Falta poco más de un mes para los comicios de diciembre y la campaña de injerencia externa y la de sus amanuenses locales se multiplica.
Sólo basta con repasar algunos de los últimos titulares de los medios masivos para darse cuenta que no es exagerado que sobre Venezuela se abate una permanente operación de “acoso y derribo”. “Venezuela se convirtió en un país subyugado por la fuerza” (La voz de las Américas); “El desastre venezolano” (El País, de Uruguay); “Los jueces de Venezuela son soldados de la causa chavista” (ABC, España); o la reproducción de declaraciones del candidato derechista argentino Mauricio Macri: “Si soy presidente exigiré la liberación inmediata de Leopoldo López”.
Todas estas expresiones tienen su correlato en actitudes de mayor calado, como las recientes declaraciones del secretario de Estado del gobierno estadounidense, John Kerry, y las del embajador estadounidense en Guyana, Perry Holloway. El primero fustigó al sistema electoral venezolano, al que tildó de “ejemplo de democracia imperfecta”; el diplomático amenazó al pueblo venezolano, al expresar que “Estados Unidos apoyará en materia de seguridad a Guyana”. Lo que no queda claro es quien amenaza a Guyana y por qué no relata el embajador Holloway sus recientes encuentros con funcionarios de la Exxon Mobil, a quienes les brindó todo su apoyo en el programa de extracción petrolífera que se propone de manera ilegal sobre territorio venezolano.
Frente a estas nuevas maniobras, que en realidad actúan a manera de recetas provocadoras impuestas por Washington, el presidente Nicolás Maduro –sin dejar de reivindicar el diálogo– condenó duramente las expresiones de los funcionarios estadounidenses. Por su parte, la Canciller, Delcy Rodríguez, exigió al gobierno de Obama que “se abstenga de involucrarse” en los asuntos de ambos países y señaló a Estados Unidos como el responsable de la disputa territorial. Rodríguez señaló que Venezuela, en perfecta unión cívico-militar, seguirá sosteniendo el reclamo histórico de la Guayana Esequiba en el marco de la diplomacia bolivariana de paz, “con la verdad histórica de los legítimos derechos venezolanos”.
Menos diplomático, pero más ajustado al sentimiento popular, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, calificó de “gobierno desquiciado” al guyanés, por rechazar posturas dialoguistas y echar gasolina al fuego de una hipotética guerra.
En el terreno local, Maduro volvió a terciar y advirtió sobre las acciones desestabilizadoras de la derecha para imponer un gobierno contrarrevolucionario tras los comicios del 6D. Aseguró que la oposición carece de una autonomía política propia y que está dirigida desde Estados Unidos.
Embistió también contra el Fondo Monetario Internacional: “Tengo las pruebas de que el FMI ha recibido una visita de un grupo de tecnócratas y pelucones. Han expuesto este plan y han pedido 60 mil millones de dólares, y el fondo les ha dicho que podría prestárselos si derrocan al gobierno revolucionario”, develó Maduro. En sus declaraciones, tras aseverar que la derecha nacional busca generar violencia y socavar la paz del país, expresó: “Todo el que sea candidato o candidata, resulte electo o no y se incorpore a un plan violento guarimbero e insurreccional contra los resultados electorales y contra la vida del país el 6 de diciembre, lo único que puede esperar es la cárcel, es la justicia”.
Maduro calificó de necesaria la victoria electoral de las fuerzas revolucionarias para abrir las puertas a la construcción del socialismo productivo y derrotar a todos los agentes de la guerra económica. Una de las voceras de esa guerra sigue siendo María Corina Machado, que no pierde tiempo para tratar de ubicar un lugar en la foto, esta vez como samaritana del pueblo wayú (muy a pesar de ellos) y derramar bilis a propósito de acusar que el cierre de la frontera con Colombia y el Estado de Excepción “han traído más hambre, desolación y represión a La Guajira y al pueblo wayú”
