UNA IDEOLOGÍA INDOMABLE

por Marcelo Von Schmeling

Como director de la revista El Descamisado, Dardo Cabo –aquel gran militante y periodista– escribió un notable editorial titulado «Porque somos peronistas». Allí, con un envidiable poder de síntesis, Cabo aseguraba que «el peronismo, nacido de las entrañas del pueblo, es el marco político donde los argentinos que sienten la liberación han decidido dar su lucha. Nacimos antiimperialistas («Braden o Perón fue nuestra primera consigna) y antioligárquicos. Levantamos nada más que las banderas del pueblo; luchamos por la dignidad, por la justicia, por la soberanía de la patria.»
Juan Domingo Peron - caricatura

Como director de la revista El Descamisado, Dardo Cabo –aquel gran militante y periodista– escribió un notable editorial titulado «Porque somos peronistas». Allí, con un envidiable poder de síntesis, Cabo aseguraba que «el peronismo, nacido de las entrañas del pueblo, es el marco político donde los argentinos que sienten la liberación han decidido dar su lucha. Nacimos antiimperialistas («Braden o Perón fue nuestra primera consigna) y antioligárquicos. Levantamos nada más que las banderas del pueblo; luchamos por la dignidad, por la justicia, por la soberanía de la patria.»

Hoy, 40 años después de esas palabras, bien vale seguir reflexionando sobre los desafíos que se nos presentan a quienes sentimos y ejercemos la doctrina peronista. Indudablemente, la lucha por la emancipación nacional sigue vigente, más allá de la manifestación de esta disputa a partir del enfrentamiento con los fondos buitre. Los intereses concentrados siguen ejerciendo su dominio en el ámbito territorial –muchas veces a través de la intervención militar directa–, la economía y las finanzas, en un proceso que tuvo su expresión plena en nuestro país a partir de la Dictadura de 1976 a 1983.

Pensar el rol del peronismo en la Argentina actual resulta inescindible de la derrota que significó la instauración del plan económico, social y cultural de la Junta Militar. A la persecución y desaparición de miles de nuestros militantes más comprometidos –particularmente en la clase obrera–, le siguió un proceso de democracia tutelada bajo Alfonsín y una gran traición y entrega en las manos de Carlos Menem. No debemos olvidar que este último llegó y se sostuvo en el poder bajo el ropaje de los símbolos y la estructura partidaria justicialista, a pesar de implementar un plan contrario a la esencia y la ideología que legó Perón.

En este sentido, la reconstrucción del país por parte de Néstor y Cristina Kirchner, puesta en contexto histórico, cobra aun más valor. Porque no se trató sólo de recuperar el Estado, la economía, el empleo, la inclusión social, la ampliación de derechos. Los últimos once años de gestión –verdadero tercer periodo peronista de gobierno– dejaron en claro que no se puede separar reconstrucción de liberación, ya que, de otro modo, se estaría reconstruyendo la dependencia. Esto significa: pelear por la distribución de la riqueza, atacar a los monopolios, denunciar la injusticia y avanzar en la organización del pueblo.

Este último punto es el que volvió a hacer del peronismo una ideología indomable, construida a lo largo de los años a base de lucha, sacrificio y entrega. Ya que lo que el peronismo logró es volver a movilizar al pueblo, reconstruir el movimiento más allá del gobierno y fomentar la participación sin reducirla a las actividades partidarias. El justicialismo hoy está más vivo que nunca, expresado tanto en actos de gestión pública (el «modelo»), el enfrentamiento con los intereses concentrados y el apoyo de los sectores populares a dichas acciones. El objetivo volvió a ser la felicidad del pueblo, y la grandeza de la patria.

Pero como bien señalaba Evita, el peronismo será revolucionario o no será. Y el resultado de esa lucha todavía no está claro. Por un lado, persisten en el mapa político argentino figuras que, bajo un ropaje pseudo-peronista, esperan agazapados junto a los sectores más oligárquicos un regreso al poder. Por el otro, debemos mantener vivo el debate interno, recordando que «quienes desde la lealtad se atreven a pensar y disentir, se diferencian en mucho de aquellos que ocultan con la obsecuencia la traición. Y también aquellos que con el cuento de la verticalidad ocultan tanto el oportunismo para sacar tajada personal como la mediocridad mental del que no se atreve a pensar», como también decía Dardo Cabo.

Los próximos meses serán trascendentales para el futuro del justicialismo y el país que construyeron Néstor y Cristina.
Mientras los buitres picotean, los intereses de sector y las especulaciones individuales salen a la luz. Por eso debemos tener en claro qué somos y por quiénes luchamos. Es momento de profundizar la acción política y poner sobre la mesa las contradicciones que hagan a la depuración de nuestro movimiento. Y, sobre todo, debemos seguir fortaleciendo la organización que –como todo buen justicialista sabe–, es la única que vence al tiempo, y el factor determinante para que el próximo presidente sea peronista.

 

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