PARAGUAY: CONSENSO PARA SOMETER


 
por José Antonio Vera 
 
En medio de un malestar ciudadano que se generaliza contra la política mercantilista del gobierno, y sin poder conformar a los caudillos de seccionales del Partido Colorado, que se consideran ignorados en la repartija de cargos estatales por su correligionario, el Presidente Horacio Cartes, éste ha decidido convocar a las cúpulas partidarias y gremiales a un encuentro con el propósito de construir un Pacto Nacional.
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Hace más de seis décadas, Juan José Arévalo, quien llegó a Presidente de Guatemala con una política progresista y antimperialista, escribió una fábula inspirado en la imposibilidad de desarrollar un diálogo entre un tiburón (Estados Unidos) y la sardina (los países que habían creado, por su iniciativa, la ODECA, Organización de Estados Centroamericanos).
 
La imagen se viene repitiendo en Paraguay en el último cuarto de siglo, en un escenario de cruel cinismo, protagonizado por las máximas autoridades gobernantes que se han sucedido exhortando a la oposición política a dialogar, mientras apuntan e hieren y matan con fusiles ametralladoras a dirigentes populares, prolijamente seleccionados, que empuñan onditas y se desplazan y movilizan con sus familias y sus miserias.
Esta semana, un balín de goma, disparado por la policía, le arrancó un ojo a un campesino que, entre unos 50, intentaba impedir una de las numerosas fumigaciones aéreas tóxicas que se produce en todo el país, sobre los plantíos de soja linderos con pueblos de labriegos, escuelas o centros de salud, envenenando el aire, la tierra, los cursos de agua y a los seres humanos.
El primer paso de la propuesta de Cartes fue ordenar a la sumisa Presidenta del Partido, la Senadora Lilian Samaniego, a que reúna de inmediato a la Junta Central, y exhorte a sus correligionarios para hacer de la iniciativa una causa común, al igual que a todos los cabecillas de la oposición, a quienes el mandatario se ofrece a rendirles una visita, “si necesario”, con el fin de aglutinar el máximo de dirigentes.
 
¿Podrá haber Pacto Nacional reprimiendo las reivindicaciones de justicia y equidad social?. ¿Podrá existir un acuerdo patriótico, excluyendo a los pueblos originarios?. ¿No será que Cartes busca bomberos en la «oposición» para intentar aquietar la protesta social que va en aumento y que sólo la podrá parar con la represión que está en marcha?. Alcanza con prestar atención a la masacre de poblados campesinos cada vez que grupos de labriegos ingresan en campos fiscales, ocupados ilegalmente por latifundistas.
 
Las fuerzas conjuntas Policía-Ejército, adiestradas por expertos de Estados Unidos, Colombia e Israel, responden ensañándose en destruir míseros rancheríos con sus pobres enseres, y a escuelitas de lástima, humillando a hombres y mujeres, por el delito de intentar cultivar la tierra para que la familia se alimente de ella.
Si el interés realmente fuera el de construir un ambiente de cooperación y convivencia armónica entre todos los paraguayos, la primera invitada debe ser la ciudadanía, cuya participación es insustituible y, para lograr que el pueblo se pronuncie, primero hay que informarle con total transparencia sobre la propuesta del temario a discutir, para que lo estudie, acepte, corrija o enriquezca. Sin discusión, todo desembocará en una serie de reuniones de amigos, predispuestos a concertar en todo.
La segunda tarea (para no descartar a priori algo de buena intención en Cartes), sería la organización de mesas de debate en todo el país para así poder conocer, valorar y respetar el saber y voluntad del pueblo. Lo contrario será un monólogo, tan aburrido, aunque quizás menos autoritario, como el que, varios indicios revelan, practica Cartes con Lilian Samaniego, pero que puede trasvestirlo en gentileza ante la oposición, logrando que rubrique, quede en paz y se olvide del pueblo.
 
Objetivamente, se observa una asimetría muy agresiva en la relación de fuerza entre este Presidente, a quien el Parlamento le concedió todas las facultades legales para decidir cuanta medida considere de su interés, y el resto de las fuerzas políticas y sociales, por más que la iniciativa esté maquillada como propuesta de Pacto Nacional.
La ausencia total, al menos en lo que ha trascendido desde los medios oficiales, de contenido ideológico y programático en la propuesta, configura un vacío fundamental en la iniciativa del mandatario, que quienes están, aparentemente, en la vereda de enfrente, parece que no lo advierten, aunque deberían reflexionar antes de pronunciarse, como algunos ya lo están haciendo.
 
