemos en el plano de las conjeturas. Pero “atando cabos sueltos” entre lo que cuentan antiguos vecinos, descendientes de aquellas primeras familias, algunos testimonios escritos, relacionando también con la política nacional de la época, podemos esbozar algunas explicaciones.

El Sr. Roberto Jungblut hace las siguientes reflexiones: “La idea de Culmey era vender primero los lotes más alejados, porque era normal que los terrenos preferidos eran los que estaban cerca del río Paraná, entonces ideó lo de la ciudad como una estrategia para atraer a los colonos a la zona. Había un proyecto (eso nos contó el P. Marx) para el trazado de una vía férrea hacia el interior de Misiones, empalmando la que ya existía hacia Iguazú con un ramal a Bernardo de Irigoyen. El trazado contemplaba recorrer la divisoria de aguas sobre las serranías.

Los suizos tenían interés en hacer esta obra por su experiencia de ferrocarriles en relieve montañoso con puentes y túneles. El gobierno argentino no aceptó las condiciones de los suizos y el proyecto cayó.”

En el libro “El llamado del oro verde” compilado por Cecilia Gallero, existen relatos de inmigrantes suizos que hacen referencia al fallido intento de obra ferroviaria, incluso, alentando expectativas de trabajos en el ramo, como el relato del Sr. Theler: “…por casualidad llegó a mis manos un prospecto con publicidad sobre las nuevas colonias en el Alto Paraná en el Territorio de Misiones, en el que se retrataba y describía el futuro brillante de esas urbanizaciones.” Luego señala: “Inclusive estaba proyectada una línea de ferrocarril que vendría desde el Brasil, al norte de las Cataratas del Iguazú, y atravesando todo Misiones vendría hasta Posadas para unirse con el tren del norte argentino. Todo estaba escrito en una forma tan tentadora que a uno, necesariamente, se le “llenaba de agua la boca”. ¡Perspectivas brillantes para mi hijo como ingeniero y una gran esperanza para mis dos yernos que querían ser agricultores!

En contraste con el magnífico proyecto nunca realizado, se repiten las historias de las grandes dificultades del comienzo de Cuñá Pirú, especialmente por su situación de aislamiento. Don Augusto Jungblut, entrevistado en el año 2009, recordaba con admiración el valor y coraje que tenían los señores Keller, Haser y Prestes que atravesaban el monte virgen hasta llegar a la costa del Uruguay desde donde traían pequeñas tropas de ganado hasta la colonia.

Hoy Cuñá Pirú se ve como una colonia próspera, resultado de una gran inversión de sacrificio y tenacidad, con un paisaje envidiable y una rica historia que merece ser conocida.

Leonor Kuhn

Fuentes consultadas:
Gallero María Cecilia (compiladora) “El llamado del oro verde”
Jungblut Roberto, manuscrito inédito
Entrevistas a Augusto Jungblut, abril de 2009
y Roberto Jungblut octubre de 2013

Artículo publicado en el n° 21 de la revista Somos Puerto Rico, diciembre 2015   Publicación tomada del grupo de Facebook «Hacia el centenario». 
http://www.misionestienehistoria.com.ar/cu%C3%B1%C3%A1-pir%C3%BA-la-ciudad-que-no-fue
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