Por Jorge Alemán ***
Hasta ahora, el capitalismo mundial sólo se había encontrado con obstáculos internos, momentos críticos que emanaban de su propio movimiento. En los tiempos del paradigma revolucionario se pensaba que esas crisis acompañadas de una praxis política lo conducirían a su derrumbe o conclusión.
Más tarde, se supo que los caminos de la revolución reconducían trágicamente a un retorno del Capitalismo en una nueva forma política. Actualmente, el Capitalismo enfrenta una nueva cuestión que promueve, como se puede apreciar en distintas opiniones, la idea de una tormenta perfecta :
1) Por primera vez en la historia, el Capitalismo se encuentra con una catástrofe sanitaria mortal de escala global que desnuda sus ficciones constitutivas. No encuentra ningún organismo mundial ni pacto Internacional ni acuerdo entre Estados que sea realmente eficaz con la pandemia.
2) No hay por ahora categorías políticas ni filosóficas para poder pensar cual será el modo de habitar el mundo que se viene. Y esto tanto en el orden más singular y existencial de los sujetos como en los modos de comportamiento comunitario y el ordenamiento social. La pregunta que recorre esta cuestión es la siguiente : no sólo hasta dónde la humanidad es capaz de aprender algo de las situaciones límites y traumáticas, tema que en la historia de la humanidad siempre ha sido puesto en cuestión, sino si eso que aprende el ser humano puede transmitirlo colectivamente, si deja una huella permanente en la vida social.
3) La extensión serial de la muerte, el automatismo en la distribución de cadáveres, le roba a la propia finitud la experiencia singular del «morir propio». Los efectos de esta situación son incalculables porque si bien los confinamientos en las sociedades donde esto es posible tienen la apariencia de lo hogareño, no dejan de participar en un aura de concentración y de metáfora bélicas.