LA ÉTICA DE LA EUTANASIA

por Rubén Emilio García
 
La OMS (Organización Mundial de la Salud) define que la eutanasia es el acto ex profeso del médico que provoca la muerte del paciente. Se diferencia del suicidio asistido porque en esto hay alguien que ayuda a que el paciente ejecute. Descarnadamente fue puesto en el medio y actualizó el debate la decisión de la norteamericana Brittany Maynard, por haber elegido la segunda opción para poner fin a su vida, consecuencia de una enfermedad terminal que le acarrería insufribles dolores y lamentable final en poco tiempo más.

Ruben Garcia

Esta circunstancia médico-terminal pertenece al mundo ético y moral de los humanos, y aunque nada impide, me abstendré de opinar. Pero lo haré en lo que respecta al entorno animal que involucra a mi profesión de veterinario, por cuanto me tocó actuar cuando apareció la desconocida leishmaniasis en Posadas en el año 2006, y a todos nos agarró con la guardia baja del desconocimiento.

Por aquel entonces, insólitamente, los responsables sanitarios de la Municipalidad de Posadas ocultaron la enfermedad mientras el mal se expandía sibilinamente. Tal determinación ilegal (por ley es de denuncia obligatoria) perduró hasta que las nuevas autoridades que se hicieron cargo de la comuna a partir del año siguiente, blanquearon la oprobiosa situación. ¿Qué hicieron? Llamaron a expertos sanitaristas quienes indicaron lo que debía hacerse y revirtiron totalmente los vetustos e insalubres edificos de atención sanitaria, dotaron de los vehículos y las máquinarias necesarias, amén de biocidas, equipamiento del personal, y dispusieron al frente del Instituto de Sanidad Animal a jóvenes profesionales guidados por estos expertos nacionales, del cual uno es miembro permanente del CEPANZO (Centro Panamericano de Zoonosis).

Como la leishmaniasis es una enfermedad que se trasmite al hombre mediante la picadura de un insecto, cuyo reservorio es el perro, tomaron la drástica decisión del sacrificio asistido del can enfermo, como aconseja la OMS y el CEPANZO.

Al punto salieron protectores de animales sin respaldo científico alguno en contra de la medida bajo amenzazas, escraches y agresiones a funcionarios de la salud, tanto, que uno de los profesionales sufrió picos de presión y hoy no está entre nosotros. A ésta oposición se adhirieron miembros del Consejo de Veterinarios, y cual diletantes ignoraron ostensiblemente a quienes sabían proponiendo panaceas utópicas en una enfermedad que no tiene cura, que carece de medicamentos específicos y definitivamente el uso de fármacos humanos están táxativamente prohibidos. Razón por la cual un ex Presidente del Consejo Profesional fuera sancionado por el SENASA.
Poquísimos animales superan la enfermedad y la gran mayoría de los tratados mueren en estado caquéctico y llenos de dolor, consumiéndose lentamente. Y ésta situación irreversible lleva a la siguiente pregunta: ¿Cuándo el hombre racional  debe determinar el extermino de las especies irracionales? La contestación debe partir de la premisa de que todo animal tiene derecho a la vida y al bienestar, tanto físico como sicológico, dentro del espacio o hábitat donde se desarrolla. El límite lo debe dar la supervivencia del género humano y su protección. Ésta va desde la concepción de Epicuro, quien decía: “el fin del hombre queda reducido a lograr la felicidad posible en este mundo. Consiste en evitar el dolor, que es el único mal, y conseguir la mayor cantidad de placer, que es el único bien. Así lo atestigua la experiencia. Todos los seres vivientes buscan los placeres y huyen de los dolores. Este es el único criterio que debe presidir la vida humana. Pero es el mismo hombre, dotado de conocimiento y reflexión, quien debe guiar su conducta y refrenar las actividades propias del cuerpo mediante la prudencia. Asimismo debe prever las consecuencias que pueden tener sus acciones”.

Murió a los 73 años aguantando estoico una hidropesía y dolencias crónicas del riñón, tratando de superarlos “por el placer de vivir”.

En el otro extremo, Sócrates, acusado de asebeia, fue condenado a morir bebiendo cicuta. Discurría que la muerte es un sueño sin sueño y que el alma transitaba de este mundo a otro mejor. Pudo salvar su vida eligiendo el destierro o huyendo de Atenas, pero eso significaba abjurar de sus ideas, de sus enseñanzas éticas y desobedecer a la justicia que tanto defendía y lo había condenado. Por eso prefirió beberla. Al morir encarga  a sus amigos que sacrifiquen un gallo al dios Esculapio, “por el placer de sacarle de esta vida dolorosa”.

Entre medio de estos extremos, el hombre debe decidir cuando terminar con la vida de otras especies vivientes mediante el sacrificio. El Dr. Leopoldo Estol  presidente de la Asociación Latinoamericana de Bienestar Animal, define como «matanza humanitaria» cuando se mata a un animal POR SU PROPIO BIEN, con el fin de ALIVIAR su dolor, o acortar el sufrimiento ante una enfermedad incurable o intratable, incluso por aspectos económicos o por una necesidad de SALUD PÚBLICA, una DEMANDA ALIMENTICIA, (faena en frigorífico), deseo del dueño o abandono por diversas razones.

Theoder Spencer definía que “Por encima de los animales está el hombre que, además de tener un alma vegetativa y sensible, la tiene también racional. Luego y por encima de él viven los ángeles. El hombre es el eslabón fundamental entre ambos. Está en el grado más alto de los animales y en el más bajo de los seres intelectuales”.

Se refería, que su raciocinio le indicará como debe actuar (con conciencia y convicción a pesar de las consecuencias) cuando está en la encrucijada de optar entre dos opciones. En tal situación los sanitaristas, me incluyo, optaron a favor del resguardo del ciudadano por sobre concepciones morales, percepciones éticas o de interés personal. Lo contrario, es obvio.

 

Dr. Ru​ben Emilio García e​xvicepresidente del SENASA.

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