BARTOLOMÉ DE LAS CASAS: COLONIZACIÓN PACÍFICA, SIN ARMAS Y SIN COMERCIO

Por María Laura Riba

 Ya son pocos los que dudan del genocidio que significó la conquista española de América. No obstante, en medio de la sangre indígena, surgió la figura de Bartolomé de La Casas, el hombre que puso a pensar a los españoles sobre el indio como ser humano

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Comencemos por recordar que cuando Colón pisó la tierra de lo que hoy es Cuba y que, en aquel momento, llamó Juana en honor al príncipe Juan, heredero de la corona española, la población indígena en la Isla y, poco a poco, en el resto de América, sufrió las graves consecuencias de ese arribo español.
Como es de suponer, la colonización de Juana pasó por diferentes etapas. La primera de ellas, 1510 a 1542, se caracterizó por la enorme presencia de aborígenes como la principal riqueza productiva y, al mismo tiempo, por su rápida desaparición. Para 1542 apenas quedaban indígenas en Cuba. Para explicar su exterminio en tan pocos años, no alcanza con hablar solo de la violencia que se empleó para someterlos sino que, también, se deben tener presentes los factores sociales, psicológicos, culturales, como matanzas sin motivo alguno, dispersión de sus poblados, traslado de lugares, separación de sus familias, hambrunas a las que fueron sometidos cuando se los trasladaba de un lugar a otro sin suficiente alimento, destrucción de sus ídolos religiosos, enfermedades llegadas de Europa o de África -viruela, sarampión, afecciones broncopulmonares- desconocidas en estas tierras. Todo esto no solo ocasionó la muerte masiva de ellos sino que, muchos, desesperados, se suicidaban.

A medida que el sistema de encomienda crecía, hubo voces que se fueron levantando contra este. Entre ellas se destacan las de los frailes dominicos Antón de Montesinos y, especialmente, la de Bartolomé de Las Casas, Protector de los Indios. Su experiencia en Cuba primero y luego en México, le sirvió para tener un pensamiento propio, novedoso, de raíces americanas, y que dio vuelta la concepción europea del derecho, sostenida hasta ese momento.

Bartolomé de Las Casas (1484-1566), sevillano, provenía de una familia que alentaba la colonización del, para Europa, Nuevo Mundo. Su padre, Pedro de Las Casas, participó en los viajes de Colón, y fue a raíz de este contacto que, Bartolomé, en 1499 conoció a un indio que Colón había traído y regalado a su padre como esclavo. Bartolomé debía seguir los pasos de su padre, así, en 1502 viajó hacia La Española -actual República Dominicana-, donde se dedicó a extraer oro; también participó en la campaña de conquista del gobernador Nicolás de Ovando y, bajo las órdenes del capitán Diego Velázquez de Cuéllar, se hizo merecedor de una encomienda que administró hasta 1506. Ese mismo año regresó a Sevilla, en donde recibió sus órdenes sacerdotales. A La Española volvió en 1508 y durante 1511 fue sacudido por los sermones que realizaba fray Montesinos, crítico implacable de la violencia contra los indios.

A solicitud de Diego Velázquez, en 1512 arribó a Cuba como capellán del conquistador Pánfilo de Narváez, y por haber participado en las campañas recibió un repartimiento junto con Pedro de Rentería, cuyos indios trabajaban en la minería. En 1514 recibió un nuevo repartimiento de indios en Canarreo, cerca de la actual provincia cubana de Cienfuegos.

Pero Las Casas ya no pensaba igual, su experiencia cotidiana con los indios, la influencia de fray Montesinos, su propia espiritualidad hicieron que tomara conciencia de la injusticia y crueldad del sistema español impuesto en América, un sistema del que, hasta ese momento, él mismo formaba parte. El 15 de agosto de 1514, a la edad de treinta años, pronunció un sermón en SanctiSpíritus -zona central de Cuba- durante el cual renunció a sus repartimientos. Al año siguiente se trasladó a Santo Domingo, donde se vinculó con los frailes dominicos. Así, fray Pedro de Córdoba lo envió a España en compañía de Antón de Montesinos para luchar por los derechos de los indios, y si bien se entrevistaron con el rey, los resultados fueron adversos a sus peticiones.

Para 1516, el debate establecido se refería acerca de las capacidades humanas de los indios. En medio de esos cruces coléricos entre dos posturas diferentes, murió el rey Fernando, por lo que asumió la regencia de Castilla, el cardenal franciscano Cisneros, quien había sido, por años, la mano derecha de los reyes católicos y conocía muy bien los problemas existentes de este lado del mundo. Entre los varios problemas coloniales, Cisneros abordó el tema de la situación indígena y dispuso que los aborígenes debían ser tratados como hombres libres y cristianos, y se debían crear las condiciones para que vivieran sin tutela siempre y cuando pagasen los correspondientes tributos de vasallos. Para tal fin, se planteó la necesidad de crear comunidades indígenas que debían estar bajo la dirección de un sacerdote y ubicadas en lugares propicios para la agricultura y la pesca; además, debían estar separados de los poblados españoles. A tal efecto, años más tarde se ejecutó en Cuba lo que se denominó Plan de la Experiencia que, como es de suponer, fracasó y no a causa del comportamiento aborigen sino por los enormes impedimentos que puso el gobernador de la Isla, Gonzalo de Guzmán, quien contaba con el apoyo incondicional de los encomenderos.

