BRASIL: DEL PETISMO AL LULISMO

 
 
 
por Valerio Arcary 
Estudiar la historia del PT es tema imprescindible para la izquierda brasilera. Porque el peligro de repetir, una, dos y más veces los mismos errores no es poca cosa. No nos debe preocupar que haya polémicas en la interpretación. Lo que nos debe asombrar es que no haya una discusión, hasta apasionada, sobre las mutaciones del petismo en lulismo.
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Existen dos peligros simétricos. El peligro de la mimetización, o de la imitación, muy para la generación más madura de activistas que vivieron la experiencia del PT en los años 80, y no se dejaron abatir por la desmoralización. Este impulso consiste en imaginar que con la misma estrategia, pero con hombres y mujeres diferentes, sería posible replicar los éxitos del PT, evitando sus errores, y obtener un desenlace diferente.
Y existe el peligro opuesto que puede ser, también, muy atractivo, especialmente, para la generación más pobre, que despertó para la lucha de clases después de la elección de Lula en 2002: despreciar las lecciones positivas de la expreriencia del PT, como, por ejemplo, la importancia de un instrumento de organización de los trabajadores para la lucha política, inclusive, cuando la lucha política se concentra en terreno desfavorable, como en las elecciones. Y apostar solamente al espontáneismo.
¿Cuáles los criterios para la evaluación de los partidos políticos?
Permanecen vivas las disputas de criterios para la apreciación histórica de los partidos políticos. Partidos pueden ser juzgados por muchos factores, por ejemplo: a) por la composición social de sus miembros -militantes activos o simpatizantes afiliados- o de sus electores, o de su dirección; b) por las orientaciones y campañas políticas, y de sus luchas políticas, inclusive, las internas; c) por el programa de para la transformación de la sociedad, o hasta por los valores e ideas que inspiran su identidad; d) por el contraste entre sus posiciones cuando están en la oposición, y y cuando, eventualmente, llegan al poder; e) por el régimen interno de su funcionamiento; f) por las formas de su financiamiento; g) por sus relaciones internacionales; h) por último, no menos significativo, por la historia de cómo todos estos e, quizá, todavía otros factores se fueron alterando.
Todos estos criterios son válidos, o mismo indispensables, y la construcción de una síntesis a partir de cada uno de estos, y hasta de otros factores, exige una apreciación de su dinámica de evolución. Este análisis puede ser más o menos equilibrado, en la medida en fuera más minucioso, más complejo, por tanto, más riguroso.
Sólo no se debe juzgar a un partido por lo que piensa de sí mismo. Para aquellos que usan el marxismo como método de análisis de las relaciones sociales y políticas, todos estos elementos son significativos, pero una caracterización de clase y, finalmente, ineludible, para un juicio de los partidos políticos.
Para esto, consideremos, por ejemplo, los que nos dice André Singer, uno de los analistas más incisivos del PT, que valoriza, sobre todo, que el electorado de Lula, después del primer mandato entre 2002-2006, pasó a ser lo que él denomina el subproletariado [1], hasta entonces indiferente a la oferta electoral del PT:
«El presente artículo busca responder a las cuestiones abiertas (…) Se parte de una doble hipótesis: la de que el realiniamiento electoral ocurrido entre 2002-2006, de un lado, hizo surgir un nuevo «partido de los pobres (…) con características que recuerdan a las del PTB (Partido Trabalhista Brasilero) anterior a 1964. De otro lado, que la historia del PT, surcada por una rara conexión entre clase e ideología radical, constituyó un alma que todavía lo influencia. El PT, en consecuencia, no podría ser entendido fuera de la síntesis contradictoria que las dos facetas componen». [2]
Aunque sea verdad que ocurrió un cambio en la composición del electorado del PT y, sobre todo, de la votación de Lula en 2006 y de Dilma en 2010, parece poco convincente que este factor sea el más expresivo para comprender el cambio del PT. El argumento de la conexión de clase no tiene como ser demostrado. Que el proletariado vote por el PT y Lula no prueba una conexión de clase: confirma que los trabajadores mantienen ilusiones en el PT y Lula. Pero lo contrario es mucho más importante, o sea, que el PT y Lula mantengan un compromiso con la clase obrera.
El proletariado también votó en el pasado por el PTB, o el MDB (Movimiento Democrático Brasilero), por ejemplo. Una conexión de clase es una relación que exige reciprocidad y vínculos orgánicos, que el PT tuvo, pero perdió, porque construyó otras relaciones de clase mucho más fuertes con la burguesía. La influencia de una ideología radical en el PT no es un argumento que merezca ser considerado, seriamente, en 2014.
 
