Por Geraldina Colott
La Revolución Bolivariana incluye en su construcción democrática y popular las conquistas de la lucha feminista, que la marcó desde sus inicios. Nubia Infante Alfaro es una de las referentes de un movimiento que logró torcer los mandatos machistas de las fuerzas armadas.
En Fuerte Tiuna, se esperaba la llegada de Diosdado Cabello al Teatro que hospeda la transmisión Con el Mazo Dando. La sala estaba repleta de uniformes, militares activos o jubilados. Al iniciar el programa, cada uno de ellos respondería al saludo de puño cerrado, para indicar el curso socialista de la unión cívico-militar. Yo estaba sentada cerca de una bella mujer con la boina roja. Su nombre es Nubia Infante Alfaro, teniente coronela en reserva activa que participó a la rebelión del 27 de noviembre de 1992: la segunda etapa del intento cumplido por Hugo Chávez el 4 de febrero del mismo año.
Siempre he sido de izquierda. A los 14 años era presidenta del centro estudiantil de mi colegio. Me formé en la sede del Partido Comunista, que se encontraba cerca de mi casa, en Maracay. Era un lugar de cultura y de militancia. Como militar, en mi unidad de aviación conduje diversas batallas feministas de las que han hablado los periódicos de la época. Una de las primeras fue para consentir el matrimonio entre militares. Ha durado tres años, pero luego lo hemos logrado. Antes de esto, si una mujer soldado quería casarse con un militar debía dejar el servicio militar. Una petición que no era hecha al hombre, sino solamente a la mujer.
Sí, muchísimas. Algunas de ellas están aquí esta noche. Es necesario entender que, a diferencia de hoy, en ese entonces los militares no tenían vías legales para cambiar las cosas, ni podían manifestarse. Nos quedaba solamente la rebelión. Obviamente nuestros objetivos eran totalmente diferentes de aquellos de los militares-pacotilla sumisos a las órdenes norteamericanas, a los militares-gorilas de la Escuela de Las Américas. Yo fui parte de todas las fases de la conspiración, junto a mi marido, el comandante William Fariñas. Sólo a lo último, por decisión de la organización, quedé en ocuparme de la logística y de nuestros hijos. En los meses precedentes, vendimos nuestra casa y nos transferimos a Caracas, porque las operaciones se desarrollaban principalmente en la base militar de La Carlota. Cuando la rebelión fracasó y mi marido fue arrestado, aquella casa sirvió de apoyo para todas las mujeres de los oficiales que, el fin de semana, iban a visitarlos en la cárcel. Mi marido permaneció en prisión dos años, pero su mente y nuestros sueños de construir una sociedad libre y justa volaron más allá de las rejas y se concretaron con el proyecto del comandante Chávez, que continúa hasta hoy con el presidente Nicolás Maduro.
(*) La periodista italiana Geraldina Colotti ha cubierto la actualidad venezolana y de la Patria Grande para medios de su país y del mundo, incluyendo a esta AGENCIA. Recientemente publicó el libro Dopo Chávez. Come nascono le bandiere (“Después de Chávez. Cómo nacen las banderas”). La traducción de esta nota, publicada originalmente en Resumen Latinoamericano, estuvo a cargo de Gabriela Pereira.