por ABC Color
Testimonios de una noche de terror dan cuenta del recorrido que siguieron las dos facciones de narcotraficantes que se batieron a tiros en uno de los atentados más poderosos y confusos de los últimos tiempos en Pedro Juan Caballero.
Un estruendo de balas interrumpió las clases de cientos de alumnos en el Colegio Nacional Florencio Acevedo de Pedro Juan Caballero, ubicado en las calles Elisa Lynch casi Teniente Herrero, la avenida principal de ingreso a la ciudad. Eran aproximadamente 18:45 y las balas del Browning M2 calibre .50 sonaban como pirotecnia en fiesta patronal.
“Por favor si alguien le llama a la Comisaría Primera o Segunda, acá en Florencio estamos atrapados, hay un enfrentamiento entre bandidos, por el colegio están disparando. Por favor si alguien le llama a la Policía, por favor que alguien le llame a la Policía”, exclamaba exaltada una mujer vía WhatsApp.
El enfrentamiento era en realidad una emboscada para asesinar al “próspero empresario de frontera” Jorge Rafaat Toumani, un hombre corpulento de 55 años, calvo, blanco, que manejaba en ese momento una camioneta Hummer negra. Rafaat, quien en marzo pasado ya había escapado de un intento de atentado, era un hombre procesado y condenado por narcotráfico en la Justicia del Brasil. En esa ocasión el empresario logró zafarse, pero un hombre inocente murió.
Rafat murió al volante sin haber intentado defenderse, aseguró el médico Forense Marcos Prieto, quien inspeccionó el cuerpo.
El ataque de anoche, sin embargo, fue fulminante. Rafaat no llegó lejos, murió al instante, pero sus guardias que se desplazaban en otro vehículo y los atacantes, se pulsearon a tiros con armas de alto impacto por un trayecto de al menos 2,5 kilómetros.
La avenida Teniente Herrero, en un trayecto de aproximadamente 1.700 metros (17 cuadras) fue el epicentro de la persecución y combate. Moradores de esa avenida, algunos llegando a su casa, otros que justamente salían a buscar la cena, fueron sorprendidos por el susto con la balacera. Los chats grupales se llenaron de horrendas fotos. Balas, armas, sangre y el destrozado cuerpo de quien hasta hace poco, autoridades locales y nacionales no se animaban a tildar de narcotraficante, aunque hoy con la certeza de su muerte sí pudieron afirmarlo.
La cacería entre las dos facciones siguió por la calle José Félix Estigarribia e ingresó así a la zona más delicada: un cuadrante de varias manzanas donde hay universidades, bares, bancos y hasta un sanatorio, el San Lucas.
“Tiroteo en San Lucas”, alertaba una voz femenina en uno de los tantos audios que surgieron en minutos. “Nosotros estamos encerrados acá en el baño, no sabemos qué vamos a hacer”, continuó. La muerte por encargo no es materia desconocida para los habitantes de la cabecera del décimo tercer departamento, pero una persecución de tal magnitud, en la que se puso en peligro vidas de cientos de personas no es algo para lo que están preparados.
Un policía y un guardia de seguridad en posición de alerta dentro del Sanatorio San Lucas.
“Nde tavy ko nde” (Estás loco vos), se escucha en otro audio cuyo fondo atronador es el sonido de los disparos. Los disparos que siguieron por la calle Francisco Solano López, en una cuadra donde hay al menos dos universidades, además de bares en los alrededores.
Si los guardias de Rafaat huyeron de los atacantes y pretendieron llegar a uno de los locales de la empresa del patrón Pneus Pora, que está a la vuelta de la calle de las universidades, sobre Doctor Francia y Julia Miranda Cueto, no está claro. Pero hasta allí, el terror quedó sembrado como para que mucha gente decidiera encerrarse en las facultades y para que esta mañana, la ciudad amanezca “apática y en silencio”, como describió una pobladora.
Hoy no hay clases, hoy hay miedo de la gente honesta, que trabaja duro y que sabe que nadie mata a un capo mafioso sin consecuencias.
