GRÁFICA CAMPICHUELO, UNA COOPERATIVA QUE SE LEVANTÓ A LOS PONCHAZOS



por CNCT

Una historia que atraviesa el desguace del Estado y su recuperación, según el testimonio de un fundador, Hugo Cabrera. Y una propuesta de crecimiento, integración y disputa en el mercado.
cooperativa
La cooperativa se especializó en la impresión de formularios de seguridad con código de barras, tinta invisible, tintas fugitivas, la encuadernación de libros y la impresión de datos variables digitalizados. En la actualidad cuenta con maquinarias de tecnología avanzada.

La historia de la gráfica atraviesa los vaivenes de la economía. La cooperativa le debe sus inicios a los efectos del neoliberalismo: Hugo Cabrera, socio fundador de la gráfica, hoy jubilado, cuenta que «en el año 1962 comienza a funcionar la imprenta después que Frondizi compra el edificio, que antes era un estudio cinematográfico. En la última etapa de Alfonsín, donde primaba el discurso de que el Estado era improductivo, y había mucha conflictividad sindical, el gobierno privatiza la impresión del Boletín, pero mantener la impresión de libros de la Corte Suprema, y ofrecen retiro voluntario a los trabajadores. Así se fue vaciando toda la estructura, hasta quedar con una planta de 120 compañeros. Con Menem empieza la reforma completa del Estado y nosotros lo sufrimos hasta el hueso. Lo primero que se plantea acá es la disolución de la planta y todo el mundo para su casa. En el medio estaba la comisión interna, el sindicato gráfico, alguno de UPCN, que aceptaron la propuesta de conformar una cooperativa. Algunos compañeros ya tenían experiencia en formar una cooperativa, que es COGTAL, y nos fueron generando la inquietud. Entonces nos sentamos, el sindica

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o y los trabajadores, con el Ministerio, para formar la cooperativa».

El 7 de noviembre de 1992, 43 trabajadores se animan a fundar la Cooperativa de Trabajo Obrera Gráfica Campichuelo Limitada (C.O.G.CA.L). Más de la mitad de los trabajadores da un paso al costado. Los más jóvenes, que tenían mayores expectativas de progreso, no quisieron asumir el riesgo y se fueron. Fue un gran desafío porque la planta era demasiado grande y las máquinas estaban en mal estado. Hoy lograron volver a incorporar trabajadores jóvenes, que le aportan mucho dinamismo al negocio.

En ese momento, reciben muchos trabajos que estaban dejando de hacerse en la Casa de la Moneda, como formularios del automotor. «Fue un momento muy difícil porque teníamos dos modelos de offset muy viejos, atados con alambre, teníamos mucho desperdicio, era muy difícil registrar, etc., pero seguimos a los ponchazos», cuenta Cabrera. «Yo pienso que los que nos daban los trabajos pensaban que nosotros no íbamos a poder hacerlo.»

Durante un tiempo, los trabajadores acondicionaron las máquinas por su cuenta, viviendo de la indemnización que recibían en cuotas. Tras gestiones, lograron que uno de sus grandes clientes le adelantara un monto de dinero, a cuenta de formularios, con el que pudieron comprar una máquina de dos colores, reacondicionada a nuevo, que estaba en Italia. Así mejoraron todo el sistema e hicieron más rentable el negocio de los formularios, a pesar que en los 90 la venta de autos bajó dramáticamente. «Si nos hacían un estudio de factibilidad, nuestro proyecto no era viable. Pero nosotros comíamos, que era lo fundamental y que los profesionales no entendían en ese momento. Hoy hay otra mentalidad…» Pero la verdadera mejora empieza cuando se hace el reempadronamiento de automóviles, con patente nueva, que obliga a introducir nueva documentación. «Sin embargo, nosotros pasamos por un proceso que pasan muchos laburantes. Habíamos tenido tanto hambre que nos permitimos tener dos aguinaldos, repartirnos mejor retiro. Mientras duró eso fue lindo, pero tuvo un desencadenante terrible, cuando se terminó el reempadronamiento tuvimos que retroceder, y eso fue justo en la crisis de 2001. Habíamos comprado unas máquinas muy caras en cuotas. Nos quedamos endeudados. Nos decían que presentemos quiebra. Pero nos juntamos todos, como cooperativa, y dijimos no, vamos a saldarla. Porque la cooperativa la hicimos para nuestros hijos. Así que nos llevábamos 300 pesos. La prioridad eran los compañeros que tenían una deuda bancaria para una vivienda, para que no la pierdan o se queden en la calle. Todo eso que fue durísimo, entre 2001 y 2003, se revirtió con el cambio de gobierno, donde se empieza a notar la reactivación del mercado automotriz. Mejoramos el trabajo».

En ese momento ocurre otro cambio notable para la cooperativa: el recambio generacional. Algunos trabajadores se tienen que jubilar, entonces entran jóvenes con otra visión, que se fusiona con la experiencia de los anteriores. Además, cambiaron las máquinas de dos colores por una máquina de cinco colores, que les permitió competir mejor en el mercado. «Nos llevó mucho tiempo armar una estructura comercial, hacer que los compañeros la acepten, entender quién tiene el perfil para eso. Pero fue ocurriendo y salieron buenos cuadros. Mejoramos nuestro retiro, incorporamos tecnología e incorporamos jóvenes que hicieron proyectos de negocios y son los que conducen el proceso de desarrollo». Uno de ellos tuvo la idea de vender la máquina de cinco colores y comprar en el extranjero otra de ocho colores, y comprar la CTP (un moderno sistema digital de pre-impresión denominado Computer To Plate), lo que generó un mejor nivel de trabajo.

En la industria gráfica, la tecnología es clave: «Si hoy tuviéramos que comprar una máquina de dos años de antigüedad, como plantea la reglamentación actual, quedaríamos todas las cooperativas afuera del mercado. Es carísimo. Lo único que podemos acceder son máquinas de 15 o 20 años de uso», explica Cabrera.

Integración

Campichuelo ha sido una de las cooperativas con mayor experiencia de integración, desde fines de los 90 cuando formaron, junto con IMPA, el Movimiento de Empresas Recuperadas. Un movimiento que alcanza su crecimiento más importante en 2001, cuando estalla la crisis. «En 2005, Chavez nos invita a conocer Venezuela. Fuimos a vender libros y no pudimos, pero conocimos otras cooperativas, con las que formamos la Red Gráfica Cooperativa. Todo proceso tiene sus idas y vueltas, con mejor o peor resultados en la participación. Ahora nos empezamos a reunir con otras organizaciones, con los compañeros de GESTARA (Grupo de Empresas Sociales y Trabajadores Autogestionados de Argentina), y ahí nace la idea de tratar de armar una federación que no solamente aglutine de cooperativas de trabajo, sino otras formas de autogestión que están sueltas, que son del campo popular, que están trabajando, con quienes no tenemos barreras ideológicas importantes». Cabrera tiene una historia de militancia, por eso entiende de procesos. Nos cuenta sus sueños de integración y de fortalecimiento del conjunto del sector: «Nos acercamos a los compañeros de la CNCT y estamos a la espera de que nos salga la matrícula, para sentarnos en una mesa más amplia a discutir. Creo que tenemos que sacar al cooperativismo de trabajo de un mercado cerrado, de una economía paralela que no compite, pero creo que hay que empezar a abrir esto, a pelear la porción de la torta. Hacia afuera somos democráticos, participativos, solidarios, pero hacia afuera hay que salir a pelear como pelean ellos».

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