EL NUEVO LENGUAJE IMPERIAL

por Carmen Bohórquez

En la dialéctica imperio-resistencia de los pueblos, son varios los elementos a considerar en el análisis de las estrategias de realización del orden imperial. El primero de ellos es su vocación genocida, ejercida a través de su irrefutable poderío militar; pero hay otro que recibe menos atención, aunque se ha constituido en la condición legitimadora del ejercicio de esa vocación.
EL NUEVO LENGUAJE IMPERIAL
Se trata de la imposición de un neo-lenguaje, es decir de la definición unilateral de los términos y categorías desde los cuales las naciones y pueblos del resto del planeta estamos ahora “obligados” a interpretar el mundo, si queremos ser considerados pueblos “civilizados”, y por tanto merecedores de una cierta consideración por parte de ese poder que se pretende omnímodo.

No hablar ese lenguaje imperial significa para los pueblos y Estados irreverentes ser incluidos en una famosa lista del mal, o ser calificados de Estados forajidos o terroristas y, por tanto, como en las películas vaqueras, el autoproclamado Sheriff del mundo dice sentirse “obligado” a aplicar la Ley para proteger a los ciudadanos decentes.
Lo hizo en Afghanistán, lo hizo en Irak, lo hizo en Libia y ahora pretende hacerlo en Siria y en Irán; para ir después por Venezuela, Bolivia o Ecuador.

Este nuevo lenguaje por el que se expresa la ideología del imperio actual (el neoliberalismo) se estructura, como todos sabemos, a partir de una lógica no centrada en la persona humana sino en el mercado, y desde ese horizonte de sentido ha generado un proceso de “resignificación” de los conceptos, valores, principios, necesidades y acciones a partir de los cuales se pretende modelar el Estado y la sociedad actual.

Entre los conceptos y valores que han sido resignificados desde este nuevo y único horizonte de sentido posible, el que tal vez mayores consecuencias está teniendo por haber sido convertido en criterio instrumental último de legitimación para unos y de condena absoluta para otros, es el concepto de democracia, y a partir de éste, los conceptos fundamentales que le están asociados, tales como justicia, libertad, soberanía, Estado-Nación, ciudadanía y hasta derechos humanos.

Bajo la ortodoxia imperial, estos conceptos, en lugar de referir a los valores fundamentales sobre los cuales deben construirse y garantizarse las condiciones de existencia y de reproducción de la vida humana, son reinterpretados en función de mejor garantizar las condiciones de reproducción del capital: libertad de empresa, seguridad jurídica para los capitales, propiedad individual por encima del interés público, etc. Hasta la verdad ha sido transformada en mercancía, como lo comprobamos cada día a través de los medios o, mejor, de las empresas de comunicación.

Concomitantemente, toda otra interpretación de cualquiera de estos conceptos, hecha desde otro horizonte de significación, es considerado una afrenta al nuevo orden y por tanto, se considera “legítimo” combatirla y erradicarla por todos los medios posibles y sin mayor demora. Lo que nos revela, además, la esencialidad de la guerra en el cumplimiento de los objetivos del proyecto de dominación neoliberal.

Es, pues, toda la humanidad la que se encuentra amenazada y por ello es necesario y urgente organizar su defensa conjunta, la cual pasa, sin duda, por el rescate del sentido de lo utópico, por la reafirmación de la capacidad de soñar y por la voluntad de construir proyectos liberadores, que son aquellos que reafirman la condición humana como valor supremo.


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