LA VISIÓN UNIVERSAL DEL PAPA

Por Niko Schvarz

El Papa Francisco acaba de regresar a Roma y El Vaticano luego de su intensa y proficua gira por Cuba y Estados Unidos, pero no se agotan los comentarios en torno a la gravitación de estas actividades en el contexto internacional.
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Es que el Papa delineó en las múltiples actividades desplegadas esos días una visión global sobre los problemas más acuciantes que enfrenta hoy la humanidad, ante lo cual nadie puede permanecer indiferente. El Papa sacudió la conciencia universal, y no solamente a los que adhieren a su fe cristiana. Y ello amerita una reflexión colectiva.

Una de las intervenciones conceptualmente más ricas del Papa en esta gira fue su discurso ante el Congreso de Estados Unidos, el 14 de setiembre. Tuvo la virtud de recoger las tradiciones más preciadas de ese país,  y de proyectarlas al escenario de los acuciantes problemas mundiales, sobre los cuales emitió pronunciamientos categóricos, en forma lúcida y valerosa. Comenzó por el 150º aniversario del asesinato del presidente Abraham Lincoln, “el defensor de la libertad, que trabajó incansablemente para que esta nación tenga una aurora de libertad”. Siguió con la evocación de la marcha que 50 años atrás encabezó Martin Luther KING en la campaña por realizar el sueño de plenos derechos civiles y políticos para los afrodescendientes.

“Su sueño sigue resonando en nuestros corazones, Me alegro que EEUU siga siendo para muchos la tierra de los sueños”
y agregó: “En los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes”. De ahí se elevó a “la crisis de refugiados sin precedentes desde los tiempos de la II Guerra Mundial” que azota al mundo. Y también a Estados Unidos, ya que “en este continente miles de personas se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades”.

Al respecto, “no debemos dejarnos intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus rostros escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre será humana, justa y fraterna”.

Viene luego un aspecto que ha sido justamente destacado: el reclamo de la abolición de la pena de muerte (que existe en EEUU). Se apoyó en  un llamamiento de los obispos de EEUU en ese sentido, y lo fundamentó en que “una pena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación”.

Abordó asimismo el gran tema de la lucha contra la pobreza y el hambre, mencionando en ese sentido el aporte de Dorothy Day, a la que calificó como Sierva de Dios y fundadora del Movimiento del trabajador católico. Dijo que la pobreza y el hambre deben ser combatidas constantemente, en sus muchos frentes, especialmente en las causas que la provocan. Aquí aparece el gran tema de la creación y la distribución de la riqueza, el justo uso de los recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas como partes de una economía que debe ser moderna pero especialmente solidaria y sustentable. Al respecto citó su propia Encíclica “Laudato Si, según la cual la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común, y éste incluye además la tierra, ya que “el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”. Como era previsible, la encíclica menciona el esfuerzo por evitar “las graves consecuencias que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana”.

La síntesis es “una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”. En este plano se destaca la actividad y las enseñanzas del monje cirterciense norteamericano Thomas Merton, definido como un promotor de la paz entre pueblos y religiones.

Finaliza el Papa con un llamado ferviente a “acabar con los muchos conflictos armados que afligen a nuestro mundo y acabar con el tráfico de armas”, que se hace por dinero,  “un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice –concluye- es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas”. Hizo también referencia al diálogo de paz en Colombia entre el gobierno y las FARC y a la solución de los problemas fronterizos entre Colombia y Venezuela, temas en los cuales el Papa intervino de manera muy eficaz y constructiva (y a la vez con extrema discreción), oficiando de puente entre las partes.

nikomar@adinet.com.uy

 

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