CÓRDOBA: ELLOS TE AVISARON



Por Josefina Cordera

Las inundaciones recientes ponen en primer plano las discusiones sobre la necesidad de cambiar la lógica actual de ordenamiento territorial de la provincia -economicista y de corto plazo-, por otra sustentable y guiada hacia el bien común.

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El drama de las inundaciones en Córdoba lleva su tiempo. Aunque al principio eran los loteos desmesurados, el desmonte ilegal y  leyes con escasa aplicación, hoy el drama está en otras caras, y tiene barro, como las manos que intentan reconstruir lo que arrasó el agua ante una pregunta que es cada vez menos retórica: ¿volverá a pasar?

Repasar las causas de lo que pasó en Sierras Chicas y también en la llanura pampeana es como asistir a una cadena de avisos del pasado que dejan en claro que la catástrofe natural es una construcción tan humana que apena pero más genera enojos. Pues las explicaciones pasan todas por el mismo nudo: deforestación, bosque nativo que se convierte en urbanizaciones por consecuencias de una especulación inmobiliaria que no cesa, árboles que se hicieron cultivos debido a una frontera agropecuaria que se extiende un poco más, siempre un poquito más en tierras que hoy son húmedas pero mañana pueden ser desierto; incendios que no se previenen y colapsan la tierra.

Es decir, nada nuevo: la pérdida de bosque nativo es una de las principales causas tanto de las inundaciones en las Sierras Chicas como en la llanura del Este cordobés. “En Sierras Chicas, donde había bosque, ahora hay countries, caminos, casas, hemos cambiado el uso del suelo: bosque por cemento. En la llanura, la extensión de la frontera agropecuaria es un tema a revisar, hay que regular y ordenar el modelo actual y entender que los bosques tienen funciones que impactan de forma positiva en la actividad agrícola: formación de suelo, servicios de ecosistemas polinizadores para los cultivos, regulación de ciclos hidrológicos”, explica Marcelo Cabido, biólogo e investigador en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

La deforestación, ya sea para expandir la frontera agropecuaria o para seguir haciendo de la serranía un pasillo de hermosos dormitorios, no sólo nos deja sin sombra, sino que se lleva la biodiversidad, convierte al agua en un torrente furioso que baja por las pendientes sin obstáculos y nos arrebata el elemental, necesario y poco ponderado suelo.
Ese suelo que erosionado y pelado no puede retener ni el rocío de las mañanas.

Por esa razón y muchas otras que hacen del bosque nativo un mitigador natural del impacto de las grandes lluvias -que seguirán presentes en los pronósticos meteorológicos-, Fernando Barri – biólogo, docente e investigador en la UNC-, considera fundamental conservar las cuencas de los ríos: “Las cuencas son el embudo de las lluvias. Si se conservan, la lluvia amortiguada en la vegetación llega suavemente al suelo que absorbe parte de esa agua, que luego se libera lentamente. Quizá de los 300 mm llovidos, una cuenca conservada hubiera retenido por lo menos 100 mm; entonces la cantidad de agua ladera abajo hubiese sido menor y por lo tanto menor el impacto social”.

La importancia de conservar el suelo también es destacada por la geóloga y docente de la UNC Graciela Argüello, para quien los incendios han tenido un papel fundamental en la modificación de sus propiedades. “En 2013, cuando fueron los grandes incendios, advertí que en poco tiempo podría haber inundaciones, porque el calor cuece la arcilla y los suelos se vuelven impermeables, pierden capacidad de infiltración. El agua que no se absorbe, se suma al escurrimiento; los terrenos se inundan más rápido y los picos de creciente de los ríos y arroyos se elevan”.

Por todo esto, Argüello plantea que actividades como el rally también tienen su impacto en el suelo, ya que lo apelmazan y le quita su propiedad de absorción. Asimismo, la especialista pone el foco en la falta de planificación territorial en ciertas urbanizaciones que fueron emplazadas en las llanuras de inundación de los ríos. “Tarde o temprano el río reclama lo que le pertenece. También falló la alerta meteorológica, nadie advirtió sobre la lluvia ni la posterior inundación”, manifiesta.

HACIA ADELANTE


Córdoba perdió más del 80 por ciento de sus bosques nativos
y para los especialistas ya es hora de implementar un plan de ordenamiento territorial sustentable y participativo para conservar y mejorar lo que queda. “El paisaje en las Sierras Chicas lo ordena la lógica económica, se hacen desarrollos inmobiliarios y caminos donde sea, sólo importa la ganancia de unos pocos en el corto plazo. Sin embargo, con el tiempo pasan las tragedias y las consiguientes pérdidas económicas y de vidas: una crisis ambiental tiene consecuencias sociales y económicas muy altas”, plantea Barri.

Este tipo de planificación implica también recuperar el mando en cuanto a política ambiental, hacer cumplir y controlar las leyes actuales. “Si en política ambiental no está claro dónde vamos y el Estado no ejerce su función de contralor, estas cosas van a seguir pasando. Este desastre le va a costar a la provincia millones de dólares que no se van a  recaudar con los impuestos que pagan los countries construidos en las Sierras Chicas; sin hablar de las vidas que no se recuperan”, expresa Cabido.

Lo que sobra en Córdoba es conocimiento y gente idónea para llevar adelante un ordenamiento atento al entorno natural; sin embargo, la lista de loteos aprobados y esperando luz verde para empezar a construir en el Talar de Mendiolaza, Salsipuedes y Unquillo sigue extendiéndose, alimentando la consolidación de un modelo que cubre de cemento el suelo sin medir consecuencias. “Las cuencas son la gallina de los huevos de oro, son nuestro tanque de agua y se necesitan políticas públicas para cuidarlas, para no inundarnos en verano y quedarnos sin agua en invierno. Ninguna obra de ingeniería va a terminar con este problema”, advierte Barri.

Para volver a tener cuencas sanas y vegetación nativa, el camino es largo porque el bosque no es sólo árboles, plantas, insectos o pájaros sino que el bosque es también lo que no se ve: un conjunto de interacciones que contribuye a ciclos de agua y nutrientes. Según Cabido, la mejor manera de remediar es no tocar. “En los espacios donde aún se conserva cubierta de pasto y arbustos el bosque se recupera solo, y es más productivo que salir a plantar arbolitos”, sostiene.

Sin embargo, el bosque la tiene complicada. Tal como recuerda el biólogo, en estos días comenzó la revisión de la Ley de Bosques, una instancia obligatoria que reúne al Estado provincial con una comisión interinstitucional formada por diversos actores, entre ellos las universidades y ONGs. Una de las propuestas a discutir es minimizar las zonas de bosque nativo protegidas y pasar de tener un millón 800 mil hectáreas que no se pueden talar a 600 mil hectáreas. Esto equivale a menos rojo en el mapa-  es el color utilizado para demarcar las zonas libres de deforestación – pero más negro en el horizonte cordobés.

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