CORTINAS DE HUMO

Por Silvia Torres

Cuál es el efecto que tiene sobre la sociedad enturbiar con sospechas un acto electoral, como viene haciendo la oposición en los últimos años, repitiendo una conducta para nada original toda vez que no pudo ganar elecciones frente a movimientos con fuerte raigambre popular. Desde fines de los ’40, repiten el mismo argumento, excepto en el período en que el peronismo fue proscripto.
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Pocas fueron las veces en las que la oposición reconoció la derrota electoral en los últimos años, sobre todo a partir de que arreciaron tanto la constante prédica anti gubernamental por parte de los medios hegemónicos, como las fuertes agresiones antidemocráticas, que se expresaron en nueve corridas cambiarias juntamente con la fuerte presión inflacionaria, operadas por los mercados financieros y por las grandes corporaciones industriales formadores de precios, respectivamente.

Esta manifiesta inconducta democrática y republicana de la oposición no es un hecho aislado en la historia nacional y latinoamericana, sino que constituye una manera históricamente habitual de socavar la expresión soberana de los pueblos, a través de la deslegitimación de los sistemas electorales.

En el caso que nos ocupa, la Argentina, los quejosos perdedores de casi todos los eventos electorales que se vienen repitiendo en este definitorio año, alcanzaron el máximo nivel del absurdo en las elecciones provinciales en las que, desde las propias encuestas previas, eran perdedores, ya sea que se presentaran amontonados o cada uno por las suyas y se utilizara el sistema electoral que fuere: En Santa Fe, lista única; en Salta, voto electrónico y en Tucumán, sistema tradicional y en donde se registró un contundente triunfo del candidato oficialista (FpV) a la gobernación, con una ventaja de 14 puntos por sobre su opositor (un diputado nacional radical), que agrupó en su torno a toda la oposición, excepto a los ultra de derecha e izquierda.

La capital tucumana y cinco ciudades de las más importantes, sin embargo, optaron por los candidatos de la oposición para conducir los destinos de las mismas. ¿Cuál es la reacción de la fórmula perdidosa tucumana y la de sus “padrinos” presidenciables del nivel nacional? Acusar de “fraude” al acto eleccionario, en el que sus propios candidatos fueron responsables de asalto a escuelas, robo e incendio de urnas, marchas de protesta con incitación al asalto y la quema de la Casa de Gobierno; denunciar al Correo Argentino y a la justicia electoral de delitos penales y pedir nuevos comicios, ¡pero solo para la categoría a gobernador-vice, en la que perdieron!

Como se dice vulgarmente, ¡no comen vidrio! Como tampoco comen vidrio las fuerzas anti populares que no solo en Argentina comienzan a mostrar sus garras, porque suman frustración tras frustración en una América Latina copada por un despertar popular, conducido por líderes con manifiesto compromiso con la Soberanía de las naciones, la Democracia y el interés superior de las mayorías. Como ya no pueden recurrir a fuerzas armadas medianamente transformadas (pero todavía bajo sospecha, por algunos sectores del pueblo), luego de las dictaduras genocidas, reciben desde las usinas del norte las ideas -y los recursos económicos-, para ejecutar los golpes blandos, que se suceden sin solución de continuidad y que la prédica de fraude por parte de los Macri, los Massa, los Sanz, las Stolbizer y la inmensa cantidad de operadores televisivos que repiten las instrucciones en los medios hegemónicos , abonan el clima destituyente, antidemocrático y profundamente agresor para la República que dicen defender.

Cabría la conclusión de que, en realidad, la oposición no pudo elaborar un programa atractivo para la mayoría, que no está dispuesta a suicidarse votando por el ajuste, el endeudamiento, la desindustrialización, la desocupación, etcétera. Por lo tanto, recurre a levantar una cortina de humo, como lo es la denuncia de fraude, que no desnuda aviesamente sus verdaderas intenciones, ya que coloca en el oficialismo una responsabilidad que se cumple en todo acto eleccionario, tal como se comprueba en los escrutinios definitivos.

Son cortinas de humo agitadas por los líderes de la oposición, porque no pueden expresar abiertamente que repudian el voto popular –al que demonizan y estigmatizan constantemente-, y, tampoco, pueden blanquear públicamente que, lo que pretenderían, lo que añoran, lo que extrañan es una puerta accesible de los cuarteles o una proscripción de la fuerza mayoritaria que, para su disgusto, sigue siendo la misma de siempre.

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