La situación en América respecto al maltrato de los aborígenes, para 1517 continuaba sin ser resuelta, por lo que de Las Casas regresó a España para dar cauce a sus quejas, pero el cardenal Cisneros murió sin llegar a entrevistarse con él. Sin darse por vencido, Bartolomé de Las Casas proyectó colonizar tierras de indios con labradores reclutados en España, para lo cual fue autorizado por el Consejo de Castilla, a crear una colonia pacífica en el territorio de Cumaná -Venezuela-, la cual consistía en poblar la tierra firme, sin derramar sangre y anunciar el evangelio, sin armas ni comercio. Este proyecto fracasó: en octubre de 1520, un grupo de indígenas destruyó el convento franciscano y mató a los frailes que se hallaban en él. De Las Casas, anímicamentedesilusionado, entró en la Orden de Santo Domingo, lugar donde se debatía sobre el derecho en la Escuela de Salamanca y se criticaba la colonización de América. A partir de 1521 se retiró para dedicarse al estudio de la teología, la filosofía, el derecho canónico y medieval, y comenzó a escribir su “Historia de las Indias”.

En 1529 y a raíz de las reiteradas denuncias de maltrato a los indígenas llegadas desde América, la corona española otorgó el título de Repartidor de Indios al primer obispo de esta Isla Juana, fray Miguel Ramírez, quien contaría con un sustituto, el obispo Diego de Sarmiento y Castilla; pero, una vez que arribaron a tierras cubanas, estos se olvidaron de su misión cristiana y se unieron a los encomenderos. No solo eso, sino que, sobre todo, fueron los principales explotadores de indios.

En 1535, de Las Casas viajó hacia Guatemala donde volvió a llevar a la práctica su proyecto de crear una colonia aborigen pacífica. En 1540 regresó a España para visitar al rey Carlos I y volver a plantear sus reclamos. Esta vez, sus denuncias no cayeron en saco roto y luego de sucesivas reuniones, el 20 de noviembre de 1542 se sancionaron las Leyes Nuevas: se prohibía la esclavitud de los indios y se ordenaba que todos quedaran libres de los encomenderos y fueran puestos bajo la protección directa de la Corona. Se establecía, también, que cuando existieran tierras no exploradas, en el avance hacia ellas debían estar presentes dos religiosos con el objetivo de vigilar que los contactos con los indios se realizara de manera pacífica; además, se debía propiciar un diálogo con los indígenas. Para cuando en 1542, finalmente la Corona dictó estas leyes, fue, en la Isla, demasiado tarde para los indios.

A finales de ese mismo año, de Las Casas terminó su obra más conocida, “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. Luego de tanto luchar por los aborígenes, se le ofreció el importante obispado de Cuzco, que no aceptó, aunque sí aceptó el obispado de Chiapas -México- en 1543, donde pudo poner en plena práctica su teoría de crear colonias aborígenes pacíficas, sin armas y sin comercio. Residió allí durante dos años para regresar definitivamente a España en 1547.

Para finalizar, recordemos lo que escribió Bartolomé de Las Casas cuando el indio Hatuey fue quemado en la hoguera, en la entonces Isla Juana. Hatuey había arribado a Cuba después de ser expulsado por los españoles de La Española. El fraile dominico pone en boca de Hatuey las siguientes palabras: “…un día juntó su gente toda, y debía ser los hombres de guerra, y comiénzales a hacer un sermón, reduciéndoles a la memoria las persecuciones que los españoles había hecho a la gente desta isla Española, diciéndoles: ‘Ya sabéis cuáles los cristianos nos han parado, tomándonos nuestras tierras, quitando nuestros señoríos, captivando nuestras personas, tomando nuestras mujeres e hijos, matando nuestros padres, hermanos, parientes y vecinos; tal Rey, tal señor de tal provincia y de tal pueblo, mataron; todas las gentes súbditas y vasallos que tenían, las destruyeron y acabaron, y si nosotros no hubiéramos huido, saliendo de nuestra tierra y venido a ésta, también fuéramos muertos por ellos y acabado, ¿vosotros sabéis por qué todas estas persecuciones nos causan, o para qué fin lo hacen?”. Respondieron todos: Hácenlo porque son crueles y malos. Respondió el señor: Yo os diré por qué lo hacen, y esto es, porque tienen un Señor grande a quien mucho quieren y aman, y esto yo os lo mostraré. Tenía luego allí encubierta una cestilla hecha de palma, que en su lengua llamaban haba, llena o parte della, con oro, y dice: “Veis aquí su Señor, a quien sirven y quieren mucho, y por lo que andan; por haber este Señor nos angustian, por éste nos persiguen, por éste nos han muerto nuestros padres y hermanos, y toda nuestra gente, y nuestros vecinos, y de todos nuestros bienes nos han privado, y por éste nos buscan y maltratan…” *

Los siglos han pasado y la ambición continúa siendo para muchos, el mejor atajo para llegar al Señor… ¿Cuál Señor?

* De Las Casas, Bartolomé – Capítulo XXI: Areito de la libertad y sermón de Hatuey – Historia de las Indias. Prólogo y edición deGonzalo de Reparaz –Tomos II y III – Editorial Aguilar – Madrid – 1927

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