por Pa’í Oliva
Ni el Presidente, que ha recibido varias cartas de Instituciones internacionales, ni su ministro de trabajo, al que se he visitado en tres ocasiones y ya no me recibe, ni el diputado empresario de la línea 49, ya no se dan por enterados de que en la sede de la empresa y delante del Ministerio de Trabajo más de 20 seres humanos están crucificados, además algunos con labios cosidos con clavos y todos en una huelga de hambre que ya va por la tercera semana.
No se dan por enterados y lo saben. Sufren presiones y miran hacían otro lado. Conocen lo que dice la Constitución del derecho a formar un sindicato y el diputado empresario lo prohíbe y el Ministro lo encajona.
Y todos estos pobres choferes, que con sus compañeros expulsados que llevan casi tres meses no cobran para poder comer sus familias, comienzan ya a padecer el deterioro de su salud. Entre tanto el presidente y su ministro de Trabajo nada hacen.
En tiempos de la esclavitud los patronos imponían su voluntad a latigazos. Ahora usan a las autoridades y, olvidándolos, esperan que se cansen, enfermen o mueran.
Ellos (presidente, ministro y diputado-empresario) se creen sobre toda ley y piensan que ni Dios ni la sociedad, algún día, se lo van a demandar.
Pongamos las cosas en su sitio.
Las condiciones de trabajo de los choferes de la línea 49, con sus tres o cuatro redondos, eran indignas. Por el “descuido” en dar a IPS la plata descontada de los salarios, murió un recién nacido.
Los choferes fundaron un sindicato y al día siguiente 51 fueron cesados del trabajo. Sin otra defensa se crucificaron y llevan así casi tres meses.
El Ministerio de Trabajo se niega a reconocer el sindicato de acuerdo con el diputado empresario de las 49 y en contra del artículo 96 de la Constitución.