MADRES DE PLAZA DE MAYO…40 AÑOS

Por Nora Merlin

 

Frente al horror que significa la desaparición de un hijo, las señoras,  en su mayoría amas de casa, dejaron  el guiso doméstico y salieron, sin saberlo,  a cocinar la historia del país.

Sólo una madre guarda como recuerdo el pañal de un hijo en algún lugar del ropero, y se le ocurre ponérselo en la cabeza como signo del hijo desaparecido, para que, en el medio del infierno, pudieran encontrarse y reconocerse. Hanna Arnedt afirmó en La condición humana que lo que define a la política es la acción que transcurre en lo público, definiéndola como un parir, un nacimiento, una iniciación. Ellas, éstas señoras que se mantenían en el ámbito privado, salieron al mundo politizándose y así construyeron, escribieron y se hicieron cargo de la historia no oficial de los años más trágicos de la Argentina. Comenzó de ese modo, hace cuarenta años, lo que podemos denominar  una “política de Madres”.

“Madres de Plaza de Mayo” es el nombre de una anomalía: la respuesta que surgió cuando los señores del mal fueron por todo y quisieron hacer desaparecer los 30.000, la historia, las ideas, la política y las marcas simbólicas de una cultura. “Las locas” fueron contra esa corriente y reclamaron aparición con vida, memoria, verdad, juicio y castigo a los culpables, sin permanecer en la melancolía transformando el horror en acción. El poder, encarnado en a policía, les ordenaba “circulen-circulen”, y ellas circularon dando vueltas alrededor de la Pirámide, vueltas que no constituyeron una mera tradición ritual. Por el contrario, se dio origen a una fecundidad pocas veces vistas en la historia universal: en cada vuelta, en cada repetición, jueves a jueves, se producía una diferencia, una novedad. Las rondas de las Madres alrededor de la Pirámide de Mayo marcaron un camino y se constituyeron en un faro para orientarnos y cuidarnos  en medio de la oscura noche. Tejieron articulaciones, cocinaron pruebas cosiendo retazos sin tecnología, poniendo el cuerpo noche y día.  Dieron la  batalla teniendo  al amor como única arma y lograron  disputar en el campo simbólico la verdadera historia.


¿Que nos enseñaron las Madres?

Produjeron una nueva articulación entre “política y amor”, términos que no se oponen como suponíamos, e inventaron una nueva forma del amor que no habita solo en el mundo privado: el amor público que tomó la forma de una memoria colectiva.

La búsqueda de las madres transmitió un camino que ahora es de todos y del que ya no hay retorno: que la política democrática se opone a la violencia, al odio y a la venganza en cualquiera de sus formas. Que la militancia debe asociarse a la vida y no puede ser sacrificial. Que las pasiones tristes tales como la melancolía o el odio debilitan el cuerpo (singular y social). También nos enseñaron que para olvidar lo que puede definirse como el trauma  de la Argentina, el horror del golpe de Estado del 76 y la dictadura cívico militar, era necesaria una política de la memoria que mantuviera vivo un pasado siempre abierto en su construcción. Sin memoria la herida no iba a cicatrizar y estaríamos sometidos a la compulsión de repetición de un eterno presente que no cesa. Nuestras “viejas”, porque somos sus hijos, nos transmitieron  que la identidad de un pueblo solo se logra con  la verdad y la memoria.

Madres,  las queremos y les agradecemos infinitamente.


* Nora Merlin

Psicoanalista y Docente de la UBA.Magister en Ciencias Políticas
Autora de Populismo y Psicoanalisis

 

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