CAMBIEMOS, LA PATRIA FINANCIERA Y EL CÍRCULO ROJO


Por Horacio Rovelli

En la Argentina existe una inversa relación proporcional entre el salario y el tipo de cambio, por ende la magnitud  de la devaluación impacta en el  poder adquisitivo de la  población y reduce severamente el mercado interno.
EL CIRCULO ROJO
El incremento de las exportaciones se halla jaqueado por la situación mundial, la tasa de inversión no puede aumentar cuando se cae la demanda interna y externa. Sólo puede esperarse un proceso recesivo que, paradójicamente, podrá hacer que la inflación sea menor que la devaluación realizada.

El capitalismo con predominancia financiera, que es el que se desarrolla desde fines del siglo pasado, iguala los rendimientos y las tasas de ganancias en todo el mundo, bajo el rígido control de la tasa de interés compuesto. Es más grave en los países periféricos que se subordinan al capital internacional porque, dado el menor nivel de infraestructura y de tecnología, produce desequilibrios persistentes que generan una economía dual, un sector relativamente pequeño, que mal o bien se integra al mercado internacional (siempre como rueda de auxilio), y el resto que subsiste como puede.

Esto explica por qué en el gobierno de los Kirchner la economía creció, se acrecentaron la producción y las ventas, por ambas razones la masa de ganancia se incrementó exponencialmente, y sin embargo la inversión de las grandes empresas fue menor incluso que el promedio de los once años de la convertibilidad.
Esto es, en muchos casos aprovecharon la capacidad instalada desocupada para ampliar su producción, incorporaron trabajadores, pero no lo hicieron en igual proporción en la incorporación de máquinas y equipos y en su modernización tecnológica.

Como resultado nos encontramos con el gobierno de los Kirchner que siguió “tirando” de la demanda, convencido de los efectos multiplicador y acelerador  de la inversión por el mayor consumo, y lo que se logró fue una fuerte tasa de crecimiento al principio, para terminar con fuertes fugas de capital (de allí la implementación del mal llamado “cepo” cambiario a fines del año 2011, en ese año se fugaron U$s 21.000 millones) y con un proceso inflacionario por la menor oferta (fruto de la falta de inversión en lugar de incrementar la producción aumentaron los precios).

En el segundo mandato de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner trató de reconvertir la situación haciendo “buena letra” con el capitalismo internacional (reconoció los juicios adversos del CIADI, toda la deuda con intereses impagos al Club de París, indemnizó a Repsol por YPF, etc.), en la esperanza de favorecer el ingreso de capitales, estrategia que fue demolida por los llamados fondos buitres que lograron primero un fallo favorable del juez Griesa, segundo que lo confirme la Corte Suprema de Nueva York, para que finalmente el 14 de junio de 2014 la Corte Suprema de los EEUU decidiera no tratar el caso. Había U$s 565 millones de indemnización a los principales fondos buitres por haberse asegurado que si la Argentina incurría en un nuevo default – Credit Default Swap (CDS), selectivo si se quiere, compelido en principio a los U$s 1330 millones de capital adeudado reclamado por los fondos Elliott, Aurelius y otros doce demandantes menores, por lo que al no tratar el caso por la Corte Suprema de los EEUU (compuesta por 9 –nueve-jueces supremos) les posibilitó cobrar ese seguro, del que podemos inferir a donde fue una parte, a la vez que obligó a la Argentina a realizar cambios en la estrategia tanto hacia los acreedores, como interna.

Pero el problema real sigue siendo que tanto las empresas trasnacionales que operan en el país (y que son las de mayor facturación, como lo demuestra el estudio del ENGE–Encuesta Nacional de Grandes Empresas del INDEC), como las grandes nacionales, unas porque igualan internacionalmente las tasas de ganancia presente y futura, y las otras porque sabiendo cual es la estrategia de las grandes trasnacionales no se oponen y se asocian o llevan adelante políticas de no enfrentamiento con las mismas, en una clara división de mercado y de influencias, lo cierto es que sujetan sus planes de inversión no a su actividad o negocio, sino al marco general.

