ARGENTINA: ESPERANDO LOS DÍAS MÁS TRISTES


Por Guillermo Cieza   ***

La suba de casos de infectados por coronavirus en la Argentina fue acompañada por una fuerte ofensiva mediática donde los voceros de la derecha volvieron a cargar sobre la cuarentena sanitaria decidida por el gobierno, con argumentos que apelaban a la libertad y a evitar el desplome de la economía.

Las crisis aportan entre otras cosas para que aparezca lo peor de las sociedades y nuestra derecha vernácula ha mostrado su cara más cruel. Las apelaciones a que se tomen en cuenta los datos de fallecidos en países como Estados, Unidos, Brasil, o Italia, no los afecta. La mayoría de los que se murieron eran pobres, negros o viejos, los costos humanos del virus han afectado a sectores sociales y franjas etarias que, desde su lógica, sólo ocasionan gastos. La siniestra cacería del empresario rural Rodolfo Sánchez, que atropello con su camioneta a un joven de 16 años que, con una gomera y unos galgos, intentaba atrapar liebres para comer, tiene un carácter simbólico. Rodolfo Sánchez representa cabalmente a quienes hoy en el país detentan el mayor poder económico, expresa sus antivalores y su total desprecio por la vida ajena.


La cuarentena fue la única forma de enfrentar la crisis de la pandemia con un sistema de salud devastado por cuatro años del macrismo, pero también por partidos de otro signo que vienen gobernando provincias desde hace más de una década.
Debemos a esta correcta decisión sanitaria que el virus no se haya extendido a buena parte del interior del país y que cuando llegue el pico de contagios, que ahora se espera a fines de junio, el sistema se encuentre mejor preparado para atender las situaciones críticas. Sobre ese trazo grueso, las críticas en la aplicación de la cuarentena son obvias. El dispositivo policial que se armó en Villa Azul, nunca hubiera sido posible en los barrios ricos de la capital. La actuación de las fuerzas de seguridad refuerzan las diferencias de clase.

Desde esa misma estrategia de prepararnos para los días más tristes, resulta inevitable hablar de la economía, de cómo va a ser afectada la vida de todos y todas los habitantes de este país y qué se está haciendo para mitigar esos efectos negativos.

Abordando esta cuestión resulta inevitable hablar de la Deuda Externa. Hasta hace algunos meses, desde la izquierda y el progresismo coincidíamos en que la deuda era impagable y que debía ser sometida a una investigación, por hechos incontrastables como que la solicitud de créditos al FMI no pasaron por el Congreso y por la evidencia de que ese dinero prestado tomado por el macrismo sólo financió la fuga de capitales. Cuando el ministro de economía Martin Guzmán hizo una oferta a los acreedores, escuchamos la justificación de que en ese tipo de negociaciones era conveniente decir que hay voluntad de pagar, pero como se iba a hacer una propuesta soberana, no sería aceptada y de esa manera se compartirían las responsabilidades sobre el default.

La propuesta de Guzmán fue tibia, pero además los discursos empiezan a cambiar y no sólo se empezó a decir que el FMI ha pasado de ser enemigo a aliado, y que no podremos conseguir una quita de pagos de 80 mil millones de pesos, pero si una quita de 40 mil millones, lo que igualmente sería una esplendida negociación. Como bien pregunta un economista amigo: Y esos 40 mil millones, que vamos a tener que pagar: ¿Quién los va a poner?

También era una acuerdo en la izquierda y el progresismo que los grandes capitales debían hacerse cargo de pagar los mayores costos de la crisis. Y en consonancia con proyectos similares en otros países capitalistas, se empezó a discutir un proyecto que gravará las grandes fortunas. El proyecto aprobado no fue el único, pero quizás por ser más tibio y abarcar a un número muy reducido de empresarios, tuvo más consenso en la amplia alianza que constituye el oficialismo. Todavía no se ha tratado. Peor suerte han corrido otras iniciativas como la de diputada Fenanda Vallejos de cobrarse en acciones, el auxilio económico que se da a las empresas. Ni se cobraron en acciones, ni en bonos de la deuda que estos empresarios poseen.

Los tiempos económicos que se vienen van a ser muy tristes. Los analistas especulan que nuestra economía va caer alrededor de un 9%. La mayoría de las familias están endeudadas y empobrecidas, y la recuperación del funcionamiento de la economía va a ser lenta. Ante esa perspectiva advierto que la derecha ha conseguido muchos más avances en ese plano que en el sanitario.

En el tema de la deuda, han impuesto la idea de que “el default es nuestra peor opción”. En la cuestión de dónde salen los recursos para recuperar la economía y pagar la deuda, podemos mencionar que empresas muy capitalizadas le han sacado al gobierno dinero para pagar sueldos, sin ninguna compensación e incluso en algunos casos no pagaron su parte. En la cuestión laboral han rebajado salarios, han despedido personal en negro y en blanco, han avanzado en el desarrollo del teletrabajo, modalidad que van a continuar en muchos casos favoreciendo la precarización. En resumen han aprovechado la pandemia para descargar costos sobre el Estado y los trabajadores y han realizado un importante ajuste laboral en su exclusivo beneficio. Como ha ocurrido en otras crisis, el capitalismo no desaprovecha oportunidad para socializar sus pérdidas y maximizar sus ganancias.

Siendo cauto me animo a afirmar que si en lo sanitario el gobierno pudo prepararse para abordar en mejores condiciones los días tristes que se vienen, en lo económico quienes han avanzado, han ganado posiciones y seguramente morigeraran sus pérdidas, son las grandes empresas. Para el pueblo trabajador el panorama se presenta muy difícil. Ya aparecen muestras estadísticas que denuncian que los índices de pobreza en jóvenes han aumentado desde que se inició la pandemia.

No faltara quien desde el gobierno intente justificar esta situación argumentando que en la crisis la derecha ha sido muy eficaz en la presión, organizando dos cacerolazos con cierta repercusión (la convocada por rebaja de los gastos de la política, y la que hicieron por las prisiones domiciliarias), y desarrollando un enorme poder mediático, mientras que la izquierda y el progresismo ha tenido poca incidencia política. Seguro hay responsabilidades desde la izquierda y el progresismo por falta de iniciativa política, pero también hay un hecho inocultable que bien conocen quienes tuvieron iniciativas. El propio gobierno ha hecho todo lo posible por desmovilizar, por acallar reclamos. Cuando se han planteado cuestiones evidentes como el hecho de que los comedores populares no estén abastecidos, o que en muchos barrios populares no hay agua, la respuesta ha sido siempre: “quedensé en la casa, estamos trabajando para resolverlo…”

Hoy la nueva promesa del gobierno, para que los días que se vienen sean menos tristes para el pueblo en lo económico, es que están trabajando en una gran reforma tributaria.
Como dicen en Venezuela: “Amanecerá y veremos”.

 

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