NESTOR KIRCHNER: «EL HECHO MALDITO DEL PERONISMO BURGUÉS»

Por Mario Della Rocca

Una visión transformadora del país no puede descartar el rol del Partido Justicialista caracterizándolo como un todo homogéneo. Tampoco puede perder de vista que el principal adversario del campo popular es el macrismo en el gobierno. En el proceso de avance de la configuración del kirchnerismo como una organización política transformadora y en la vigencia de CFK en su liderazgo, se reedita un nuevo capítulo de la relación con el llamado “pejotismo”.

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Pocos ponen en cuestión que los laureles del triunfo electoral de Mauricio Macri que lo llevaron a la presidencia se los merecen las grandes corporaciones económicas y dentro de ellas sus brazos mediáticos. En el podio, Jaime Durán Barba, con su influencia sobre el discurso marketinero del PRO, también tuvo su espacio.

Arrastraron como pequeñas ovejitas a toda la oposición al kirchnerismo a sus metas. Tanto al antikirchnerismo más duro, que desde inicio apoyó al macrismo y su alianza con la U.C.R., como al massismo y al pseudoprogresismo de Stolbizer y los socialistas. Una parte del denominado “pejotismo” –con epicentro en la Provincia de Buenos Aires- también hizo su jugarreta. Aprovechó el momento decisivo para acentuar su disputa histórica con el kirchnerismo y sus liderazgos, restando apoyos a las candidaturas de Daniel Scioli y Aníbal Fernández y siendo funcionales al macrismo y a las corporaciones. Hoy se los ve pactando con el nuevo gobierno con su lógica política de siempre: acomodarse al poder fáctico tan rápido como los perros huelen el asado.

El triunfo político del establishment se explica porque piensa y opera políticamente de manera eficiente y eficaz. Por un lado, con la decisiva influencia de los medios de comunicación para colonizar el sentido común de una importante porción de ciudadanos. Por esto el macrismo se ha encargado de desarticular rápidamente la ley de servicios audiovisuales sancionada mayoritariamente por el Parlamento. Por otro lado, operando sobre los representantes de la sociedad política. Muchos políticos siguen pensando más como sociedades anónimas que se perpetúan en el escenario de la política que como servidores públicos al servicio de la ciudadanía y de su país. Por ello los minutos de televisión o radios, el centimetraje en los diarios, con los que los benefician los medios de comunicación hegemónicos, les son absolutamente fundamentales para su existencia. Sino no se entendería, entre otros ejemplos, la figuración de Elisa Carrió en la política argentina, una creación mediática que colaboró en mucho en el diseño del armado político con el que Cambiemos afrontó la  elección presidencial.

Y el establishment trabaja en el presente y para el futuro con diversas alternativas políticas posibles afines a sus intereses. Si bien Mauricio Macri viene cumpliendo a rajatabla con el objetivo nodal de ejecutar en poco tiempo una transferencia de ingresos brutal de los sectores bajos y medios de la sociedad a los sectores de las grandes riquezas y a las corporaciones económicas –esto centralmente está representando el ajuste neoliberal en marcha-, varios recordamos que su apuesta hacia las elecciones presidenciales del año 2015 era contar con parte del Partido Justicialista no kirchnerista en el gobierno, representado en esos momentos por Sergio Massa. Con los primeros sondeos de opinión electoral esa apuesta se postergó. El antikirchnerismo más rancio se mostraba con mayor apoyo electoral, parte de la población no confiaba en un candidato de tinte justicialista.

Este articulista piensa que ese proceso de análisis del establishment no concluyó, tomando en cuenta, además de lo anterior, la cooptación por parte del macrismo de numerosos representantes del llamado “pejotismo”, entre ellos ex funcionarios del Poder Ejecutivo, ex y actuales gobernadores provinciales, intendentes y legisladores. Tal vez sea hora de pensar que los poderes fácticos en la Argentina –con la colaboración de los intereses internacionales con centralidad en el imperialismo norteamericano- avizoran al gobierno de Mauricio Macri como el encargado de realizar la tarea sucia y brutal del ajuste económico, la desarticulación de los mecanismos de regulación del mercado y acorralar al kirchnerismo a un movimiento sectario que representó una excepcionalidad en la historia del Partido Justicialista y de la Argentina. Y que el  ideal sustentable de la derecha es volver a un proyecto político como el de los ´90: con un líder proveniente del justicialismo y un modelo neoliberal que unía apoyos de sectores carenciados y de la gran burguesía, sumados ahora a una importante porción de la clase media.

Si hoy leemos atentamente los matutinos hegemónicos Clarín y La Nación, no dudan en tratar a Macri y al macrismo con una de cal y una de arena. El apoyo se da fundamentalmente cuando el gobierno se refiere negativamente a la “herencia” kirchnerista y los medios continúan atacando al kirchnerismo como si hoy fuera gobierno. Pero también se nota un alerta frente a las medidas fuertemente impopulares del gobierno y los hechos de corrupción financiera que asolan a los miembros de Cambiemos, empezando por el presidente.