Ese marco general es el que da como agotado el ciclo de expansión de la demanda (y la reticencia de inversión de los grandes operadores) y la necesidad de “sincerar” las variables para adecuar los costos internos, sobre todo los salariales, en moneda dura, cueste lo que cueste y caiga quién caiga, sabiendo de antemano que los primeros en caer son los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas ligadas al mercado interno, que hasta el año pasado representaban el 75% del economía del país.

Paradójicamente, amplios sectores de la población percibiendo el problema decidieron apoyar con su voto y de esa manera llevar a la máxima administración del Estado,  a quien representa a los capitales más concentrados del país, favoreciendo el desembarco de sus técnicos cuyo primer objetivo es reconvertir la economía Argentina para beneficiar a los sectores exportadores (quienes se beneficiaron con una devaluación que  a mediados de enero de 2016 alcanza al 50%, y con la quita y /o reducción de las retenciones o derechos de exportación) y al sector financiero internacional,  que está enquistado en el Ministerio de Hacienda y Finanzas y en el BCRA, principales resorte de la economía corto placista y supeditada a la tasa de interés compuesto.

El desembarco y las medidas de ajuste tomadas fueron en detrimento del mercado interno, principal bastión del país y que todo gobierno que se precie de tal en todas las épocas y en todas las circunstancias deben defender y apuntalar. Se torna más irracional cuando el mundo en general tiene una baja tasa de crecimiento en promedio (con China desacelerándose, con una tasa magra en los EEUU y con recesión en Europa y en Japón) lo que asegura precios deprimidos a las materias primas en general, y a los combustibles y alimentos en particular, por mucho tiempo.

Con fuertes descensos en los precios internacionales de nuestros principales productos exportables, la devaluación del 50% y la eliminación y/o reducción de las retenciones sólo amplían los márgenes y masa de ganancia de esos grandes acopiadores y comercializadores, pero no estimulan la inversión y la ampliación de la producción y de la oferta.

En la Argentina existe una inversa relación proporcional entre el salario y el tipo de cambio, por ende la magnitud de la devaluación impacta en el  poder adquisitivo de la  población y reduce severamente el mercado interno (la gallina de los huevos de oro de un país, más como es el nuestro), tampoco se puede esperar incremento de las exportaciones por la situación mundial, y menos que aumente la tasa de inversión cuando se cae la demanda interna y externa, por ende sólo puede esperarse un proceso recesivo que,  y también paradójicamente, podrá hacer que la inflación sea menor que la devaluación realizada y a realizar, y es lo que determina si una devaluación fue exitosa o en cambio fue anulada y absorbida por los precios.

Recesión que siempre se sabe cómo comienza pero no como termina, ni cuándo.  Eso no le interesa a nuestros sectores dominantes, sólo les interesa el capital que pueden extraer y fugar, razón por la cual van a recurrir a endeudarse alegremente, para saldar el déficit fiscal y de la cuenta corriente (comercio exterior y pago de intereses y giro de utilidades) que sus propias medidas (eliminar y reducir las retenciones, devaluar inconmensurable y persistentemente, levantar el “cepo” cambiario para que las grandes empresas puedan comprar todos los dólares que quieran y sacarlo del país, etc.) y con ese endeudamiento en moneda dura, que los toma el Estado Nacional en nombre de todos nosotros, comprar esos dólares ellos y engrosar sus cuentas en el exterior.

Lo mismo hicieron José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Felipe Cavallo en su momento, y hoy lo hacen los Prat Gay, Sturzenegger, Melconián entre otros.

Sin embargo hay una contradicción entre ellos que no va a ser fácil de salvar y que va a provocar crisis en la administración. Es lo que el mismo Macri definió como el “Círculo Rojo”, círculo compuesto por los grandes comercializadores y acopiadores de grano, y algunas empresas puntuales con sesgo exportador como son los casos de Techint, Aluar, Arcor, más las aceiteras y las extractivas (pero estas últimas muy disminuidas por la caída del precio de los minerales y de los combustibles), por un lado, y los bancos internacionales deseosos de repetir la “bicicleta financiera” de mediados de los setenta  y los noventa, que trataron de instrumentar al principio cuando fijaron el valor del dólar por debajo de los $ 14.- y el tipo de cambio futuro a diciembre de 2016 en $ 17,45 (tras una devaluación inicial del 40%, querían una depreciación cambiaria en torno al 25% para el año, por lo que la tasa de interés de los depósitos de los bancos y de rendimiento de los títulos públicos en pesos  en tono al 30% permitía el ingreso de dólares financieros –capitales golondrinas- convertirse en pesos, para después volver en un año a dólares ganando una tasa del 5% o más en moneda dura)

Esa “bicicleta” es la que está jaqueada por el “círculo rojo” que pretende la mayor devaluación posible para que le den más pesos por cada dólar de sus exportaciones.