¿Pacto para qué?. ¿Qué quiere abordar el mandatario, con los viejos referentes nacionales, mayoría gastados y sin pueblo?. Mientras no especifique los temas a tratar para concretar un Acuerdo Nacional, la ciudadanía tiene todo el derecho de desconfiar.
El quedar de nuevo excluida antidemocráticamente de esta nueva iniciativa del Ejecutivo (¿remember la APP, ese proyecto de Alianza Pública-Privada convertido en ley?), el pueblo ha quedado facultado para expresar indiferencia y apatía, reacción que, en primer lugar, afectará a los dirigentes con pasado progresista, y que, a duras penas, conservan alguna adhesión popular.
¿Cartes querrá encontrar una solución conjunta y negociada para el drama de la tenencia abusiva de la tierra?. Unas 200 mil familias sobreviven como parias, muchas en condición muy precaria en los cinturones de miseria de las ciudades y otras a los bordes de los alambrados de estancias malhabidas, con sus porteras cerradas con cadenas y gruesos candados. El 85 por ciento de las áreas cultivables está en manos del 2.5 de la población, de unos siete millones, con más de un millón emigrado.
¿Querrá Cartes resolver con el diálogo los gravísimos problemas sociales?. ¿Querrá corregir el retroceso en los servicios de salud que comenzaron los golpistas desde junio del 2012?. Los hospitales están vacíos de material y desbordados de víctimas del Estado. Enfermos y familiares, que aprendieron a gozar de la gratuidad que existió entre el 2008 y el 2012, bajo el Gobierno de Fernando Lugo, deambulan por los diferentes centros de salud mendigando atención.
¿Será que Cartes pedirá ideas a sus interlocutores para resolver la tragedia de la corrupción pública y privada?. ¿Aprovechará para anunciar que se terminaron los privilegios de la mafia de las empresas del transporte de pasajeros y que el boleto costará 2.000 Gs y que la subvención estatal será reorientada hacia la educación y la capacitación profesional, comenzando a sepultar décadas de incultura?.
¿Expondrá el anfitrión medidas para detener el alza del costo de vida, y de control de precios y de la calidad de las mercaderías ofrecidas en los supermercados?. Es posible incluso, que otorgue un 10 por ciento de aumento del actual salario mínimo, de unos 400 dólares, para que sirva de pretexto para encarecer los productos de primera calidad. En esa estafa se aúpan los dirigentes sindicales, funcionales al sistema, conscientes o no.
 
¿Ofrecerá algo Cartes para terminar con el drama de los miles de niños que sobreviven miserablemente en las calles del país?. ¿Se referirá, siquiera a la descomposición moral del universo cooperativo, convertido en meras instituciones financieras especuladoras, con más de un millón de socios, convertidos en clientes?.
¿Se pronunciará sobre la prostitución de la función pública y la ausencia de transparencia en sus balances financieros?. Hasta es posible que lo haga, como acaba de criticar a los empresarios y a la ostentosa cueva de oligarcas del Club Centenario, ambos mundillos a los que pertenece. Pero, ¿qué significación práctica tienen esas acusaciones?.
Todo marginado social necesita oportunidades para erigirse en sujeto creador y productivo, y nada representan para él los discursos demagógicos y las declamaciones de “prefiero morir cien veces antes que robar”, al tiempo que se permite que aliados roben y que gerentes privados inviertan en las empresas del Estado en actividades para el solo lucro grupal. La gente puede aceptar ciertas fantasías, pero primero necesita llenar el estómago. En ocasiones, las tripas rechinando producen reacciones insospechadas.
 
¿Hará Cartes alguna mención respecto de la omnipresencia en la economía y las finanzas especulativas de las empresas menonitas y sus grandes beneficios?. ¿Se pronunciará en contra del Poder Judicial que continúa permitiendo la posesión ilegal de millones de hectáreas y la expulsión de los nativos de sus tierras ancestrales?.
¿Qué dirá del lavado de dinero, del descontrolado transporte de caudales, o de la actividad aérea en las terminales legales y clandestinas?. ¿Qué de los monopolios del agronegocio que mantienen en Paraguay las corporaciones transnacionales?. ¿Hablará de alguna solución para prohibir el saqueo de las riquezas del subsuelo?.
Acaso quienes están saludando con beneplácito la iniciativa del mandatario, ¿llegarán a las mesas de conversación con propuestas para instalar en el país un sistema comunicacional independiente y honesto, que impulse el periodismo de investigación, con posibilidades de develar el misterio del enriquecimiento ilícito y termine con la basura vomitada a diario por las grandes bocas de la tergiversación y de la mentira?.
 
¿Alguien consultará al mandatario acerca del origen de las montañas de capitales que han aparecido y continúan apareciendo en el montaje de la cadena de playas de compra-venta de vehículos, o de surtidores de combustibles, o de la construcción de supermercados?. Eso es todo especulación y mercantilismo, pero entonces, ¿dónde está la producción o, al menos algún plan para convertir a Paraguay en un país productivo y no más delictivo?.
Los interlocutores del mandatario ¿le pedirán una explicación de su decreto que, desde hace cuatro meses, autoriza la deforestación del país y que, en el último año, ha producido el más cruel ecocidio, con unas 15 mil hectáreas de bosques arrasados?.
¿No será que el Pacto Nacional hará de trampolín para reformar la Constitución, a gusto y paladar del actual Jefe del Ejecutivo, quien ha recuperado el papel de Jefe de Estado, que en Paraguay equivale a poder absoluto?.
¿Los invitados, llegarán a la mesa del diálogo con proyectos de desarrollo nacional?. Si, por milagro, así fuera, ¿cómo y entre quienes fueron elaborados esos planes?. Los anteriores quedaron en la impotencia, producto del elitismo, incapacidad, soberbia, cobardía y burocracia.
ARGENPRESS.info

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