CELAC: LA LARGA MARCHA


por Jorge Gómez Barata

Cuando el próximo día 28 se inicie en La Habana la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Iberoamerica dará otro paso en los esfuerzos por construir su institucionalidad.

 CELAC, logo
Con luces y sombras, aunque muy demeritado por el sometimiento de las oligarquías y las inevitables concesiones a la opulencia del imperio, ese proceso, prolongado a lo largo de casi doscientos años, forma parte de las luchas definitorias de la identidad latinoamericana.

Todo comenzó en 1826 cuando, Simón Bolívar convocó al Congreso de Panamá. Desde entonces y hasta hace poco, esos esfuerzos fueron mediatizados por Estados Unidos que, en 1888, para institucionalizar el “panamericanismo” y afianzar la doctrina Monroe, convocó a la Primera Conferencia Panamericana, cuyos trabajos comenzaron el 20 de enero de 1890 prologándose hasta el 19 de abril del propio año.

El evento, citado por el presidente norteamericano invocando una ley adoptada por el Congreso que incluso fijó la agenda, estuvo presidido por el Secretario de Estado James G. Blaine, y se orientó a temas como unión aduanera, comunicaciones, adopción del patrón plata, sistema de pesas y medidas, patentes; asuntos en los cuales no se alcanzaron acuerdos significativos, sobre todo por la resistencia de varios países, encabezados por Argentina, a someterse a las prácticas comerciales y a las imposiciones norteamericanas.

Entre 1901 y 1902 se efectuó en México la Segunda Conferencia Panamericana en la cual se adoptaron nueve acuerdos, entre ellos la creación de la Oficina Sanitaria Internacional, que daría lugar a la Oficina Panamericana de la Salud. En la tercera de estas citas, celebrada en Río de Janeiro en 1906, nuevamente Estados Unidos evadió los temas políticos, dedicándose a ajustar su predominio económico y beneficiar a sus capitales frente a la competencia europea en Sudamérica. La cuarta Conferencia tuvo lugar en Buenos Aires en 1910, en la misma intervinieron 20 estados y los temas fueron análogos a las anteriores.

Entre la cuarta y la quinta conferencia mediaron 13 años en los cuales el poderío económico y militar, así como la influencia política de los Estados Unidos creció considerablemente, entre otras cosas por su victoriosa intervención en la Primera Guerra Mundial, el debate para la constitución de la Sociedad de Naciones, y el endeudamiento de todos los países del viejo continente, que entregaron su oro a cambio de armas, alimentos y menaje para la guerra.

No fue hasta 1923 que en Santiago de Chile tuvo lugar la 5ta Conferencia Panamericana a la cual asistieron 18 países. México no participó debido a que su gobierno no había sido reconocido por Estados Unidos. Aunque no hubo acuerdos sustanciales, el evento se distinguió por una agenda política que incluyó gastos militares, derechos de los extranjeros (léase de los norteamericanos), cooperación para promover intereses comunes, protección frente a una presunta intervención de una potencia extra-continental, y la organización de la Unión Panamericana.

Entonces, el principal motivo de confrontación fue la pretensión de Estados Unidos de obtener tratamiento jurídico especial para sus ciudadanos y empresas.

En un intenso debate, en el cual el diminuto El Salvador procuró un esclarecimiento acerca del alcance de la Doctrina Monroe, definida por Estados Unidos ante la Sociedad de Naciones como un “entendimiento regional”, obligó al imperialismo a emplearse a fondo. De modo brutal el Secretario de Estado, Charles E. Hughes, zanjó el debate al sostener que: “Sólo Estados Unidos definía la interpretación y aplicación de sus políticas…” El logro más tangible de los latinoamericanos fue aprobar que la presidencia del Consejo Directivo, hasta entonces ejercida de oficio por Estados Unidos, fuera asumida por elección.

A finales de la década de los años veinte, cuando en condiciones excepcionalmente desiguales tales debates tenían lugar, Estados Unidos desplegaba sin miramientos su política intervencionista, aplicando a rajatabla la diplomacia de las cañoneras. En 1927, en medio de las tensiones provocadas por la intervención en Nicaragua; así como la ocupación de Haití, el presidente Calvin Coolidge sostuvo que: “Estados Unidos poseía derechos y obligaciones hacia nuestros propios ciudadanos y sus propiedades, dondequiera que se encuentren localizados…”

El terreno quedó preparado para la gran confrontación que se daría en la Sexta Conferencia Panamericana donde tuvo lugar el amplio debate en torno a la incompatibilidad del intervencionismo norteamericano con la soberanía nacional. Si bien Cuba, entonces gobernada por el dictador Gerardo Machado, era un escenario poco apropiado, pese a las adversas circunstancias, en La Habana se dio la batalla.

El espacio termina y la historia continua. Luego les cuento. Allá nos vemos.

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