Y allí se complica la historia con los grandes formadores de precios en el mercado interno, que son básicamente las principales empresas exportadoras e importadoras a la vez (y causa que la devaluación implica un fuerte impulso inflacionario) como es el caso de los bienes de uso difundido (acero, aluminio,  petroquímica, químicas, cemento, etc.) y de los productos de consumo masivo (fideo, arroz, lácteos, bebidas, carnes y chacinados) por un lado con la presencia de fuertes empresas dominantes y, por el otro lado,  la concentración comercial de los grandes supermercados, todas   empresas pertenecientes o fuertemente vinculadas al “Círculo Rojo, más la suba de las tarifas energéticas (electricidad y gas), con lo que se conforma un circuito perverso que se retroalimenta de devaluación y suba persistente de los precios, que hace que los mismos exportadores pretendan nuevas devaluaciones porque aumentaron los precios internos que ellos mismos ayudan a  que así sea.

Para Prat Gay y el JP Morgan y otros referentes de la “patria financiera”, se torna imprescindible e inmediato “cerrar” el reclamo de los fondos buitres. De allí la vergonzosa oferta que se hizo el viernes 5 de febrero 2016 a los holdouts de sólo una quita del 25% del capital nominal, reconociendo intereses y costas. Los que habían obtenido fallos a su favor poco después del default de 2001 (llamados «me too» que fueron incluidos por el juez de Nueva York a mediados del año pasado) como el fondo Dart, anticiparon su aceptación porque cobrarán más de lo que esperaban, pero los que atesoran bonos FRAN emitidos en 1998 por el gobierno de Menem como es el caso de los fondos NM Elliott y Aurelius que fueron los que hicieron la presentación primera ante Griesa,  pretenden ganar más todavía, cuando compraron esos bonos, tras el default del año 2001, de un valor nominal de 100 dólares la lámina, los pagaron en torno a los U$s 25, y el gobierno les ofrece pagar U$s 150 por cada bono (Ganan 6 veces lo que invirtieron), pero no están conformes y siguen reclamando porque pretenden ganar más.

Además se suman los tenedores de títulos en default llamados «tercera generación» que hacen ahora su presentación ante el juez Griesa reclamando igual trato, lo que hace una deuda impaga total  (de acuerdo a la propuesta de Macri-Prat Gay) de no menos de U$s 22.000 millones que el gobierno pretende pagar con nuevo endeudamiento (cuando el capital adeudado es la sexta parte de la deuda que Macri y Prat Gay van a reconocer) y que se va a pagar con la “sangre, sudor y lágrimas del pueblo argentino”.

Prat Gay y sus mandantes creen que “cerrado” el problema con los fondos buitres van a ingresar capitales, así como cree firmemente Macri que sobreactuando su rol de dependiente de los EEUU, va a lograr que ese país influya sobre los mercados de capitales, o al menos sobre los grandes bancos y operadores financieros de ese país.

La historia dirá qué ocurrirá, pero lo cierto es que nunca pasó, podrán pagarle a los buitres lo que ellos quieren, y Macri será el abanderado de la política estadounidense en la región como en su momento lo fue Menem, pero si logran disciplinar al “Círculo Rojo” y grandes formadores de precios en el mercado interno está por verse, y si así fuera, lo será por un tiempo; lo que sí es seguro es que el gran perjudicado que es el pueblo argentino en algún momento dirá lo suyo, y como la historia nos enseña, cuando el pueblo habla y a su modo, se terminó el circuito perverso de devaluación e inflación, de altas tasas de interés y de bajo salario.

* Horacio Rovelli
Economista especializado en temas fiscales y monetarios. Profesor de Política Económica en la Universidad de Buenos Aires. Ex Director de Políticas Macroeconómicas del Ministerio de Economía

http://www.lateclaene.com/#!rovelli-h/c20vs

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2016/02/20/cambiemos-la-patria-financiera-y-el-circulo-rojo/