EL LENGUAJE EMPRESARIAL DE CAMBIEMOS: CINISMO CEO

 Por Marcos Mayer

Las expresiones provocativas de diferentes representantes de Cambiemos responden a un patrón que es el lenguaje de clase propio de la empresa privada y sus CEOS. Marcos Mayer advierte las graves consecuencias que contiene ese modo lingüístico que se traduce en formas de acción política: El retiro del Estado o el Estado a favor de la empresa.

ceo

Refieréndose a una partida de leche en mal estado descubierta en una escuela, una funcionaria dice que si fueran pobres deberían poder comer lo que fuera. Macri dice que un empleado estatal que va a su dependencia y no tiene nada que hacer se siente humillado y que es un favor despedirlo. El titular del PAMI dice que los jubilados están sobremedicados. Todas estas declaraciones se agregan a la grasa militante de Prat Gay, a Michetti diciendo que a ella también la afectan los aumentos de tarifas y a Dietrich sosteniendo que en términos de plata el incremento en el transporte no es muy significativo. Son muchas las expresiones de este tipo, seguro me olvido de algunas y sin dudas se seguirán pronunciando frases de este estilo en el futuro.

Evidentemente cada una de estas expresiones resulta irritante para mucha gente y suman malestar a una situación de general pérdida de valor adquisitivo cuando no directamente del puesto de trabajo. Vistas desde afuera del tipo de sujetos que las pronuncia, parecieran ser lisa  y llanamente una provocación, una invitación a la furia que es un paso necesario para que se ejercite el deseo y la necesidad de represión. Es una interpretación válida pero los resultados de la política macrista, sus mazazos discursivos que se suman a la acumulación casi diaria de anuncios de desdichas, tienen más que ver con el desánimo que con la rebeldía. Al menos por ahora. Por un lado, el desencanto de algunos de los que votaron a Cambiemos, por el otro la sensación de orfandad política entre quienes eligieron otra cosa y que ven que se arrasa con todo sin demasiada oposición.

También podría pensarse que no hay efecto buscado, que esas frases se dicen porque sí, un poco a la bartola. Siempre son respuestas a situaciones en las que queda expresada una disconformidad (despidos, aumentos, déficits en los servicios sociales). Y se dan esas respuestas desde la lógica de la minimización del reclamo o, en algunos casos, postulando que eso que se vive como daño es en realidad un beneficio (el despedido que puede encontrar ahora su propio camino a la felicidad, Macri dixit). Se descalifican esas protestas desde el ejercicio de una desdeñosa indiferencia. Es como si dijeran algo para que la gente se dejara de molestar. Para quien haya trabajado en una empresa grande, con CEOs y gerentes de personal amaestrados, este tipo de respuestas tiene algo de familiar. “Pérez, va a tener que ajustar sus gastos porque la empresa no está en condiciones de darle un aumento”, Y a otro tema.

Es una especie de estilo de clase, ya no simplemente burgués u oligarca, sino que a eso se agrega una serie de elementos en común entre la mayoría de los que nos gobiernan: educación privada, barrios cerrados, acceso a toda clase de bienes, endogamia e ignorancia deliberada de lo que sucede fuera de ese mundo, una falta de empatía aprendida en aulas de marketing, devoción por los equilibros contables, imposibilidad de pensar un mundo en el que las cuentas no cierren.

El resto de la gente, que no participa de esta forma de ser, no debe ser atendida porque vive de acuerdo a criterios equivocados con los que no hay comunicación ni entendimiento posible. Pero, desde la política, no queda otro remedio que tener que responder a las exigencias de esa gente tan diferente a la tropa propia (el famoso “equipo”). Y la única respuesta es un cinismo CEO, que por ahora produce más desaliento que rebeldía pero que, ese es el resultado no deseado, hace morir todo entusiasmo de la tropa propia. Y sin entusiasmo es difícil asegurarse votos.

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