NI HITLER NI MUSSOLINI DEFENDIERON ABIERTAMENTE LA TORTURA COMO LO HACE BOLSONARO, LA SOLUCIÓN PROVIENE DE ARGENTINA

por Tulio Ribeiro   ***

Muchos de los temas acercan a las naciones latinoamericanas, no solo en el escenario actual, sino también en la historia, y cómo construyeron sus corrientes políticas y confrontaron a las fuerzas externas vinculadas al imperialismo.

El formato de los gobiernos neoliberales en el continente ha sido inducido desde hace mucho tiempo por los Estados Unidos y la Unión Europea. Es en este paradigma que podemos citar a Chile por Sebastian Piñera, Brasil por Jair Bolsonaro, Colombia por Iván Duque, Ecuador en la cooptación de Lenin Moreno y cómo no olvidar a Argentina por Mauricio Macri.

Mientras tanto, emerge un paradigma en Argentina que puede generar otras victorias para la población del continente, especialmente los más necesitados. La inducción de gobiernos neoliberales al servicio del capital extranjero se ha basado en el poder de presión de las instituciones internacionales que prestan servicios a los Estados Unidos: la OEA, el FMI, el Banco Mundial y otros. Fueron estas herramientas de dominación las que dificultaron que los gobiernos inclusivos completaran su proceso de distribución de ingresos y riqueza de las naciones a los verdaderos propietarios: los trabajadores.

Pero no solo estas instituciones, fueran necesarias para evitar que los líderes populares y sus sucesores continuaran su trabajo para llevar las mejores condiciones de vida para la sociedad en su conjunto, no solo para los ricos. En un momento de reacción política, comprender la premisa de utilizar el poder judicial como un aliado del Departamento de Justicia de los Estados Unidos es una fuente indispensable para imaginar la superación de estos gobiernos que golpean la soberanía latinoamericana y su desarrollo humano.

Mismo con esos grandes desafíos, las propensas victorias de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, Daniel Martínez del Frente Uruguayo y Evo Morales en Bolivia señalan el camino hacia la victoria de un pueblo en contra su élite financiera que se identifica más e con los colonizadores que con los neocolonizados. En este contexto, se debe mirar hacia la Argentina, que se magnifica ya que está superando, después de un gobierno neoliberal que condujo al default, la espiral de pobreza y la dolarización de los precios que degradan los salarios.

Por el lado de los neocolonizadores, el modelo es el de financiar la campaña política, hacerse cargo de los partidos tomando las ideas privatizadoras y globalizadoras, convirtiendo todo el continente en un vasto campo de bienes primarios, explotando sus recursos naturales y abriendo mercados para productos de mayor valor agregado. Es un modelo recurrente de la trayectoria colonial de cinco siglos.

En este proceso histórico, es responsabilidad comprender los vientos que vienen de la hermana Argentina, mirar su estrategia y expandirse al continente.

En el caso brasileño, es urgente enfrentar el neofascismo, una amenaza que no solo para el pueblo brasileño, representado por sus mujeres, sus negros, sus trabajadores y su diversidad, sino también para los vecinos latinos con xenofobia y que  aun se arrodilla ante los Estados Unidos entregando Embraer, sucursales de Petrobras y la base de Alcântara.

Alcanzando el poder en 2015, Mauricio Macri dio la bienvenida a Argentina con 30.1% de pobreza e 5.1 indigencia para alcanzar el inminente fin del gobierno con 32% de pobreza y 51.7% de pobreza infantil por inflación acumulada, en los últimos 12 meses, del 55,8% (INDEC). Incluso con el pleno apoyo del mercado financiero internacional, Macri destruyó la industria argentina, llevó la población a la indigencia y a los comedores públicos, generando incumplimiento y aplicando la tensión de retención de divisas. El dólar con un valor de 9.5 pesos en 2015 ahora está en 66. Ante tal crisis, e incluso alimentos, las fuerzas políticas democráticas de Argentina construyeron una unión que fue capaz de vencer al neoliberalismo en «las Paso» con un 15% de frente en el pasado 11 de agosto.