La transformación del petismo en lulismo
Si consideramos cada uno de los factores anteriormente presentados y los tomamos uno por uno, veremos que la conclusión de que ocurrió un cambio en la naturaleza social del PT es inaceptable. La dirección del PT entregó su «alma». Todo cambió, y para mucho peor.
Hubo algo admirable, pero, también, perturbador en verdad, desde el inicio en la historia del PT. Para remitirme al vocabulario acuñado por la literatura, tuvimos el momento epopeya, el momento tragedia y hasta el momento comedia en la trayectoria en que el petismo se transformó en lulismo.
Todo lo que existe se transforma. Existen continuidades y rupturas. Ni siempre, en tanto, predomina lo que era más progresivo. Muchas veces, prevalece lo que era más regresivo. Lo que provocó cambios sociales y políticos reaccionarios en los partidos de la clase trabajadora, si consideramos los incontables ejemplos históricos, fue el impacto de las luchas políticas y sociales, las victorias y las derrotas, o sea, de la presión de otras clases. Cuando las presiones socialmente hostiles, adversarias, contrarias a los intereses de los trabajadores son extremadamente poderosas, se abren crisis en los partidos de origen proletario.
Los partidos obreros son mucho más vulnerables a la presión de las clases enemigas de que los partidos que representan a las clases propietarias. Porque el proletariado es una clase al mismo tiempo explotada, oprimida y dominada. Es completamente inusual cuando un hijo de la burguesía adhiere a la causa del socialismo. Aunque para nada es sorprendente que dirigentes de la clase trabajadora pasen a defender los intereses de los patrones.
Pero estas condiciones más difíciles no permiten concluir que todas las organizaciones de trabajadores están condenadas a la degeneración cuando actúan en la legalidad y participan de procesos electorales. Algunas cuestiones decisivas son: a) si los partidos de programa socialista o no son socialmente proletarios en la composición, por tanto, independientes de la clase de los capitalistas; b) si hay educación política en la teoría socialista, en la historia de las luchas y revoluciones políticas y sociales, y si el marxismo es una parte central de la vida de la organización; c) si el internacionalismo no es solamente un discurso, sino parte de la propia naturaleza de los partidos; d) si sus militantes controlan o no a su dirección, por tanto, si hay democracia en su régimen interno, porque no encontraremos dirigentes infalibles.
El PT de 2014 mantuvo su nombre y la mayoría de su dirección, aunque Zé Dirceu haya sido sacrificado, formalmente, por la crisis del «mensalão» en 2005. Pero el PT que festejó aniversario en este febrero, es un partido cualitativamente distinto, por tanto, diferente a aquel que surgió del impulso de las huelgas de São Bernardo en 1980.
Que el PT no es más lo mismo, no parece algo digno de polemizar. Lo que sí es polémico, es cómo, cuándo y por qué ocurrió y, más importante, la evaluación de lo que hoy es.
 
