DE FRACTURAS Y ALIANZAS




Por Lizardo Sánchez

La tan anunciada fractura del peronismo no se da entre las izquierdas y derechas internas, sino por la posición frente a lo que podemos llamar la Argentina colonizada.

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Pareciera que la tan anunciada fractura del peronismo no se da entre las izquierdas y derechas internas como siempre se nos anunció, sino por la posición frente a lo que podemos llamar la Argentina colonizada: la que nos dejó el mitrismo.

No es de extrañar, se corresponde con la tensión principal de nuestro país.

La Argentina mitrista es una Argentina distraída de si misma, de su pueblo, de su origen y de su destino.

Una Argentina a-histórica.

Con ella les queda libre el camino a quienes se benefician de la situación para instalar la relación de poder que les resulta mejor.

A ellos y al imperio que está detrás suyo, del cual son intermediarios.

Las incapacidades innatas de un modelo originado por fuera de la propia identidad deriva en que los sectores sociales vinculados al mismo, principalmente de origen inmigratorio y generador de las clases medias, tienen serias dificultades para elaborar un pensamiento apto para verse en su propia realidad.

Esto será determinante en el papel político que desempeñarán estos sectores sociales y cubrirá buena parte de la historia argentina desde fines del siglo XIX a la actualidad.

A partir de 1945 el peronismo aparece como una nueva instancia de la conciencia histórica.

Producto de la tradición criolla excluida por largo tiempo representa la continuidad histórica de la Patria y su pueblo.

Imbuido del sentido incluyente propio de las culturas hispanas ofrece una dinámica para integrar a la Nación a los sectores sociales de origen inmigratorio, como antes había intentado el yrigoyenismo.

En ese sentido es fundante de una nueva Argentina

En la posterior evolución del mismo ha ido tomando fuerza el papel desempeñado por las clases medias, particularmente desde el fin de la épica del retorno del General Perón y la posterior disminución del peso relativo del movimiento obrero.

Esto acarreó una cierta permeabilidad a criterios propios de esas clases.

De este modo y al menos desde la renovación de los años 80 aparece la confusión de conciencia e identidad propias de ellas.

Esto generaría una tirantez interna dentro del campo popular, debilitándolo y esterizándolo.

El hombre moderno vive un mundo en el que mas allá de su mas inmediato entorno las cosas, por ser tantas y lejanas en tiempo y espacio, se vuelven abstractas.

No está situado ni en tiempo ni lugar.

Por ello tiende a aceptar la explicación que de ellas les da quien se las presenta: radio y televisión.

Lo que antes eran los grandes diarios, el teatro, el cine, ahora son los medios de comunicación masivos: imágenes sustentadas en si mismas ahora con mayor intensidad.

Ante el peligro de que el peronismo reemplazase al sistema político, desde estos medios se reforzó la presión orientada a mantener los contenidos espurios presentes en el mismo: individualismo, partidocracia, electoralismo, fragmentación, localismo, a lo que se le suma la tendencia a aceptar soluciones prestadas: liberalismo, socialdemocracia o progresismo.

De este modo la antigua polarización entre diferentes posiciones respecto del país que se pretendía, y consecuentemente frente al imperio, terminó entrando al interior del movimiento, Menem, Masa y de la Sota así parecen demostrarlo, contando con un caudal de votos parecido en el 2003 y ahora, cercano al 20%.

Hay un peronismo que se siente cómodo en una Argentina insubstancial.

Del otro lado de la fractura hay conciencia de las limitaciones de esa Argentina insubstancial.

Para superarlas se apeló a la inclusión social orientada por el Estado en alianza con las clases medias progresistas.

Con ello también este lado de la fractura quedaría enredado por valores y objetivos propios de esos sectores, de modo que en lo nuevo que iba haciendo conservó rasgos de la vieja política: internismo, desmovilización, alejamiento del Movimiento Obrero.

En esa vieja política Macri, el radicalismo, el Pro y el sistema nos ganan.

Quedó demostrado que así el kirchnerismo no construyó suficiente poder ni consolidó lo hecho: tras doce años careció de candidato propio, no armó bien las alianzas, no estaba en las calles y en las elecciones le faltó cinco pa’l peso.

No había que dejar de hacer nada de lo que se hizo, pero había que haber hecho mas: alejarse de esa vieja política exhibiendo la gestión principalmente desde la búsqueda de una Patria justa, libre y soberana, hablar al pueblo mas que a los militantes, recordar que el PJ es solo un instrumento electoral, dar lugar a las organizaciones libres del pueblo, organizarse territorialmente por fuera de caudillismos locales y estructuras partidarias, ganar las calles, dar su lugar al Movimiento Obrero, arrinconar lo viejo del PJ …

A esas clases medias hay que ganarlas al proyecto nacional, pero no será travistiéndose o desfigurándose el modo de hacerlo. Hay que ganarlas, no dejarse ganar por ellas.

Para eso hay que darles un lugar muy claro y aceptar lo que sea válido de sus criterios ajustándolos al cuerpo central de los nuestros, que nos será útil para ponernos al día.

Hay que sumar, pero la manera de hacerlo es desde nosotros mismos.

Tenemos caudal suficiente para hacerlo.

El peronismo no es producto de las clases medias, es la respuesta integradora que desde un horizonte histórico muy anterior a mayo de 1810 se ofrece a las diferentes sociedades argentinas del siglo XX y pretendemos que del XXI.

Sin la memoria del pasado es imposible construir el futuro, nadie escapa a su propia sombra.

http://nacionalypopular.com/2015/12/08/de-fracturas-y-alianzas/

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