EL GLOBERO CREE QUE SOMOS TODOS BOLUDOS



por Víctor Ego Ducrot
¿Qué habrá sido la vida de aquél viejo globero que nos tomaba por boludos?

el globero
Quién? El tipo que vende globos en la plaza y a veces garrapiñada. ¿Y hace falta que seas grosero, qué es eso de boludos? Es que es así, cree que somos boludos; nos quiere cobrar más caro cada vez y casi siempre los globos se desinflan solos, al ratito.

Varias veces mi vieja estuvo a punto de prohibirme ir a la plaza por la tardes, pues decía que allí reinaban las malas compañía para su hijito, llamado a ser vaya a saber qué. Sepan ustedes que a la flamante clase media que emergía como tal gracias a las políticas de Estado desplegadas por el peronismo entre el ’46 y «la fusiladora» (medidas de contenido transformador nunca ni siquiera igualadas hasta ahora), desde un principio le costó asumirse cerca del pueblo, del conjunto plebeyo, y sucumbió – sigue haciéndolo, y en forma trágica- a los cantos de sirenas esos de ser gente bien; ya en tiempos de precariedad mediática comparados con los actuales, en los que apenas si la radio y el cine y en forma tardía la TV prehistórica existían, el aparato simbólico actuaba como vasos comunicantes entre la Recoleta y el barrio. Disfrutábamos de la casa propia, de la escuela pública y del hospital gracias a Perón, pero cuántos querían parecerse a los Mitre, por mencionar un apellido tradicional de la oligarquía, de tanta presencia que recuerdo a mi abuela diciéndonos cuando nos quejábamos porque no había manteca sobre la mesa del desayuno, ¡pero quiénes se creen que son, los hijos de Mitre!

En fin, no sé porqué se me ocurrió empezar con esos recuerdos (¿o sí?). Mauricio Macri es desde el jueves el legítimo presidente de los argentinos. Por primera vez en la historia del país las fuerzas reaccionarias se impusieron sobre el movimiento popular sin matanzas, bombas, torturas ni desapariciones. Ganaron en las urnas y apuestan a fundar un derecha tecnocrática con aspiraciones de futuro, aspiraciones cuyas posibilidades de materializarse en los hechos dependerá del mayor o menor talento que surja del peronismo, del campo popular, para recrearse desde abajo, reconociendo la necesidad de que la clase trabajadora con sus características actuales recupere la centralidad y en conjunto vuelva a pensar en política, en diagnósticos, en estrategia y en variantes tácticas, dejando de lado aquello que ni siquiera durante la década y algo más de kirchnerismo, histórica y de felicidad en muchos aspectos, se pudo dejar de lado: el rosquismo, el sectarismo y el confundir esas prácticas históricas para que fulano o mengana sea ministro, diputado o si tiene algo de suerte, hasta presidente. ¡Así nos fue!

Vuelvo a Macri. En su discurso ante la Asamblea Legislativa manifestó algunos pocos conceptos primarios. Prometió desterrar la «pobreza inaceptable» y «combatir el narcotráfico como ningún gobierno lo hizo”. «Vamos a universalizar la protección social, para que ningún chico quede desprotegido, vamos a urbanizar las villas para transformar la vida de miles de familias. Vamos a producir una transformación para que se multipliquen fuentes de trabajo», dijo, y no mucho más. ¡Ah! Sí, lo que sigue es esencial: «Llegó el momento de unirnos para crecer y mejorar para que nuestro país avance.»

¿Alguno en su sano juicio podría oponerse a esos «objetivos»? Entiendo que no, y entiendo también que esa forma de enunciar, descontextualizada y al margen de los cuerpos reales y sus acciones apuntan al gran engaño que se propone la semántica de la derecha, consistente en suprimir el conflicto entre intereses de clase y sus respectivas miradas ideológicas, supresión que no registra ni un solo caso en la Historia pero, al igual que en la construcción teórica de la comunicación como artefacto de dominio, tiene por objetivo que las necesidades y las creaciones culturales de las clases dominantes se impongan como propias de las dominadas.

El flamante gobierno de Macri está dispuesto desde temprano a estafarnos de la misma forma que lo hacía el globero de la plaza de mi barrio, con esa cara de piedra que le recuerdo. Para ello diseñó un Gabinete al estilo del dispuesto en su momento por George W. Bush en Estados Unidos, con el cual trasladó las funciones del Estado hacia los directorios de las grandes corporaciones. Algunos ejemplos locales y actuales.

Mientras el flamante presidente estaba en la Asamblea Legislativa, en el portal de noticias La Política Online (insospechado de antimacrista) se podía leer: «En conversaciones reservadas con colegas, Alfonso Prat Gay y Federico Sturzenegger reconocen que la inflación podría alcanzar el 40% por ciento en el primer año de gestión». Nadie lo desmintió.

«El gobierno a punto de obtener 8000 millones de dólares», festejaba La Nación el viernes, al anunciar: «Fuentes que participan de la operación indicaron que el dinero será aportado por los bancos HSBC, JP Morgan, Goldman Sachs, Deutsche Bank y el Citibank por una suma que rondaría entre 6000 millones y 7000 millones de dólares. Si superan cuestiones regulatorias, se agregarían el Santander y el BBVA con otros 1000 millones de dólares.» Nadie lo desmintió.

«Macri nombra secretario de Seguridad  a Eugenio Burzaco; fue asesor del ex gobernador neuquino, Jorge Sobisch, cuando la policía de esa provincia mató al maestro Carlos Fuentealba, y también estuvo al frente de la Metropolitana con una fuerte impronta represiva. Su hermano está imputado y detenido en Estados Unidos por el escándalo de corrupción en la FIFA», informaba hace dos semanas la agencia AgePeBA. Nadie se inmutó. Tampoco nadie se inmutó cuando el mismo medio, el 3 de diciembre, consignaba: «Patricia Bullrich, Laura Alonso, el rabino Bergman y Claudio Avruj de la mano de la CIA en el gobierno de Macri. La ministra de Seguridad, el flamante secretario de Ambiente y la nueva Titular de la Oficina Anticorrupción son tres sospechados de responder a la CIA a través de la Fundación Nacional para la Democracia (NED), histórica encargada de financiar a las derechas latinoamericanas a partir de un sistema de ONG controladas desde Langley». Ni mucho menos cuando, el 24 de noviembre, destacaba: «La canciller será Susana Malcorra. Elegida por Macri a pedido de Rogelio Pfirter, veterano diplomático argentino desde hace mucho patrocinado por Washington y Londres y sus organismos de inteligencia, la CIA y el MI5 respectivamente.»

http://tiempo.infonews.com/nota/198739


 

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