LAS PUJAS POR LOS CARGOS Y EL DESAFÍO DE LA CONSTRUCCIÓN POLÍTICA

 
 Por Felipe Yapur
 
  La ausencia de Cristina Fernández de Kirchner, pronta ya para el retorno, no sólo obligó al Frente para la Victoria (léase, peronistas y aliados) a poner el pecho y enfrentar una campaña electoral que se sabía adversa. También desató una serie de pequeñas batallas internas que se dirimen tanto en el ambiente ministerial como en el propio seno del Congreso. 
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 No es un fenómeno extraño, hace a la vida cotidiana de las fuerzas políticas y no debería ser considerado un aspecto negativo. Claro, siempre y cuando la codicia personal no supere los llamados intereses superiores: esto es, el proyecto político.
 
En el mundo legislativo, sobre todo en Diputados, en estos últimos días han comenzado a escucharse comentarios que trascendieron a los medios sobre cuestionamientos a la distribución de los cargos de conducción en el bloque del FPV. Por caso, el chaqueño José Mongeló apuntó directo contra la jefatura del bloque. Intentó no centrar sus críticas en las destrezas políticas de Juliana Di Tullio sino más bien en su condición de bonaerense. Y es que la historia parlamentaria, que está a punto de cumplir tres décadas ininterrumpidas de trabajo, dice que el oficialismo de turno suele distribuir los cargos importantes manteniendo un equilibrio entre la poderosa provincia de Buenos Aires y el resto de los distritos. Así, si el cargo de presidente del cuerpo es para un bonaerense, el puesto de jefe del bloque está destinado a un legislador de otra provincia. Ergo, hoy eso no se estaría cumpliendo porque Julián Domínguez, bonaerense de pura cepa, es el presidente de la Cámara de Diputados por lo que la provincia tendría para sí los dos puestos más importantes.
Si bien esta situación se estaría dando de bruces con la reclamada tradición, la verdad es que nada es tanto ni tan poco. En estos diez años de kirchnerismo no hubo un acatamiento estricto a esta regla no escrita porque, como reconocen algunos diputados del FPV, tanto Néstor Kirchner como CFK priorizaron las condiciones personales y políticas de los elegidos para esos estratégicos cargos y no su origen territorial. Así, el santafesino Agustín Rossi fue el presidente del bloque con diferentes presidentes de la Cámara Baja. Lo fue con el bonaerense Alberto Balestrini pero también con el jujeño Eduardo Fellner y lo siguió siendo cuando llegó Domínguez. Todos los nombrados, incluso Di Tullio, fueron designados por quien conduce el proyecto político. En el principio fue Néstor y desde hace seis años es Cristina. Tal vez aquel que no sea parte de una organización política no alcance a comprender el significado de ser miembro pleno (militante) de un partido que encima está al mando del gobierno. Lo que predomina es la estrategia, la táctica, el respeto a la conducción política, el desarrollo de las políticas elegidas y no el gentilicio.
 
Ahora bien, en el bloque del FPV también se ve este movimiento como una especie de hecho subsidiario de lo que está ocurriendo a nivel de los ministerios. Durante el tiempo que duró la licencia de la presidenta, mucho se especuló sobre cambios en el gabinete, sobre todo luego de los resultados del 27 de octubre. Hay nombres de gobernadores, otros ministros e incluso diputados que fueron anotados en esta disputa que son casi los mismos que se incluyen en la nómina de posibles sucesores presidenciales. Un gobernador, bicho en estas lides, supo recordar días pasados ante sus colaboradores que es poco probable que entre todos los nombrados esté quien ocupe ministerios en caso de que se produzcan. Es más, recordó que cuando se acercaba la elección presidencial de 2011 sucedió algo similar. Los aspirantes a vicepresidente se anotaban hasta en los márgenes de las hojas y cuando más se acercaba la fecha se iban cayendo postulantes, hasta que por fin se supo quién sería el compañero de fórmula. En base a esta anécdota, este gobernador dice que si hay cambios en el Gabinete, el o los elegidos lo sabrán apenas unos minutos antes de ser designados. Algo de eso hay, al menos así sucedió con Rossi cuando lo nombraron ministro de Defensa.
En este contexto, el kirchnerismo tiene una sola oportunidad, si se miran estos dos años como una unidad, para consolidar el proyecto político-económico, con la resolución de algunos errores y alcanzar nuevas conquistas. En ese contexto, además tiene que trabajar en el desarrollo de la sucesión. No es poco. Es bastante complejo el panorama pero al fin y al cabo así de ardua es la implementación de un proyecto que debe terminar con el viejo paradigma neoliberal cuyas raíces están en lo profundo de todos los estamentos del Estado y en la sociedad.
Mientras tanto, la oposición en el parlamento se debate en una infértil batalla de vanidades. En Diputados, la principal preocupación de estos días en lo que sería el FAP no pasa por consolidarse como la tercera fuerza en la Cámara Baja. Las peleas están centradas en cómo se distribuirán los cargos internos y las contrataciones de empleados y asesores. En los bloques menores –GEN, Libres del Sur, tal vez los de UNEN– lo que les preocupa es que el arribo de Hermes Binner no sólo puede dejar como presidente de este interbloque sino que además se quede con los principales cargos. Pero en este espacio hay más de un precandidato presidencial y eso complica los acuerdos.
Los que sí pueden pelear el tercer lugar de la Cámara son los diputados del PRO que, si logran alguna alianza con bancadas menores pueden superar al Frente Renovador de Sergio Massa. Habrá que ver si tienen uña de guitarrero para este tema. En concreto, pareciera que a esta oposición más les importa la distribución de cargos y no como al kirchnerismo, cuyo desvelo, como marca la historia del peronismo, se centra en mantener el poder. Es verdad que en algún momento de la historia reciente el peronismo, en su versión menemista, adhirió a la ola conservadora que predominaba en el mundo, pero desde hace una década retornó a sus orígenes y todo eso cambió. La diferencia no es menor y en estos 30 años de democracia hay pruebas de sobra.

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