¿Por qué degeneró el PT?
Desde hace muchos años, no hay más abnegados militantes obreros en sus filas. No hay más campañas políticas del PT junto al proletariado, sino solamente defensa incondicional de las iniciativas de los gobiernos que el PT dirige. El PT en el poder abandonó su programa de los años 80, y quedó irreconocible.El régimen interno se transformó en una farsa con los procesos electorales directos, movidos por el dinero y la manipulación de la clientela afiliada de caudillos locales, nada muy difierente de los clásicos afiliados de los partidos burgueses. El financiamiento del partido reposa, casi exclusivamente, en el dinero del fondo partidario, de las cotizaciones de los parlamentarios y cargos de confianza y, mucho más grave, en las donaciones de las grandes empresas capitalistas en épocas de campañas electorales. Las relaciones internacionales se degeneran a tal punto, que el PT ha sido incapaz de posicionarse en contra de la matanza realizada por el régimen de Assad en Síria, con el bombardeo de la población civil desarmada, lo que es un crimen de guerra.
Considerando un ángulo histórico, podemos afirmar que el PT nació como un partido obrero con influencia minoritaria de masas hasta 1987, y mayoritaria, en la clase trabajadora organizada, a partir de 1989; con una corriente mayoritaria en la dirección, desde su fundación, liderada por un bloque político que enlazó a una fracción de la burocracia sindical con las aspiraciones de clase pequeño-burguesa, con origen en la intelectualidad militantes que venía de la generación del 68, o académica; un núcleo dirigente que aceptaba el papel de caudillo de Lula, simultáneamente, como vocero público, y como bonaparte interno de sus variadas fracciones; un programa democrático-radical de reformas, o sea, de regulación social del capitalismo, que se autodenominó democrático-popular; relaciones internacionales híbridas que unían el apoyo de una parcela de la jerarquía católica, vía Holanda y Alemania (con relaciones minoritarias con el Vaticano), y el apoyo de un sector de la socialdemocracia internacional (vía el PS francés y el SPD alemán), el apoyo de un sector del aparato stalinista internacional (vía Cuba y, particularmente, de Alemania Oriental; y, finalmente, aunque no menos importante, con un ala izquierda muy fragmentada en diversas organizaciones, pero con la peculiaridad de la presencia de algunos miles de militantes trotskistas.
Cuando decimos que el PT se transformó cualitativamente, queremos decir que ocurrieron muchos más cambios que las variaciones en la composición social del electorado, o en el peso regional de las votaciones de Lula. Queremos decir que ocurrió, también, algo mayor que una mutación en las ideas y en los programas. Queremos decir que la relación del PT con clase trabajadora se alteró. Para resumir, y siendo brutal como en cualquier resumen, el PT dejó de ser un partido de trabajadores,  con dirección pequeño-burguesa de 1980, y pasó a ser un partido burgués con electorado proletario.
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Valerio Arcary  – Profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de Sao Paulo. Miembro del Consejo Editorial de la revista Outubro y militante del Partido Socialista dos Trabalhadores-Unificado (PSTU). Su último libro publicado es «Um reformismo quase sem reformas. Uma critica marxista do governo Lula en defesa da revoluçao brasileira (Un reformismo casi sin reformas. Una crítica marxista del gobierno Lula en defensa de la revolución brasilera), Editora Sundermann, Sao Paulo, 2011.
 
Notas
1] El artículo que citamos es del libro «Os sentidos del Lulismo» (Los sentidos del Lulismo), André Singer destaca el cambio social y regional de la votación de Lula y las diferencias entre el electorado de Lula y del PT, como cuando subraya, por ejemplo, que: «Entre 2002 y 2006 el ingreso familiar medio del simpatizante del PT había caído de R$1.349 para R$985; hubo una reducción de 17% para 6% en la proporción de los que tenían acceso a la universidad entre los que sinmpatizaban con el PT, y la participación del Sudoste entre los identificados con el partido cayó de de 58% para 42%». SINGER, André. «A segunda alma do Partido dos Trabalhadores». (La segunda alma del Partido de los Trabajadores)
2] SINGER, André. Ibidem.
Traducción: Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
 

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