Por Miguel Angel Fernández
“No cabe la menor duda que la opción de Cambiemos es un salto al vacío”, enfatizaba el amplio documento que el Frente para la Victoria emitió desde Resistencia con la opinión coincidente de gobernadores en ejercicio, los electos, del Chaco, Misiones, Formosa, dirigentes ganadores de Corrientes donde gobierna el radical Colombi y hasta Entre Ríos, donde la retención de la gobernación fue muy peleada con la macrista D’Angeli.
Esta fue una de las señales que, a pesar de la limitada gravitación demográfica de estos distritos, el NEA y el NOA interesan como para que los hombres que disputarán la presidencia de la Nación en la inédita segunda vuelta del 22 de noviembre, tanto Daniel Scioli cuya ventaja fue ajustada y Mauricio Macri, que capitaliza el envión de un resultado que ninguna encuestadora visualizó, realizaran esta semana un rastrillaje regional con sus propios matices y hasta con episodios reñidos con la convivencia democrática como ese piquete que intentó cerrarle el paso a la salida del aeropuerto de Resistencia al ex presidente de Boca y le hizo un favor con la victimización correspondiente y la presta difusión de la foto cuando Capitanich apadrinó el casamiento de ese dirigente que, a la postre, poco honor le hizo a la responsabilidad territorial de su padrino.
Militancia de curso acelerado
El gobernador de Misiones, Maurice Closs (a quien Daniel Scioli tiene en cuenta para su probable gabinete), hizo declaraciones que resumen lo mismo que piensan los demás líderes justicialistas de esta región y de todo el país ante una encrucijada donde no luchan contra molinos de viento, sino contra una tendencia adversa fuerte y un paredón mediático que golpea sin tregua cada faceta del último tramo de estos 12 años de gestión de Néstor y Cristina Kirchner, la que también intenta no quedarse con ningún vuelto ante adversarios que ya pintan como enemigos dispuestos a desterrarla cuando vuelva al llano y a pasearla por todos los tribunales que habilite una Corte Suprema cuyos integrantes y la jefa del Estado no ocultan que se detestan sin darse respiros.
El Frente para la Victoria decidió que la consigna es trabajar y militar, cerrando filas en todos los focos de diferencias intestinas después de haber pagado muy caro la boleteada gestada contra Aníbal Fernández para perder el bastión de la provincia de Buenos Aires, donde ahora Scioli tiene el mayor desafío de recuperación. Sin embargo, los fotos macristas más fuertes están en la Capital Federal, en una Córdoba que factura todos los entripados de De la Sota con el kirchnerismo, Santa Fe, donde se tiraron líneas con intervención del propio Capitanich y Mendoza, provincia conquistada por la UCR para instalar su gobernador como Morales lo hizo en Jujuy, reducto peronista invicto desde 1983.
El gobernador chaqueño como quien lo sucederá acordaron trasladar todos los movimientos de la transición hasta después del 22 y ambos saben que la única alternativa a la vista es levantar el umbral de los 352.304 volcados a Scioli contra 185.563 y triunfos en todos los municipios, con la mirada puesta en un caudal sorprendente de Sergio Massa que sin mayor estructura quedó tercero en el Chaco con 97.460 votos. En otras provincias vecinas los números son parecidos, aunque especialmente en Formosa, Gildo Insfrán mantiene tal hegemonía que de paso por El Colorado y en la propia capital, Macri, astuto, habló de convivir con ese gobernador peronista al que, por cierto, le preocupa que el gasoducto del noreste cumpla con todas sus etapas como también desvela a chaqueños, correntinos y al norte de Santa Fe.
En suma, se trata de un curso acelerado de balotaje con otro hito cómo será el debate del próximo domingo, único y acaso esencial para consolidar los caudales de uno y de otro. Mientras tanto, la militancia será puesta a prueba bajo la consigna de salir a pedir el voto, de lo que también habló Closs, a pesar de que uno de los vicios de la política argentina desnaturalizó ese ejercicio democrático con el recurso de punteros rentados, generalmente “ñoquis” de los aparatos burocráticos que todas las provincias dejaron crecer, como sucede en las Legislaturas, donde los mandatos se cumplen, pero ni los diputados ni sus “asesores” se destetan del presupuesto.
El compromiso del agua
Por enorme que haya sido el plan de obras públicas del Chaco en los ocho años de gestión de Capitanich, la mayor inversión hidráulica de la historia que puede llegar a 3.000 millones de pesos cuando culmine integralmente el año próximo, generó un compromiso que más allá de la dinámica del montenegrino, era de los 32 años de toda recuperación democrática provincial, sin exclusión de partidos. Nadie ignoraba que los dos primeros acueductos, Barranqueras – Sáenz Peña y Sáenz Peña – Villa Angela, y aun el del río Bermejo abasteciendo a General San Martín fueron realizaciones de los gobiernos militares del coronel Mazza y del general Serrano.
El propio Perón, en una incursión de 1947, se había conmovido con las penurias de la escasez de agua atravesando el Chaco. La llegada de caudales para cubrir íntegramente las demandas de Sáenz Peña y Villa Angela es un acto de justicia y un logro que el tiempo consolidará cuando se sumen las demás conexiones pendientes con un recorrido de unos 500 kilómetros, del mismo modo que debe ocurrir con la red troncal del gas que está bajando desde Formosa y que exigirá para las redes domiciliarias y los enlaces con los parques industriales que los flujos de financiamiento y los contratos firmados se ejecuten sin obstáculos.
En ese sentido, el gobernador Capitanich volará el martes hacia Río de Janeiro y acaso lo acompañe su sucesor, para cerrar un acuerdo con el Banco Nacional de Desarrollo que flexibilice vencimientos de la única deuda externa relevante contraída por el Chaco y sin la cual la ingeniería financiera de esta obra, que está en un 85% de su ejecución, no hubiera mantenido la continuidad que logró hasta ahora.
El peronismo chaqueño echará el resto para sumarle todos los puntos posibles a la chance de Scioli – Zannini en una coyuntura nacional que pone en juego y en riesgo el ensamble que permitió lanzarse a objetivos importantes con la red de soporte colocada por una reparación histórica efectiva por parte de la Casa Rosada.
Ese peronismo también tiene memoria de aquella circunstancia de 1983 donde Florencio Tenev buscaba la gobernación confiando en que Deolindo Bittel sería vicepresidente de la Nación en fórmula con Italo Luder y le aseguraría el respaldo de Buenos Aires, ese centralismo de gravitación sin fatiga.
Con el triunfo de Raúl Alfonsín, Tenev debió remar contra la corriente y hasta aguantar topetazos cuando acusó a boca de jarro que la política económica era la misma de Martínez de Hoz. Pero la historia también dice que en esa etapa, donde el jaqueado presidente radical adelantó seis meses la entrega del poder a Carlos Menem, el Chaco logró el cuarto índice de coparticipación federal entre las 24 provincias argentinas que es, por supuesto, su mayor inyección de recursos y que se ha mantenido intacta contra viento y marea.
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