por Alfredo VeraDe nuevo se desata una de las llamadas ‘guerras de baja intensidad’. De seguro que sus promotores usan ese nombre porque da tiempo para contar los muertos que provocan, como es el caso de los cohetes en la Franja de Gaza, disparados por los judíos, hijos y nietos de las víctimas del Holocausto, ahora cuando las bocas de los fusiles están viradas al otro lado, para matar a los hijos y nietos de quienes nada tuvieron que ver con los millones de asesinados en la guerra mundial de alta intensidad, desatada por las hordas enajenadas de las gavillas de Hitler, Mussolini y Franco.
No hay explicación que pueda justificar que la extrema derecha israelí ejerza una especie de venganza contra gente inocente que nada tuvo que ver con el despreciable Holocausto, cuando los nazis instalaron en Europa los campos de concentración y quemaban vivas a las familias judías.
Los israelitas se escudan en el pretexto de una equívoca y absurda provocación de los tirabalas Hamás que mataron a 3 jóvenes judíos,pretexto que les sirve a los israelitas para asesinar a más de un centenar de palestinos que habitan pacíficamente barrios de civiles de Gaza, cometiendo un auténtico genocidio.
Están repitiendo con la misma crueldad la hazaña de haber obstaculizado la caravana solidaria que en 2010 llegó por mar con una flotilla de naves que llevaban alimentos para los palestinos y asesinaron a 9 de ellos.
Pero no asesinan solo a los grupos en guerra que se aglutinan en la organización beligerante Hamás: sus proyectiles agreden a población civil, niños y ancianos en un 70%, como reporta EL TELÉGRAFO.
Han fracasado hasta hoy todos los esfuerzos al interior de la ONU y los aislados de gobernantes que han pretendido sentarse en una mesa de negociación para evitar la torpeza de criminalizar los conflictos sin considerar el saldo de muertes inocentes, peor aún si entre ellas se incluyen infantes y ancianos.
Sería de apelar a personalidades que tienen alguna autoridad moral para que exijan a los contendientes que cesen el uso de las armas mortales y las reemplacen con el diálogo, siguiendo el buen ejemplo que la dan al mundo el Gobierno de Colombia y los dirigentes de las FARC y M-19, a pesar de los uribistas y los criminales paramilitares.
Ojalá algunos sumos sacerdotes, como el papa Francisco; algunos gobernantes, algunos artistas, algunos científicos, etc., acogieran y desarrollaran la iniciativa de decirles basta a estos criminales que están utilizando métodos fascistas para arreglar sus profundas diferencias.