La historia siempre es buena consejera. Analizar el pasado nos da herramientas centrales para comprender el presente y predecir, aunque sin certezas dogmáticas, el futuro.

La historia del Partido Justicialista, desde la recuperación de la democracia en 1983 ya sin la presencia de su máximo líder, es la historia de una herramienta política que, con la excepción del proyecto político implementado desde el año 2003, mostró una adaptación admirable a los proyectos de los poderes fácticos y pretender lograr –a veces con más éxito, a veces con menos- el consenso popular para avalar esos intereses. Esa tendencia, de manera descarnada, se vivió durante la década de los ’90, con una reestructuración neoliberal salvaje similar a la de la dictadura genocida de 1976 y también en similitud con el proyecto político del gobierno actual.

Ocurre que, lo cual para muchos se nos venía haciendo evidente, se va confirmando históricamente. Parafraseando a John William Cooke y su recordada frase “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, hoy podemos decir que “Néstor Kirchner fue el hecho maldito del peronismo burgués”. Está la historia de estos últimos 33 años para corroborarlo. El signo más elocuente se encontrará si analizamos las escasas oposiciones de sectores provenientes del Partido Justicialista que tuvo el proyecto neoliberal de Carlos Menem y las mucho mayores que tuvo el kirchnerismo si recorremos sus 12 años de gobierno. Y si sumamos el mapa de reacomodamientos políticos actual, con epicentro en las gobernaciones de provincias –con su repercusión en el Senado- y en intendencias de la Provincia de Buenos Aires, veremos que parte de la estructura del tradicional Partido Justicialista no se encuentra comprometido con el proyecto de transformación que encarnó y encarna hoy la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Mientras, rápidamente el establishment avizora estas contradicciones, y prepara con todos los medios a su alcance alternativas a la posible ocurrencia de una crisis del gobierno macrista. El gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey viene siendo la alternativa proveniente del Justicialismo preferida por los poderes dominantes, sin descartar aún el progreso desde la oposición de Sergio Massa y los sectores que lo apoyan.

Si bien nadie con visión transformadora del país puede descartar el rol del Partido Justicialista tratándolo como un todo homogéneo, y sin perder de vista que el principal adversario del campo popular es el macrismo en el gobierno, en el proceso de avance de la configuración del kirchnerismo como una organización política transformadora y en la vigencia de su liderazgo, un nuevo capítulo de su relación con el llamado “pejotismo” se reedita casi con naturalidad.

La vuelta de Cristina Fernández al ruedo político en el acto frente a los Tribunales de Comodoro Py, el impacto de su regreso en multitudes de ciudadanos comprometidos y el acompañamiento de la dirigencia política afín al kirchnerismo vuelve a poner al país y a los argentinos ante una disyuntiva histórica, más allá de los escenarios electorales. Y hay que decirlo con todas las letras: nadie se imagina cuatro años de mandato de Mauricio Macri en similitud a las políticas implementadas durante estos primeros cuatro meses. La voz de una parte importante del pueblo se está haciendo oír por todos los medios posibles pese a la censura mediática de los medios hegemónicos. Voces que exceden largamente las adhesiones partidarias –aunque existen- y que muestran a la ex primera mandataria en una sinergia admirable con su pueblo.

De esta constatación que hemos descripto surge la propuesta de la ex presidenta de convocar a un Frente Ciudadano para defender los derechos conquistados por la sociedad civil en 12 años. Un nuevo envión al proceso de empoderamiento de la sociedad que propusiera hace tiempo Cristina Fernández y que según ella debe trascender las fuerzas políticas, sindicales o sociales[1]. Tal vez nunca antes de manera tan cruda, y por acción de un gobierno representante directo de los intereses dominantes en el país, se visualizó tan claramente que la disyuntiva para la Argentina es pueblo o corporaciones.

El liderazgo popular de Cristina Fernández fue un cimbronazo de proporciones para la sociedad política y la sociedad civil. La batalla política y cultural entre dos proyectos continúa y se muestra contundentemente en determinadas coyunturas. El regreso al ruedo político de la ex presidenta es una de ellas. El futuro nos irá mostrando las cartas que irán jugando los diversos actores, entre ellos uno fundamental: el pueblo.


* Mario Della Rocca
es historiador, escritor, periodista y asesor legislativo. Autor de los libros “Gramsci en la Argentina. Los desafíos del kirchnerismo”, “La Cámpora sin obsecuencias. Una mirada kirchnerista” y “Macri & Durán Barba. Globos, negocios, círculo rojo y guerras sucias”. Co-Editor de la revista “Comunidad y desarrollo en la batalla cultural”.


[1]
En el recorrido intelectual de los discursos que realizó la ex presidenta en su periplo por Buenos Aires no puede dejar de mencionarse a dos políticos e intelectuales a quienes citó: uno del pasado, Antonio Gramsci, y otro del presente, el vicepresidente de la hermana República de Bolivia Álvaro García Linera.

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