LAS CATARATAS Y LA RAZA CÓSMICA

Utópico canto de esperanza
En la notable recopilación de escritos sobre Misiones, surgidos de la pluma de conspicuos autores nacionales y extranjeros, nuestros escritores locales Rosita Salvo y Rodolfo Capaccio en su libro compartido «LA MIRADA DE LOS VIAJEROS», testimonian, en melodiosa armonía recopiladas como si fuera rosario de expresiones, el impacto que a los sentidos de los viajeros causara la fantástica magia de la verde selva y el sorprendente rojo de la tierra laterítica, que los ilustres visitantes supieron volcar en bellísimas prosas.
La «Mirada de los viajeros» es un libro que merece ser leído por los misioneros en particular, no solo porque deleita el sentimiento indescifrable que el ser humano siente hacia su hermosa tierra, también contiene el encanto sublime que fortalece la identidad misionerista, revalorizando a su vez la pertenencia al terruño querido, que no es más que la síntesis, en el libro, de tantas expresiones halagüeñas.
La lectura me llevó, como otro viajero, a la parada anterior del «Viaje Intelectual» de Paul Groussac y al contenido breve de la «Raza Cósmica» del genial mexicano José Vasconcelos; Filósofo, catedrático, ministro, diplomático, cargo éste que le hizo recorrer Sudamérica hasta llegar a nuestra patria chica. Él, como Groussac, contempló fascinado las inconmensurables cataratas del Iguazú y se sintió pequeño, pequeñísimo. Fue cuando reflexionó sobre la futilidad del minuto ante la eternidad del chorro fantástico transformado en espuma. Enorme espectáculo que lo inspiró a escribir la «Raza Cósmica» y las “Crónicas Americanas”. Ensayos que hiciera discutir a generaciones de estudiantes sobre el origen de las especies y la formación y transformación de las razas contrariando a los evolucionistas; porque en claro mensaje explicaba que el principio geológico terrestre constituía una sola masa, antes que se separara en continentes. Y en lo que hoy es América habitaban los atlantes, hombres de piel rojiza que merced a la tierra unificada llegaron a Egipto, al África, a Grecia, cuna de la civilización blanca, que al mezclarse con el ario formó el Indostán. En tal sintonía explicaba que el atlante en su expansión originó las cuatro razas: el negro, el indio, el mongol y el blanco. Éste último, el blanco, al retornar a lo que hoy es América sustituyó a los decadentes imperios de los incas y de los aztecas que, al mixturarse con los nativos, comenzó a formar una nueva raza: la de piel cobriza, la de bronce. Teorizaba que la expansión cobriza en la dimensión cósmica del devenir de los tiempos será la quinta, absorbiendo endogámicamente a las anteriores. ¿Cuándo será ese tiempo? Y en sutil respuesta daba a entender que será cuando el nuevo hombre se sienta español en España y no repudie a sus ancestros, como no lo hace el blanco de Norteamérica que se mezcló con el indio y se siente tan inglés en Nueva York como en Londres. Sintetizaba que en la América hispana se da la suma y síntesis de toda la humanidad, el punto culmen de su historia, donde se combina la hispanidad europea (conjunción de celtas, romanos, germanos, árabes) con el espíritu contemplativo del indio americano, la sensualidad del africano y el sentido de unidad colectiva del asiático. Es la broncínea raza del futuro que saldrá de América, y la presiente mejor.
Continuando con el hilo conductor de tan prometedora quimera, y poniendo énfasis a nuestra identidad misionera, la Junta de Estudios Históricos de Misiones da comienzo a una serie de cortos documentales denominado “Crónicas de los Viajeros”.
Rubén Emilio García

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