por Tiempo Argentino
Fue una de las últimas ocupaciones en América Latina. Rechazada por mandatarios constitucionales, tuvo apoyo de la dictadura brasileña.
Hace 50 años, en la noche del 28 de abril de 1965, los marines estadounidenses volvieron a pisar suelo americano, en la República Dominicana, esa vez para ahogar en sangre un movimiento cívico-militar iniciado cuatro días antes con la intención de reponer en el gobierno al presidente democrático Juan Bosch y volver al imperio de la Constitución aprobada sólo dos años antes, en 1963. Al menos 3000 muertos, el fin de la democracia dominicana y la destrucción de barrios enteros de Santo Domingo fue el saldo de la nueva invasión de Estados Unidos a un pueblo latinoamericano.
Bosch era un personaje singular. Además de ser un intelectual de valor fue el primer presidente electo democráticamente, por más del 60% de los votos, en un país que durante tres décadas (1930-1961) había sufrido la devastadora dictadura pro estadounidense del general Rafael Leónidas Trujillo. Aunque Bosch era un moderado, fue derrocado el 25 de setiembre de 1964, siete meses después de haber asumido el cargo, por Donald Reid Cabral, quien reinstauró la dictadura y suspendió la Constitución que establecía, entre otras cosas, la libertad política, religiosa y de expresión y el derecho a la vivienda.
La Carta de 1963 facilitaba el retorno al país de los disidentes políticos y exiliados durante el régimen trujillista. Asimismo, amparaba los derechos de los campesinos y trabajadores y prohibía la instalación de monopolios, la apropiación de grandes extensiones de tierra y ambientaba el desarrollo de proyectos innovadores que afectaban a sectores hasta entonces intocables, que fueron los primeros en clamar por un golpe de Estado y luego, ante el fracaso de los militares de Reid Cabral, por la intervención directa de los marines.
El desembarco de las tropas norteamericanas llegó con apoyo de las multinacionales de las frutas y el azúcar y una formidable campaña de prensa organizada por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR). Tal como lo habían hecho una década antes en Guatemala, cuando acabaron con el gobierno democrático de Jacobo Arbenz, Bosch fue estigmatizado como un «peligroso comunista». En plena Guerra Fría, ese fue el pretexto para la intervención unilateral de Estados Unidos, que contó con el repudio de todos los gobiernos constitucionales, el apoyo de los regímenes militares que entonces azotaban las Américas y el pleno respaldo de la dictadura brasileña, que envío contingentes de infantes y paracaidistas.
Con el ascenso de Reid Cabral a la presidencia la situación económica del país se deterioró y se firmaron los primeros, leoninos acuerdos con el FMI. Mientras tanto, la corrupción administrativa motivó a jóvenes oficiales, bajo la coordinación de los coroneles Rafael Tomás Fernández Domínguez y Francisco Caamaño Deno, a asumir actitudes «subversivas» en los cuarteles, con el propósito de atender el clamor popular. El aniquilamiento del «movimiento militar constitucionalista» –así se lo llamó– fue el pretexto para el desembarco de las tropas del Pentágono.
