LA REBELIÓN DE LAS ESCOBAS



 Por Ana María Ramb

 A partir de hoy La Nave de la Comunicación, reproducirá las historias sobre distintas mujeres luchadoras, cargadas de pasión y coraje, que la periodista, escritora y editora Ana María Ramb ha escrito para la colección Pasión y Coraje y editado por Desde la gente.
escobas_0
En esta primera entrega, Carolina Muzilli y «La Rebelión de las Escobas»:
«En tal clima político y tal militancia encontramos a Carolina Muzilli en sus veinte años.  Sus padres habían dejado muy jóvenes su pequeña aldea italiana, engarzada en una magra economía rural.  Para afincarse en Buenos Aires, eligieron una modesta vivienda de San Cristòbal, cerca de San Juan y Entre Ríos: dos pequeñas habitaciones, un patio, buhardilla y cocina.  Trabaja fuerte en la construcción don Cayetano para dar a su familia ese lujo tan módico, que los pone a salvo del hacinamiento en el que viven casi todos sus paisanos.  Carolina agradece ese prurito de orgullo de los Muzilli; ella sabe cómo son los conventillos, porque los visita a menudo.  Funcionan casi siempre en viejos caserones que la burguesía abandonó cuando, en 1871, la fiebre amarilla hizo estragos en Buenos Aires, cebándose en San Telmo, Monserrat y San Cristóbal.

A partir de entonces, los ricos propietarios de esos barrios, y de La Boca, Barracas y Constitución, alquilan piezas donde se apilan diez, doce, o quince personas, mientras ellos se instalan en El Retiro o Palermo, o en sus quintas de San Isidro y San José de Flores.

A menudo, una familia obrera debe convivir en un ambiente con uno, o dos, o tres trabajadores solteros.  Solteros o solos, hasta que consigan traer a los suyos de la aldea o el paese.

Las precarias cocinas -brasero de hierro fundido, a veces, apenas una lata de aceite abierta arriba- están a la intemperie.  Al fondo, las piletas de lavar ropa y vajilla, y tres o cuatro letrinas para todos.

Hay conventillos que, prácticamente, revientan. Suelen tener dos patios.  Ávidos de mayor ganancia, los dueños han mandado levantar en ese espacio tugurios con pared de tabla de techo de zinc.

Dos años antes, a fines de 1907, los inquilinos declararon en una huelga que la prensa llamó la Rebelión de las Escobas, porque las bravas mujeres de los inquilinatos sacaban a escobazo limpio a los cobradores de alquileres.

Las y los rebeldes exigían una rebaja, porque ya resultaba imposible soportar los aumentos que mes a mes imponían los dueños.  La resistencia a los desalojos funcionó con bloqueo de las puertas y la presencia solidaria de habitantes de otros conventillos.

No faltó oficial de justicia que recibiera algún baldazo de agua con jabón o con creolina, que resbalara al pisar un pan de jabón amarillo, que se diera un golpe en la testa al pisar un escobillón.
Recuerda Domingo Varone:
En el conventillo llamado «Las Catorce Provincias» situado en Chacabuco y San Juan, que albergaba unas doscientas familias, hombres, mujeres y niños resistieron el asalto de la policía y los bomberos, arrojándoles toda clase de objetos y agua hirviendo.

No pudieron ser desalojados, la policía debió retirarse, aunque no sin dejar antes una víctima.  El jefe de la policía de entonces, Ramón L. Falcón -que dos años después se hizo tristemente célebre por la masacre obrera del 1º de Mayo- ordenó hacer fuego contra los moradores del conventillo, que se resistían a perder su vivienda.  Miguel Pepe, de 17 años, cayó muerto, asesinado por la policía durante esta verdadera batalla.Sangre obrera derramada en barrio del Sur: 1907, 1909, 1910.

No sería ésta la última vez.


– See more at: http://nos-comunicamos.com.ar/node/4505#sthash.Opvu9QQ4.dpuf

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2015/07/11/la-rebelion-de-las-escobas/