América Latina necesita aprender de este proceso y especialmente Brasil, que languidece en su economía y sus derechos humanos con un gobierno con una fuerte presencia fascista.
Hay 13 millones de desempleados, 25 millones en subempleo, la concentración de ingresos está avanzando y los indigentes duermen en las calles de las grandes ciudades. Incluso en los barrios ricos que sueñan con vivir en los Estados Unidos tal vez como europeos que reverberan a la élite que sirvió a los colonizadores en el siglo XIX. El estado mínimo no garantiza la soberanía nacional, un proyecto de desarrollo o las condiciones para una vida plena. Los dueños del dinero no descansan, siempre quieren más y las naciones del norte no tienen amigos ni aliados, solo tienen intereses, tienen acuerdos que al final siempre afectan al pueblo latinoamericano.

Bolsonaro representa una minoría sectaria que ha utilizado fuerzas retrógradas por parte de los militares y el poder judicial para amenazar a cualquier opositor político del campo democrático. Todo este escenario requiere que los partidos progresistas brasileños adopten la estrategia y el pragmatismo argentinos. El regreso de los gobiernos progresistas en algunos países del continente requiere más que enfrentar una disputa electoral exenta, sino superar los ataques del poder judicial contra los candidatos y el uso de la fuerza bruta por parte del personal militar que ataca los derechos civiles. Por lo tanto, tal como lo hizo Cristina Kirchner al ofrecer el primer puesto a Alberto Fernández, Brasil puede requerir la misma ingeniería.

Después de todo, la victoria que se aproxima en el país vecino es un reflejo de elegir no solo al mejor ubicado en las encuestas, sino especialmente a aquellos que pueden unir a las fuerzas democráticas contra el fascismo, así como al que tiene el menor rechazo o persecución de la justicia y tiene la posibilidad de crecer.

El aspecto que puede servir como indicación es que puede no ser del partido más grande de Brasil, el candidato que pueda detener el revés se vive en Brasil. Después de todo, un frente político requiere estar abierto a elegir el camino más viable, sin condiciones previas, que conduzca al retorno de la democracia. En este razonamiento, para un escenario en el cual el expresidente Lula, mayor líder en la historia del país, no pueda disputar las elecciones.

Bolsonaro no solo destruyó los derechos, sino la esperanza de jubilación de los trabajadores. En siete meses ha luchado con el mundo árabe, Noruega, Alemania, Francia, Venezuela y estamos avergonzados. En Francia y Chile, ofendió personalmente al primer ministro Macron y a su esposa Brigitte y defendió la tortura que mató al padre del expresidenta de Chile, Michele Bachelet, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Un hecho que causó repudio al pueblo chileno y al presidente uniendo a todos los partidos. Las embajadas brasileñas fueron pintadas en Bruselas y Londres. Aumentó el rechazo interno a Bolsonaro al llegar a los 20 puntos (en dos meses) en las encuestas de agosto, ahora 39.5% (un aumento del 11%) y tiene solo 29% de aprobación (encuesta CNT / MDA).

Todos los peligros planteados por el gobierno de Bolsonaro se aclaran y, por otro lado, las contradicciones quedan más claras a los ojos de la población. El mandatario brasileño ni siquiera lucha contra la corrupción, porque está dentro de él, ya que no ordena al gobierno por falta de experiencia y capacidad. Es necesario que la izquierda amplíe su discurso sin imposición de nombres, para que un gran frente político de la democracia golpee a la extrema derecha.

Es difícil reunir en un presidente tantos problemas que amenazan a sociedades tan diferentes, a los vecinos latinoamericanos, a los estadounidenses y europeos, a los trabajadores y a la clase media, y especialmente al planeta. Después de todo, el Amazonas arde, principalmente porque los ruralistas electores de Bolsonaro quieren más tierras, incluso reservas indígenas y ambientales, y al mismo tiempo, la policía del gobierno está matando a más y más personas pobres y negras bajo la mirada desesperada de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Dentro del proceso histórico, Hitler y Mussolini utilizaron la crisis en sus países para un oportunismo de un discurso sectario y totalitario con llamamientos nacionalistas haciendo uso del racismo y el genocidio. Pero estos, por mucho que practicaran, nunca hicieron una defensa de la tortura, como la que seve en las prácticas del fascismo brasileño. Esto puede servir como ejemplo para que la comunidad internacional se dé cuenta de la gran amenaza que puede venir del sur.

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